Capítulo 12: La Máquina del Placer

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Desde que empezó la transformación de Amber, cada lección con Pamela y Diana había sido una experiencia que la empujaba más y más allá de los límites de lo que alguna vez pensó que era posible para ella. Pero esta vez, Amber sentía un tipo diferente de nerviosismo, algo más profundo.

Pamela la esperaba en la sala de estar, vestida con unos shorts de yoga. Diana estaba cerca, en la cocina, preparando algo. Pamela le hizo un gesto a Amber para que se sentara frente a ella.

—Hoy vamos a hablar de algo muy especial —dijo Pamela, con una sonrisa enigmática—. Hemos trabajado mucho en cómo debes comportarte, cómo debes vestirte, caminar, moverte... pero hay algo fundamental que aún no hemos tocado del todo.

—El placer masculino —continuó Pamela—. Un verdadero hombre sabe lo que quiere, y tú, Amber, necesitas aprender cómo complacerlo. Pero antes de que te enseñemos cómo hacerlo, es importante que entiendas lo que es un verdadero miembro masculino.

Pamela sacó su teléfono y comenzó a mostrarle a Amber una serie de fotos explícitas de los miembros de sus exnovios. Cada uno era grande, grueso, y con una presencia imponente que solo el tiempo y la experiencia podían manejar. Las imágenes eran impactantes, y Amber no podía dejar de mirarlas, sus ojos absorbían cada detalle mientras Pamela hablaba.

—Cada uno de estos hombres me hizo sentir cosas que no podrías imaginar. La forma en que llenan tu boca, cómo se sienten al deslizarse dentro de ti... es algo que no se puede describir, solo experimentar.

Diana se unió a la conversación, sentándose a un lado de Amber. —La primera vez que lo tienes entre tus labios, la textura, el sabor... es pura excitación, Amber. —Diana reía suavemente, mientras su mano acariciaba el muslo de Amber con un gesto casi maternal.

Las palabras de Pamela y Diana resonaban en su mente, llenándola de imágenes que nunca había contemplado antes. Amber, que hasta hace poco tiempo no había mostrado interés en los hombres de esa manera, empezaba a sentir cómo su cuerpo reaccionaba. Su mente, ahora condicionada por meses de instrucción, estaba abierta a nuevos deseos, nuevos impulsos que empezaban a emerger sin control.

—Es hora de que empieces a aprender —dijo Pamela con una sonrisa pícara, y Diana asintió.

Pamela se levantó y fue a la cocina. Regresó con unos plátanos pelados, entregándole uno a Diana y otro a Amber. —Dar placer oral es una de las habilidades más importantes que vas a aprender. Pero no solo se trata de hacerlo bien, Amber. Debes hacerlo con devoción. Dar placer a un hombre debe convertirse en algo que te excite, algo que te haga sentir completa.

Diana tomó su plátano con una sensualidad innata y comenzó a deslizarlo dentro de su boca, despacio, jugando con la punta de manera sugestiva, dejando escapar suaves gemidos como si fuera algo real. —El truco está en hacerlo desear más —dijo Diana—. Debes jugar con él, hacerle sentir que no hay nada más importante en el mundo que darle placer. Mira cómo lo hago.

 Mira cómo lo hago

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