II

531 88 11
                                    

Capítulo 2: Malas sensaciones.

No sintió nada más que un escalofrío al verlo sonreírle.

La distancia entre ellos era considerable, no tanto como para verlo a detalle, pero si para notar la sonrisa de dientes relucientes que le dirigía, claro que estaban como a una cuadra, era fácil notarlo, pero a México le valía bastante verga eso.

Quiso voltear y seguir su camino, pero tuvo la extraña sensación de que, sería muy descortés hacerlo.

¡Ja!, ¿descortés? ¿y desde cuando le importaba serlo con otros?, sobre todo con gente como ese, ni que por solo no sostenerle la mirada le fueran a castigar o algo así. No había necesidad de seguir observarlo, ni mantener sus miradas, ni notar como ese tipo daba alguna clase de orden a uno de esos guardaespaldas y subía su ventana polarizada hasta taparlo completamente, no sin antes haberle dedicado una sonrisa de medio lado que no le inspiraba ninguna confianza.

No hubo necesidad de continuar viéndolo, ¿o sí México? Entonces, ¿por qué sigues parado en el mismo lugar?

"¿Quién era él?"— sintió una especie de deja vú cuando vio partir el vehículo.

— Oye chamaco! —sintió que lo jalaban. —parece que te quedaste en las nubes mirando.

—¿Como? — se encontraba perplejo, ese tipo no le daba buena espina. — No se crea doña, ni que fuera tan bonito el carro. ¿Por qué hay tanto pedo por esos hombres de todos modos? Estoy seguro de que un chingo de gente ha hablado de eso. — Por esas zonas de la ciudad era bastante raro que alguien estuviera paseándose con un coche así, especialmente cerca de ese mercado, que es parte del territorio de su patrón.

—Creo que es uno de los socios. — la señora parecía estar bastante tensa de solo hablar de eso. —escuche que vendrían a verificar el progreso del negocio en los últimos meses y tratar ciertos "asuntos" con el jefe.

—¿Con mi patrón?, ¿Y de que hablarán?

—No lo sé y tampoco me quiero meter en eso, y más vale que tú también te mantengas alejado. — La mujer posó su mano por encima de su bolsillo y la palmeo suavemente. — Ya no hablemos de eso, ¿Aún no entregaste la mercancía? Por lo que veo estuviste ocupado en otro de tus trabajos para camuflarte. —señaló la caja que el menor sostenía. — Te ayudaré a terminar, mezclaremos ambas de nuestras partes y las repartiremos a esos vejetes, ¿No ibas a hacer nada más, o sí?

—Pues...— En realidad tenía planeado ir a jugar en una de esas nuevas maquinitas, pero pensándolo mejor, perder el tiempo solo haría que su castigo empeorara. — No pues... la verdad es que perdí la lista, y, bueno, aún me falta bastante pa' terminar. — No quería mentirle, luego de revisar su bolsillo se había cuenta de que perdió la lista donde también tenía anotada la dirección de un cliente; así que era preferible aceptar la ayuda de esa señora.

— Entonces deja de mirar a la nada como pendejo y ven ayúdame. — la mayor había empezado a caminar en dirección a un pequeño puesto que tenía instalado, una tienda bastante sencilla y humilde, pero que servía más como un almacén para guardar y mantener oculto los diferentes tipos de alcohol que vende en su bar.

México siguió a la señora con pasos agigantados, "Sí que camina la doña", pensó. Pero todavía no entendía nada, el tipo de antes se le hacía más raro que otra cosa, aunque solo había visto su cara, estaba casi seguro de que no le caería nada bien si llegara a conocerlo, aunque de igual forma era bastante improbable cruzar palabra alguna con ese sujeto, puesto que solo era un simple adolescente que se ganaba la vida con trabajos de poca monta. No se sentía avergonzado de ejercer esos trabajos, es más, los consideraba mejor que hacer cualquier otra cosa que hacen los demás niños de una clase promedio; para México, ya era sueño pasado ir a la escuela, ni imaginarse teniendo unos padres que lo amen o una buena casa en la que pueda vivir con sus demás hermanos. Sí, para México, eso no era más que un sueño frustrado.

¿Solo un dólar? || UsaMex ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora