𝑵𝑨𝑫𝑰𝑬 𝑬𝑺𝑻𝑼𝑽𝑶 𝑨𝑸𝑼Í

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La colina que las criaturas habían señalado estaba relativamente cerca de su estanque, separada de él solo por un frondoso trecho de enredaderas y maleza, casi como un muro

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La colina que las criaturas habían señalado estaba relativamente cerca de su estanque, separada de él solo por un frondoso trecho de enredaderas y maleza, casi como un muro. Un par de esas cosas me guiaron hasta un camino por el que se veía más fácil transitar, me tomaron de las manos tal como lo haría un niño pequeño y yo me sentía demente por estar pasando una situación así.

Me despedí de las ranas parlantes cuando estuvimos cerca de las faldas, las ví agitar sus manos para despedirse de mí mientras regresaban a su hogar, no pude evitar soltar una carcajada por lo surreal que fué devolverles la despedida. "Encuentro casual con ranas mágicas" podía tachar eso de las cosas por hacer antes de morir, y ni siquiera sabía que tenía esa lista.

Todo estaba siendo muy divertido hasta que escuché un murmullo familiar en los alrededores, flotando en el aire como lo haría un secreto perdido: el sonido de una lechuza, secreteando con el bosque. El clima era demasiado tropical para que un animal así viviera naturalmente, deseé que no fuera lo que pensaba más lo denso de la atmósfera me obligó a creer en mi instinto. Era ella, vigilante y juzgadora.

A pesar de haberme familiarizado con su presencia, esa vez se sentía diferente, distante, casi como si no estuviera ahí. Nuestra conexión estaba rota, ahora yo era como cualquier otro mortal, sufriendo la sensación de ser observado pero sin la capacidad de hacer algo al respecto. Y no lo haría. Ella quería esconderse, la dejaría; seguramente había acudido a la isla para regodearse con mi mala suerte, en ese instante estaría burlándose de las filosofías de Polities y cómo yo había sido tan estúpido como para creerlas. No le iba a dar el gusto de probar su punto, ella había puesto un costo a su apoyo, y yo no iba a suplicar, jamás lo haría, y tampoco lo necesitaba. Ya no la necesitaba a ella.

Seguí el sendero que tenía delante, caminando con la espalda más recta que podía permitirme y los hombros en alto, era un camino apenas marcado por algunos helechos aplastados y ramas rotas, me hubiera podido perder fácilmente si no fuera conociera las mañas de lugares así, un regalo de mi vida como pastor, que de tan alejada en acontecimientos ya parecía de hace cientos y siglos.

-¡No es mi misión hacerlos felices! ¡Es mi misión llevarlos a casa!-Una discusión llegó hasta mí, con una voz que me sería imposible no reconocer-¡No perderé la entereza de la flota por un eslabón triste y delicado!

Me acerqué al lugar tan rápido como mi pierna me lo permitió, era un diminuto claro sin árboles dando espacio a un charco con algunas plantas de loto en él. Euríloco estaba ahí, discutiendo con Elpinor a base de gritos que se detuvieron de golpe al verme salir de la maleza.

-Capitán, por favor, usted puede...-Intentó decir Elpinor, pero fué callado por mi cuñado, cargando a Perímedes sobre su hombro.
-El asunto aquí ha terminado, Elpinor, vuelve a las antorchas-Y antes de que siquiera pudiera preguntarle, se giró para explicar:-Perímedes comió lotos, Capitán, hay que llevarlo al barco y ver que se mejore igual que Polities.
-¿Cómo está él?

𝐉𝐔𝐒𝐓 𝐀 𝐌𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora