Capítulo 13: Lazos Fracturados

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La ciudad había caído en un crepúsculo de luces lejanas, y desde la nueva ubicación del apartamento, la vida urbana parecía estar tan lejos como sus preocupaciones cotidianas deberían haber estado. Pero no lo estaban. Caitlyn se sentía atrapada en una telaraña de responsabilidades, amenazas y decisiones que afectaban no solo su vida, sino la de las personas que más amaba. Cada día que pasaba, el peligro del narcotraficante se hacía más real, más tangible. Y aunque la seguridad en su nuevo hogar era impenetrable, la verdadera vulnerabilidad residía en su interior.

Caitlyn y Vi habían estado pasando más tiempo juntas, no por obligación, sino por la necesidad de aferrarse a algo más fuerte que el miedo. Sin embargo, la cercanía también había revelado grietas. Vi, que siempre había sido un bastión de fortaleza, parecía estar tambaleándose bajo la presión. Caitlyn lo notaba en los pequeños detalles: las respuestas cortas, el nerviosismo contenido, las miradas vacilantes cuando pensaba que nadie la veía.

Esa tarde, el apartamento estaba sumido en un silencio incómodo. Caitlyn había terminado de revisar algunos documentos, y la tranquilidad se sentía extraña, casi sofocante. Habían estado esquivando el tema de las amenazas, de Jinx y Lux, de cómo todo parecía estar desmoronándose alrededor suyo.

—Voy a salir un momento —anunció Vi desde la puerta, su voz sonaba extraña, como si estuviera a punto de quebrarse, aunque intentaba ocultarlo.

—¿A dónde? —preguntó Caitlyn, levantando la vista, con el ceño fruncido. Sabía que algo no estaba bien.

—Solo necesito un poco de aire... pensar —respondió Vi, evitando el contacto visual mientras tomaba sus llaves.

—Vi, no tienes que hacerlo sola. Sabes que estoy aquí, ¿no? —Caitlyn dejó los papeles a un lado, sintiendo cómo la distancia entre ellas había crecido más de lo que quería admitir.

Vi asintió con una pequeña sonrisa forzada. —Lo sé, pero a veces... a veces necesito un espacio, Cait. Volveré pronto.

Caitlyn la observó salir, sintiendo una punzada de inquietud que no podía sacudirse.

Vi caminó sin rumbo fijo por las calles. Sabía a dónde iba, pero no quería admitirlo. La fuerza que había mantenido durante tanto tiempo se sentía como una carga insoportable, y el peso de proteger a Caitlyn, de lidiar con las amenazas, y de controlar sus propios demonios estaba aplastándola lentamente. No había hablado con nadie sobre cómo se sentía. No quería ser una carga, ni para Caitlyn ni para las personas que la rodeaban. Ella era la fuerte, la que siempre había mantenido todo en su sitio. Pero esa fachada empezaba a desmoronarse.

Al llegar a un bar en un rincón poco concurrido de la ciudad, Vi se quedó mirando la entrada por un momento, dudando. Sabía que esto no era lo correcto, sabía que había prometido mantenerse alejada del alcohol después de lo sucedido en el pasado. Sin embargo, el deseo de evadirse, de entumecer el dolor, era más fuerte.

Entró.

El ambiente del bar era oscuro y cálido, una especie de refugio temporal donde las preocupaciones quedaban al otro lado de la puerta. Vi pidió una copa, y cuando la bebida llegó, la sostuvo entre las manos, observando el líquido ámbar con una mezcla de culpa y resignación.

Tomó un sorbo, luego otro. La calidez del alcohol recorrió su cuerpo, y por un instante, el peso en sus hombros pareció aligerarse. El silencio mental que tanto había anhelado llegó con cada trago, pero en el fondo, sabía que era solo una ilusión temporal.

Mientras tanto, Caitlyn había intentado ocuparse en casa, pero la inquietud no la dejaba en paz. La ausencia de Vi pesaba más de lo que imaginaba, y un mal presentimiento la invadió. Tras varios minutos sin poder concentrarse en nada más, tomó su teléfono y salió en busca de Vi.

Sabía a dónde ir. Aunque Vi no lo había mencionado, Caitlyn tenía una idea de lo que estaba pasando. Su intuición la llevó al lugar correcto.

Cuando Caitlyn entró en el bar, su corazón dio un vuelco al ver a Vi sentada en la barra, con una copa vacía frente a ella y otra a medio consumir en la mano. La imagen la golpeó como un balde de agua fría.

Vi, su Vi, la mujer fuerte y decidida que siempre mantenía el control, ahora parecía rota.

Caitlyn no tardó en acercarse, sintiendo una mezcla de tristeza, preocupación y rabia.

—Vi —susurró con firmeza, acercándose más a ella.

Vi alzó la vista, sus ojos ligeramente vidriosos por el alcohol. —Cait... —murmuró, como si no esperara verla allí.

Caitlyn se inclinó hacia la barra y tomó la copa de la mano de Vi antes de que pudiera tomar otro sorbo. La dejó con suavidad pero determinación sobre la madera desgastada de la barra. —¿Qué estás haciendo?

Vi apartó la mirada, avergonzada. —Lo siento, amor. Es solo... todo es demasiado.

—Lo sé, pero este no es el camino —respondió Caitlyn, su voz suave pero llena de dolor. Se sentó a su lado, tomándola de la mano—. No tienes que cargar con todo esto sola. No tienes que demostrar nada a nadie.

Vi apretó la mandíbula, luchando por mantener las lágrimas a raya. —No quería que lo vieras... No quería que supieras que no puedo con esto.

—Vi, eres humana. Nadie espera que seas perfecta. Solo quiero que estés bien, que hablemos de lo que sientes en lugar de que lo enfrentes así, de esta manera —insistió Caitlyn, su voz rompiéndose un poco al final.

Vi se inclinó hacia ella, apoyando la frente en su hombro mientras soltaba un suspiro tembloroso. El alcohol había entumecido sus sentidos, pero la culpa y el miedo seguían presentes. Caitlyn la abrazó con fuerza, sosteniéndola como si con ese gesto pudiera protegerla de sí misma, de todo el caos que las rodeaba.

—Vamos a casa —murmuró Caitlyn finalmente, después de un largo silencio. Vi asintió, permitiendo que Cait la ayudara a levantarse.

El camino de regreso fue silencioso, pero en ese silencio había una promesa no dicha de que las cosas debían cambiar.

Esa noche, cuando llegaron al apartamento, Vi se dejó caer en el sofá, hundiendo la cabeza en las manos. Caitlyn la observó por un momento, y luego se sentó a su lado.

—Vi, no puedo perderte en esto. No puedo verte ir por ese camino otra vez —dijo en voz baja.

Vi levantó la cabeza y la miró, con los ojos llenos de emociones encontradas. —No lo haré. No quiero que esto me controle otra vez. Solo... me siento tan agotada, Cait. No sé cómo manejar todo esto.

Caitlyn tomó su mano entre las suyas. —No tienes que manejarlo sola. Estoy aquí, siempre estaré aquí. Pero tienes que confiar en mí, tienes que hablar conmigo cuando te sientas así.

Vi asintió lentamente, entendiendo las palabras de Caitlyn. Sabía que había fallado en su intento de mantenerse fuerte por las dos, pero también sabía que Cait tenía razón. No podía enfrentar todo esto sola, y no tenía por qué hacerlo.

Se inclinó hacia Caitlyn, apoyando la cabeza en su regazo, buscando consuelo en su cercanía. Caitlyn pasó los dedos suavemente por su cabello, dejando que el silencio llenara el espacio entre ellas.

—Te amo, Cait —murmuró Vi.

—Y yo a ti, cariño. Pero tenemos que cuidar de nosotras, de esto —respondió Caitlyn, acariciando su rostro con ternura—. Vamos a salir de esta, pero tenemos que hacerlo juntas.

La noche se fue desvaneciendo lentamente, y aunque las heridas emocionales de Vi no se sanarían de inmediato, ambas sabían que ese momento de vulnerabilidad sería un punto de inflexión en su relación. Las amenazas seguían ahí, el peligro no había desaparecido, pero juntas podían enfrentarlo.

Ecos de Nosotras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora