Capítulo 7: La Chica en el Espejo

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Los días continuaron su marcha, y la imagen del hombre dominante, así como el efecto que tuvo en Diana, persistía en la mente de Fernando como una sombra inquietante. Cada día, se sentía más cercano a ella, pero también más distante de sí mismo. La preocupación empezó a agolparse en su pecho cuando notó que su cuerpo experimentaba cambios significativos. La delgadez de su cintura no era normal, y las suaves curvas que empezaban a delinearse le hicieron cuestionar el camino que había tomado.

Una tarde, mientras la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, Fernando decidió que era hora de enfrentar la realidad. Se acercó a Diana con una mezcla de nerviosismo y determinación.

—Diana, necesito que me quites las vendas de mi pecho. Tengo que ir al doctor —le dijo, su voz temblando ligeramente.

Diana, con una mirada comprensiva, asintió y se acercó. Al retirar las vendas, Fernando sintió una extraña mezcla de alivio y pánico. Cuando se volvió hacia el espejo, un grito ahogado se escapó de sus labios.

Frente a él había un reflejo que no reconocía. Su pecho ya no estaba hinchado; en su lugar, se asomaban dos senos que parecían haber estado ahí siempre, desafiando su percepción de sí mismo. Sus caderas, antes casi inexistentes, ahora se curvaban de una forma que le resultaba desconocida, y su rostro había adquirido una suavidad que nunca había tenido.

—Diana, ¿qué has hecho? —preguntó, su voz temblando de incredulidad y angustia.

Diana se mantuvo serena.

—Son solo pastillas, Fernando. Solo una ayuda para que saques a la luz tu verdadero yo —respondió con un tono que intentaba ser tranquilizador.

—¿Mi verdadero yo? —replicó Fernando, mirándose nuevamente en el espejo, sintiéndose como un extraño en su propia piel—. Estoy confundido. Estoy angustiado.

Pamela, que había estado observando desde la distancia, se acercó y tomó la mano de Fernando con ternura.

—Deja que te ayudemos, Fernando. Esto puede ser liberador. Confía en nosotras —le dijo, guiándolo hacia la ducha.

Sin saber muy bien qué esperar, Fernando se desvistió lentamente. Las chicas, con sonrisas de complicidad, comenzaron a calentar una cera especial. Con un par de movimientos delicados, comenzaron a cubrir su piel con la cera caliente. El calor le provocó escalofríos, pero había algo en la atmósfera, algo en la forma en que ellas lo miraban, que lo hacía sentirse a la vez vulnerable y seguro.

Una vez que la cera estuvo aplicada, las chicas la retiraron con cuidado, dejando su piel suave y sin rastro de vello corporal. Fue un proceso extraño pero liberador. Luego, Diana se acercó a él y, con un toque suave, retiró el dispositivo de castidad que había llevado puesto durante tanto tiempo. El contacto con su piel era diferente; el dispositivo se sentía más extraño, como si ya no perteneciera a él.

 El contacto con su piel era diferente; el dispositivo se sentía más extraño, como si ya no perteneciera a él

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Fernando miró su entrepierna, y lo que vio le causó un nuevo torbellino de emociones. Su miembro, ahora era más pequeño, casi insignificante. Sin embargo, al verse en el espejo después de la depilación, un sentimiento de asombro y agrado recorrió su cuerpo. Su piel brillaba, sus curvas se veían atractivas, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que había algo especial en su transformación.

El Poder de la TransformaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora