Capítulo 5: El Precio del Silencio

162 3 0
                                    

El día de la boda llegó. Cuando Fernando vio a Diana antes de salir de casa, su corazón dio un vuelco. Ella estaba parada frente al espejo, ajustándose los últimos detalles de su vestido, y se veía absolutamente radiante. Fernando apenas podía contener su emoción. En ese instante, mientras la miraba con admiración, sintió que todo era un sueño hecho realidad. El orgullo y el amor se mezclaban en su pecho; se veía tan hermosa, tan perfecta, que estaba completamente convencido de que había tomado la decisión correcta. No tenía ninguna duda: esa mujer tan increíblemente bella y segura de sí misma era la persona con quien quería pasar el resto de su vida.

Diana se giró hacia él y, al notar la forma en que la observaba, le sonrió de una manera encantadora, como si supiera el efecto que tenía sobre él. Fernando, con el corazón acelerado, se acercó a ella y le tomó la mano, incapaz de apartar los ojos de su radiante belleza. Mientras salían juntos de la casa rumbo a la ceremonia, no pudo evitar pensar que era el hombre más afortunado del mundo.

 Mientras salían juntos de la casa rumbo a la ceremonia, no pudo evitar pensar que era el hombre más afortunado del mundo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 La ceremonia fue breve, sencilla y emotiva. Las familias y amigos más cercanos asistieron, intercambiaron palabras amables y, tras el acto civil, se dirigieron a un elegante restaurante para celebrar con una cena íntima. Fernando, aunque feliz por el evento, no podía evitar sentir una impaciencia creciente. Su mente estaba enfocada en un solo pensamiento: llevar a Diana de regreso al departamento y, por fin, hacerla suya.

Al terminar la cena, Fernando y Diana se despidieron de los invitados y regresaron juntos al apartamento. Apenas cruzaron la puerta, Fernando, dominado por el deseo, le pidió a Diana que le quitara el dispositivo de castidad. Diana lo observó en silencio por un momento, con una mirada pensativa, como si dudara de la decisión. Finalmente, asintió y accedió. Lentamente, retiró el dispositivo, liberando su miembro.

Lo que vino después fue un espectáculo que Fernando no esperaba. Diana empezó a quitarse la ropa de manera sensual, moviéndose al ritmo de una música imaginaria, sus caderas ondulando provocativamente frente a él. Mientras bailaba, sus ojos nunca abandonaron los de Fernando, llenos de una mezcla de seducción y dominio. Su mirada lo atrapaba, y él estaba completamente rendido ante ella.

Cuando quedó únicamente en lencería, Diana se acercó, tomó el miembro de Fernando entre sus manos, pero lo hizo con un gesto inesperado: lo estimulaba suavemente, apenas usando dos dedos, como si su tamaño no requiriera más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando quedó únicamente en lencería, Diana se acercó, tomó el miembro de Fernando entre sus manos, pero lo hizo con un gesto inesperado: lo estimulaba suavemente, apenas usando dos dedos, como si su tamaño no requiriera más. La excitación que Fernando había acumulado durante semanas bajo el control de Diana, con el dispositivo de castidad se disparó. Cada pequeño toque, por mínimo que fuera, lo llevaba más y más cerca del borde.

El Poder de la TransformaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora