𝑩𝑼𝑬𝑵𝑶𝑺 𝑫Í𝑨𝑺

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No recuerdo cuánto tiempo nos quedamos sollozando en ese salón, ni siquiera voy a intentarlo, lo único que sé es que le dió tiempo a Elpinor de pasar de abrazos a golpes con Perímedes, no fue nada serio, aún seguía llorando cuando intentó soltar l...

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No recuerdo cuánto tiempo nos quedamos sollozando en ese salón, ni siquiera voy a intentarlo, lo único que sé es que le dió tiempo a Elpinor de pasar de abrazos a golpes con Perímedes, no fue nada serio, aún seguía llorando cuando intentó soltar los primeros puñetazos que fueron recibidos con tanta aceptación, que era imposible pensar que no los merecía.

No entendí bien de qué iba su pelea, Bemus estaba calmando a uno y Georgós a otro, no había necesidad de prestarles atención cuando tenía a la estrella más amada de mi mundo justo frente a mí, tallando sus ojitos y estirando las manos hacia sus dos tíos, que se plantaron como árboles a mi lado y se la pasaron haciendo gestos para el niño.

—¿En qué momento creciste tanto, mi niño?

Y en parte era reproche, sabía que a partir de que dejaban de verse como sacos de cebada el tiempo pasaba demasiado rápido, y de la noche a la mañana él estaría lanzando su primer jabalina, o tallando su primer arco, quizá incluso conociendo a quien robaría su corazón. Pero de eso ni hablar, todavía no era tiempo.

—Tu hermano se ha librado de mí, pero como tú me presentes a una chica antes de los veinte, las verás duras—Polities me dió un codazo por ser tan celoso, pero Eury me apoyó.
—El hermano pequeño siempre debe ver por sus padres, ¿Entiendes eso Egan?—Usó su voz de instructor, mi niño se quedó atento—Le has dado a tu padre al menos seis sustos de muerte, no sumes otro con una muchacha.

Nos reímos, y él se rió con nosotros, ¡Cuánto había extrañado ese sonido! Sus pequeñas carcajadas, dulces y doradas como la miel más pura, las mejillas se me colorearon cuando lo alcé para que volara en mis brazos. Egan estiró sus brazos y piernas, así como si fuera un ave con el instinto de emprender el vuelo en las venas, no dejamos de reír en ningún momento, lo abracé a mí cuando empezaba a dolerme el pecho de tanta felicidad, nos quedamos quietos y agradecí la enorme mano de mi cuñado en mi hombro.

—No quisiera interrumpir su bello momento—soltó Circe a unos metros, bajo el marco de una puerta—Pero me siento con la deuda de ofrecerles una buena cena, después de ese… Mal comienzo.

Varios de mis hombres se quedaron tiesos cuando dijo eso, ví a Elpinor moviendo a Peri detrás de él muy discretamente y a Eury entrecerrar los ojos con la más pura desconfianza. Mi hijo estiró los brazos hacia la bruja y empujó mi pecho con los pies, como si quisiera tomar impulso para volar hacia ella.

—¿Tienes hambre, pequeño?—Le preguntó ella acercándose.
—BabararaBa—Respondió él.

Circe era una cabeza más alta que yo, quizá un poco más, rondando la altura de Polities pero sin llegar a igualar a Euríloco, la mano de Teléganfir sobre sus dedos se veía increíblemente diminuta, como de recién nacido. Se me revolvió el estómago de la ternura, y se escuchó en todo el salón.

—Alguien tiene hambre—Se rió de mí, Poli le hizo segunda—¿Qué desea su estómago, capitán?

Era una mirada cómplice, fija y directa pero sin dejar de jugar con las manitas de mi hijo. La verdad, hacía mucho que soñaba con comer de nuevo brochetas de cerdo, pero pedirlas justo después de que mis hombres pasaran por esa situación iba a ser demasiado incómodo, quizá incluso irrespetuoso de mi parte, así que le dí a elegir.

𝐉𝐔𝐒𝐓 𝐀 𝐌𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora