XII

287 30 2
                                    


Capítulo 12: Algo de que hablar.


Una pequeña nube. Otra más. Podría formar un cielo en esa oscura y fría parte de la calle con su aliento, sin ningún tipo de luz lo bastante resplandeciente y blanca que hiciera de la verdadera luna que ahora parecía ausente en el cielo real. ¿Cuánto tiempo había pasado ya? Las calles estaban silenciosas, muy diferente a como estaba en la mañana con las personas que rara vez mantenían un ambiente alegre, pero que ocupaban bastante espacio como para animarlo, aunque sea un poco con la multitud que hacían.

Miro a un Perú aparentemente dormido. No dijeron una palabra desde hace rato.

Intentaba que el contacto entre ellos no sea invasivo, en especial luego del estado en el que Perú estuvo. Chile concluyo que en un estado así no querría ser tocado demasiado. No sabía que vio, o lo que le paso durante el desastre, pero trataba de no darle mucha importancia. Perú suele ponerse de esta forma en ocasiones. Tal vez en un par de horas se recupere y vuelva a como es siempre.

Observo a su alrededor. Le hubiera gustado escuchar al menos a unos cuantos pájaros, o los grillos, aunque sea. Una de las cosas más extrañas de este pueblo, haciéndose lucir a veces silencioso, aparentando no tener ningún alma viviendo ahí y aun así mantenerse de esa manera.

Escucho unos pasos. Se puso alerta desde su lugar, con su espalda tensa y un tanto adolorida por el tiempo sentado en una posición incómoda. Palpo por encima de su bolsillo la pequeña navaja que guardaba para asegurarse de su lugar y sacarlo en cualquier momento.

Se sentía pequeño con aquel escenario de callejón que daban, así que una pequeña herida cerca de la rodilla podría llevarlo a su altura.

Aquellos pasos se detuvieron cerca de la entrada del sitio. Escucho el sonido familiar de llaves chocando entre ellas. Cuando pensaba que aquel era un ladrón, la figura camino unos pasos más hasta asomarse por aquella esquina del callejón, notando su presencia.

Era aquella señora de la que México les había hablado antes.

—Dios santo. —dijo, incrédula de encontrarlos de ese modo. — ¿Cuánto tiempo han estado ahí esperando?

Chile tenía a Perú apoyado en su hombro. Luego de haberse recostado contra aquel desgastado muro de concreto, se percató segundos después del cabeceo por el cansancio que Perú tenía, por lo que decidieron servir de apoyo al otro para descansar los ojos un momento.

Chile solo sonrió con cansancio, que parecía más una rara mueca todavía adormecida, mostrándola como modo de saludo —¿Paso mucho tiempo?

Escucho un suspiro resignado. — ¿Que ha pasado?

Rodó los ojos hacia un lado — Bueno, alguien aún no termino de odiarnos al parecer.— declaró en un tono que pretendía ser bromista.

— ¿Y el otro que tiene? — Refiriéndose a Perú.

— Solo sueño.

¿La noticia se habrá extendido rápido?

Presiente que es como si la mujer supiera sobre el tipo de desgracia que les pasó, pero no exactamente cuál.

— ¿Se quedarán?

— ¿Nos deja?

Ella guardó silencio y movió las llaves que tenía seguido de un gesto de que la siguieran.

No siempre se dignaban a hablar a otros adultos. No en su caso. No siempre termina bien. Un pensamiento compartido entre adultos es que, para ellos, los pocos niños que quedaban eran despreciables. Por resentimiento, algo no muy fácil de desaparecer, pero un poco comprensible. Nadie sabe muy bien la verdadera historia de todos modos.

¿Solo un dólar? || UsaMex ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora