Capítulo 2: Noche de Chicas

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Mientras Pamela terminaba de contar los detalles de su apasionada noche, Diana, con una sonrisa maliciosa, se giró hacia Fernando. Lo miró con esa mezcla de picardía y burla que lo desarmaba completamente.

—Bueno, yo también tuve una noche bastante... interesante —dijo Diana, su tono cargado de sarcasmo mientras intercambiaba miradas cómplices con Pamela.

Pamela, curiosa y animada por el relato anterior, se inclinó hacia Diana con una sonrisa traviesa.

—¡Cuéntame! —exclamó, sabiendo que la historia que venía estaba a punto de ser jugosa.

Diana fingió pensarlo por un momento antes de continuar, claramente disfrutando del suspenso.

—Bueno, estaba con Fernando, ya sabes, después de unas copitas... las cosas se calentaron bastante rápido —comenzó, exagerando el tono como si relatara una anécdota divertida—. Y, bueno, llegó el momento en el que nos quitamos la ropa...

Fernando sintió cómo su corazón se aceleraba. Sabía lo que venía. La vergüenza lo invadía como una ola imparable.

—Y ahí... fue cuando lo vi —Diana hizo una pausa dramática, como si tratara de contener una risa, mientras Pamela la miraba expectante—. ¡Les juro que me sentí como si estuviera con otra chica!

Pamela soltó una risotada instantánea. Fernando sintió que la tierra se abría bajo sus pies. Diana no tenía piedad.

—¿Cómo dices? —preguntó Pamela, su rostro iluminado por la risa.

Diana tomó aire, disfrutando cada segundo del relato.

—Sí, ¡exacto! —dijo, todavía con una sonrisa burlona—. ¡Era tan pequeño! No sé cómo explicarlo... —Diana imitó un gesto con los dedos, formando un pequeño círculo con las manos para describir el tamaño del miembro de Fernando—

Pamela se doblaba de risa, tapándose la boca, pero sus ojos brillaban con diversión.

—¡Ay, no! —exclamó Pamela entre risas, mirándolo de reojo—. ¿De verdad?

—¡Totalmente! —continuó Diana, disfrutando la reacción de su amiga—. Y, para colmo, ¡ni siquiera estaba duro! —Diana imitó un gesto de frustración, como si hubiera estado esperando algo impresionante—. Intenté de todo. Lo acaricié, lo besé, lo toqué... pero era como si estuviera jugando con un muñequito de plástico.

Pamela ya no podía más de la risa, mientras Fernando sentía que cada palabra de Diana era una daga que lo atravesaba.

—Lo peor —añadió Diana, poniendo cara de falsa preocupación—, es que hasta traté de hacerlo sentir mejor. Me dije: "Bueno, tal vez si cambiamos de posición...", pero ¡no había manera!

Pamela seguía riendo, completamente entretenida por el relato, mientras Diana continuaba con su historia, ahora imitando las poses y las situaciones de la noche anterior.

—Lo subí encima de mí, lo giré, lo puse de espaldas, y nada —Diana gesticulaba exageradamente, recreando cada intento fallido—. Sentía que estaba haciendo todo el trabajo. Ni siquiera podía sentirlo dentro de mí. Es como si... ¡ni hubiera estado ahí!

 ¡ni hubiera estado ahí!

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