Capítulo 19: Descubriendo Tentaciones

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Amber entró al cuarto,  su corazón latiendo como un tambor desbocado. La oscuridad inicial era abrumadora, pero cuando Armando encendió unas luces bajas, un suave resplandor reveló el espacio ante ella. Sus ojos recorrieron la habitación, absorbiendo cada detalle. Amber sintió que todo el aire abandonaba sus pulmones. Era un cuarto completamente diferente al resto de la casa. Las paredes estaban cubiertas de terciopelo rojo, y la iluminación suave provenía de varias lámparas con pantallas de encaje negro. Había espejos en las paredes, una cama con postes de metal y cadenas colgando discretamente de los bordes. En una mesa cercana, había un arsenal de juguetes sexuales organizados meticulosamente: esposas, vendas, plumeros, consoladores y más.

—Este es mi santuario —dijo Armando, cerrando la puerta tras ellos—. Y esta noche, es nuestro.

Amber sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. 

Antes de que pudiera terminar, él la interrumpió colocando un dedo sobre sus labios.

—Shh. No tienes que decir nada. Solo quiero que confíes en mí. ¿Puedo pedirte eso?

Ella asintió lentamente. Su corazón latía tan rápido que pensó que él podía oírlo. Armando tomó un collar de cuero negro de la mesa. Tenía una placa dorada grabada con una palabra: "sissy".

—Esto no es solo un accesorio —dijo mientras lo mostraba—. Es un símbolo de confianza. Si aceptas llevarlo, aceptas que esta noche yo tomo el control. Pero también prometo que haré que te sientas como nunca antes.

Amber tragó saliva. Había algo en su voz, en la forma en que la miraba, que la hacía querer rendirse por completo. —Estoy lista —susurró.

Con manos firmes, Armando colocó el collar alrededor de su cuello y lo abrochó. La sensación del cuero contra su piel la hizo estremecerse. Luego, él la tomó de la mano y la guió hacia un diván. La hizo sentarse y, con movimientos calculados, tomó una venda de seda y cubrió sus ojos.

—Cuando no puedes ver, tus otros sentidos se intensifican —dijo Armando, su voz un susurro caliente en su oído.— Quiero que sientas cada caricia, cada beso, como si fuera la primera vez.

La venda la dejó en completa oscuridad. Amber sintió cómo el aire cambiaba a su alrededor cuando él se movía. El primer contacto fue un plumero de plumas que recorrió lentamente su brazo, su clavícula, y luego descendiendo por el contorno de su pecho. Era una sensación exquisita, casi torturante.

—Eres hermosa, Amber —dijo Armando mientras sus labios rozaban suavemente su cuello—. Pero esta noche quiero que entiendas lo que significa ser mía.

El plumero desapareció, y fue reemplazado por las manos de él, firmes y seguras. La acarició con una mezcla de fuerza y delicadeza, explorando cada centímetro de su cuerpo. Amber jadeó, completamente perdida en las sensaciones. Sus manos buscaron instintivamente tocarlo, pero Armando las detuvo, sujetándolas suavemente por las muñecas.

—No. Esta noche, tú recibes. Yo guío.

Ella asintió, aunque no podía verlo. Se entregó por completo, permitiendo que Armando la moldeara como deseaba. Con el paso de los minutos, las caricias se volvieron más intensas, más demandantes. Amber sintió cómo su cuerpo respondía, cómo una necesidad primitiva se apoderaba de ella.

Armando la llevó hacia la cama, deslizó las cadenas para sujetar suavemente sus manos y continuó explorándola. Su voz, baja y ronca, le susurraba al oído palabras de afirmación y dominio.

—Eres mía, Amber. Y te prometo que nunca volverás a sentirte incompleta. Esta noche, te mostraré quién eres realmente.

Amber jadeó, cada palabra encendiéndola más. Sabía que había cruzado un umbral del que no había vuelta atrás. Y, por primera vez en su vida, no quería regresar.

Esa noche, mientras Amber se acostaba en la cama de Armando, su mente estaba en un torbellino de emociones. Cada caricia, cada beso, cada palabra que Armando le había susurrado resonaban en su interior, dejando un rastro indeleble en su piel y en su alma. Sus dedos trazaban lentamente el contorno del collar que todavía llevaba puesto, símbolo de una entrega que nunca antes había experimentado. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente estaba despierta, repasando cada momento de la velada. No pudo dormir.

A la mañana siguiente, Armando ya estaba levantado temprano, preparándose para ir al gimnasio. Vestía una camiseta ajustada y pantalones deportivos, luciendo tan irresistible como siempre. Al notar la mirada soñadora de Amber, sonrió.

—Tengo que irme, pero quiero que te quedes aquí —dijo, acercándose a la cama y acariciando suavemente su mejilla—. Este lugar también es tuyo ahora, Amber. Tómate el día para descansar.

Amber asintió, aunque una parte de ella quería regresar con Diana y Pamela. Sin embargo, su cuerpo la empujaba a quedarse. «Tal vez es momento de permitirme esto», pensó.

Cuando Armando salió, Amber se levantó y comenzó a recorrer el departamento. Cada rincón de la casa tenía un toque masculino, elegante y funcional, excepto por una puerta al final del pasillo que la intrigaba. Al abrirla, se encontró con un clóset lleno de ropa sensual de mujer: lencería de encaje, vestidos ajustados, y una colección impresionante de accesorios. Era como si ese espacio estuviera hecho para ella.

Una prenda en particular llamó su atención: un enterizo de mallas rojo que brillaba bajo la luz del clóset. Amber lo tomó entre sus manos, admirando su delicadeza y al mismo tiempo su audacia. Sin pensarlo demasiado, comenzó a desvestirse y a probarse la prenda. El material se ajustó perfectamente a su cuerpo, acentuando cada curva que había trabajado tanto por conseguir.

Se miró en el espejo de cuerpo entero que había en la habitación. El enterizo resaltaba su feminidad de una manera que nunca antes había experimentado. Sus manos recorrieron su figura, explorando cómo el material se ajustaba a su piel. Un rubor intenso cubrió sus mejillas al pensar en cómo Armando la miraría si la viera así.

«¿Qué diría si llegara ahora?», se preguntó, sintiendo una mezcla de nerviosismo y excitación. Cerró los ojos y comenzó a imaginarlo: Armando entrando al cuarto, sus ojos brillando con deseo al verla. Podía casi sentir sus manos fuertes sobre ella, reclamándola como había hecho la noche anterior. Sus fantasías se volvieron más intensas, y Amber se perdió en el momento, abrazando su lado más sensual.

Mientras se contemplaba, la seguridad creció en ella. Por primera vez en mucho tiempo, no solo se sentía deseable, sino poderosa. La imagen que proyectaba en el espejo era la de una mujer que sabía lo que quería, y lo que quería era a Armando. Con una sonrisa juguetona, decidió esperar su regreso usando el enterizo rojo, lista para descubrir qué más podía ofrecerle esa conexión intensa y electrizante que habían compartido.

 Con una sonrisa juguetona, decidió esperar su regreso usando el enterizo rojo, lista para descubrir qué más podía ofrecerle esa conexión intensa y electrizante que habían compartido

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⏰ Última actualización: Dec 23, 2024 ⏰

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