Capítulo 14: Proyecciones del Corazón

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Pamela había comenzado a implementar un curioso sistema de recompensas en la rutina de Amber: pequeños corazones de papel rojo que entregaba con ceremonias afectuosas cada vez que superaba una lección o lograba un avance significativo. Estos corazones se convirtieron rápidamente en una especie de trofeo emocional para Amber, que los guardaba en un pequeño cofre de madera junto con otros recuerdos de esta etapa de su vida.

 Estos corazones se convirtieron rápidamente en una especie de trofeo emocional para Amber, que los guardaba en un pequeño cofre de madera junto con otros recuerdos de esta etapa de su vida

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Las mañanas seguían siendo un desafío físico y emocional. Los ejercicios de glúteos y piernas eran ineludibles, diseñados no solo para tonificar su cuerpo, sino también para fortalecer su conexión con la feminidad que abrazaba con mayor intensidad cada día. Sin embargo, Amber comenzó a notar algo diferente. A pesar de todo el esfuerzo físico, los cambios en su cuerpo parecían demasiado pronunciados para ser solo producto del ejercicio: su cintura lucía más estrecha, sus caderas más redondeadas, sus pechos parecían haber adquirido un volumen inesperado, y hasta sus facciones,  ahora tenían una suavidad que jamás imaginó.

Un día, mientras tomaba el habitual batido de proteínas que Pamela insistía en que bebiera cada mañana, un pensamiento se apoderó de su mente. "Esto no es solo proteína", se dijo a sí mismo. Había oído hablar antes de hormonas que podían inducir transformaciones físicas similares, y todo encajaba. No obstante, lejos de sentir enojo o traición, un sentimiento inesperado lo invadió: gratitud. Esa gratitud, sin embargo, lo asustaba. ¿Cómo podía estar agradecido por algo que debería haberlo alarmado?

Al mirarse al espejo después de ducharse, Amber vio una imagen que la llenó de un orgullo extraño. Radiante. Esa era la palabra que le vino a la mente. Cada detalle, desde su piel suave hasta la forma en que las prendas femeninas ahora le quedaban como hechas a medida, la hacían sentir más completa que nunca. ¿Había sido este siempre su verdadero yo, esperando salir a la luz?

Más allá de los cambios físicos, su relación con Diana y Pamela se había transformado profundamente. Diana seguía siendo el centro emocional de su mundo, pero Amber ahora la veía bajo una luz diferente: más como una figura maternal o incluso una mentora. Pamela, por su parte, había dejado de ser solo la instructora exigente y ahora se sentía como una hermana mayor, aunque con un toque travieso y provocador que mantenía a Amber en constante aprendizaje y, a veces, en nerviosa anticipación.

Amber no confrontó a Diana ni a Pamela sobre las hormonas en el batido. En cambio, aceptó su lugar en esta nueva dinámica con un sentido de pertenencia que nunca había experimentado antes. Aunque esa aceptación venía con una mezcla de miedo y euforia, no podía negar que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía verdaderamente viva.

 Aunque esa aceptación venía con una mezcla de miedo y euforia, no podía negar que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía verdaderamente viva

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El Poder de la TransformaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora