XXXII

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Capitulo 32: ¿Que puedo esperar de ti?


Entre las calles poco cuidadas, dando la imagen de haber sido abandonadas hace mucho tiempo, México se encontraba desesperado buscando a alguien.

El aún recuerda lo que le hablaron de entregar ese tipo de mercancía. Droga, eso era lo que le dijeron que era. Al principio, ni siquiera considero malo hacerlo. Creía haber visto a su mamá tomar de esos de vez en cuando. No era completamente consciente de la gravedad de esa palabra en esos tiempos. Una vez escucho a alguien dirigirse de esa forma a esas pastillas y México adoptó esa forma de llamarlo.

Nadie le había corregido, asumiendo rápidamente que era tal y como creía que era, y como el patrón le había hecho pensar.

Pero era verdad, tanto como su verdadero significado como la forma en que había llegado a ver a algunas personas usarlo. El estado en el que quedaron algunos fue... Similar a cómo eran los borrachos.

Pero fueron muy pocas personas a las que vio tomarlas, terminando tiempo después en que las entregará en pequeñas cajas a la casa de algunos de ellos. La cantidad de personas a las que entregaba fue disminuyendo con los años. Con él obedeciendo sin cuestionar demasiado. Escucho muchas formas por las que se referían a los efectos que causaban.


Aún se encontraba un poco conmocionado. Chile ha alcanzado un nivel de molestia que nunca pensó que alcanzaría para él. ¿En qué le ayuda saber algo como eso? Y si fuese verdad, lo cual no lo es, ¿Por qué recién ahora se le ocurre decirlo?

Camino a paso rápido, más cansado por su anterior huida del extraño de los dólares. Mantuvo un ritmo que no le hiciera perder el aliento de nuevo. Buscaba desesperadamente el lugar donde sabe que siempre la encontraría, a ella, la única persona ahora que podría consolarlo y decirle que todo lo que Chile le ha estado diciendo hasta ahora era mentira. Tanto lo de su supuesto hermano como el hecho que él y Arge hayan conocido antes a Usa. Sabía que esa mirada dudosa era prueba suficiente como para no creerle nada. Haciendo a un lado esos pensamientos, bajo un poco el ritmo hasta que pudo visualizar el lugar al que quería llegar. Cerca del mercado, como encuentro de sus desgracias, todo gracias a Usa, y de dónde se la ha pasado trabajando por tanto tiempo.

Y ahí estaba, la luz que necesitaba en estos momentos. Una luz que podría hacer mejor trabajo consolándolo que el pendejo de Chile.

Ella estaba afuera de su establecimiento, caminando de aquí para allá de forma apresurada en el asfalto y la acera. Se veía algo desesperada.

México presentía que ella ya había notado su presencia, pero siguió concentrada en lo que estaba haciendo.

— ¡Hola doñ- ¿a dónde se va a ir? — se calló apenas vio lo que parecían ser algunas cosas pertenecientes a la mujer esparcidas de forma desordenada dentro de ese recinto.

— Oh México. — se detuvo un segundo a mirarlo en reconocimiento a su saludo. — Yo solo me estoy mudando.

— ¿Mudando? ¿Como así? ¿Por qué? — confundido, siguió a la mujer en cada paso que hacía sin tratar de estorbar su camino.

— Yo ya me debo ir. — declaró.

Un silencio sepulcral fue lo que recibió del menor ante eso. — ¿Le dieron permiso? — sabiendo a quién se refería, ella solo soltó un bufido. México solo continuó mirándola expectante.

La mujer le devolvió la mirada de reojo mientras organizaba algunas cosas dentro de una caja. Sabía a lo que se refería, pero no sabía cómo explicárselo a México. — Claro que sí. — con voz un poco cansada, siguió hablando con cuidado de sus propias palabras

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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