Capítulo 14: ¿Juntas? Juntas.

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Caitlyn caminaba de un lado a otro en la sala, observando las luces de la ciudad a través de las amplias ventanas del apartamento. La vista que una vez le traía calma ahora solo le recordaba lo cerca que estaba todo de desmoronarse. Los eventos de la noche anterior seguían pesando en su mente. Ver a Vi romperse de esa manera, recurriendo al alcohol en un momento de debilidad, había despertado una angustia que no podía sacudirse.

La preocupación por su seguridad, por las constantes amenazas del narcotraficante, parecía haberse extendido como una sombra sobre todo lo que amaba. Caitlyn intentaba procesar todo, pero el cansancio mental y emocional empezaba a pasar factura.

Sentada en el sofá, abrazó sus rodillas, recordando el dolor en los ojos de Vi cuando la encontró en el bar. Sabía que Vi había llegado a un límite que nunca había querido cruzar, pero también entendía que el peso de todo lo que estaban enfrentando juntas era más de lo que cualquiera podría soportar.

De pronto, oyó el suave sonido de los pasos de Vi acercándose desde el pasillo. Cuando Caitlyn levantó la vista, vio a Vi de pie en la entrada de la sala, con una expresión de arrepentimiento. Sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y culpa, y antes de que Caitlyn pudiera decir algo, Vi caminó lentamente hacia ella, deteniéndose justo frente al sofá.

—Cait... —Vi comenzó, su voz baja y vacilante—. Quiero pedirte perdón por lo que pasó anoche. No debí... No debí haber dejado que todo llegara tan lejos.

Caitlyn mantuvo su mirada fija en ella, pero no respondió de inmediato. El silencio entre ellas era pesado, lleno de emociones no expresadas. Vi se sentó a su lado, tomando su mano con suavidad, como si temiera que Caitlyn pudiera apartarse.

—Sé que te fallé. Prometí que no dejaría que el alcohol volviera a entrar en mi vida de esa manera, pero... todo se ha vuelto tan difícil. Las amenazas, la presión de no saber si estaremos seguras mañana... —Vi dejó escapar un suspiro tembloroso, su mirada clavada en las manos de Caitlyn, incapaz de sostener la intensidad de sus ojos—. Siento que te estoy arrastrando a todo este caos. Y no quiero hacerte daño, Cait.

Caitlyn soltó un suspiro largo, apretando los labios antes de responder. —No me estás arrastrando a nada, Vi. Estamos en esto juntas, porque así lo elegimos. Y aunque entiendo que todo esto es complicado, tienes que confiar en mí para llevar el peso contigo. No puedes volver a ese lugar oscuro —dijo, su voz firme pero llena de ternura.

Vi asintió, sintiendo cómo el nudo en su garganta se deshacía lentamente. —Lo sé. Y no volverá a pasar, lo prometo. Estoy aquí contigo, y lucharé por nosotras.

Caitlyn le acarició el rostro con los dedos, intentando borrar la tristeza que veía en su expresión. —Y yo también lucharé por nosotras. Pero tienes que prometerme que hablarás conmigo cuando sientas que no puedes más. No quiero perderte en esto.

Vi cerró los ojos ante el toque suave de Caitlyn y asintió nuevamente. —Te lo prometo, Cait. Lo haré.

Ambas se quedaron en silencio por un momento, simplemente abrazándose, dejando que el calor de la cercanía alivianara la carga emocional que pesaba sobre sus hombros. Pero justo cuando parecía que la calma podría durar un poco más, el teléfono de Caitlyn vibró en la mesa de café.

Caitlyn se enderezó lentamente y tomó el teléfono, frunciendo el ceño cuando vio un mensaje de un número desconocido. Al abrir el mensaje, su corazón se aceleró de inmediato.

"No fue suficiente la advertencia. Ahora vamos por alguien más cercano. Prepárate, Caitlyn, pronto será tu turno."

La sangre de Caitlyn se congeló mientras sus ojos repasaban una y otra vez el mensaje amenazante. Vi, al notar el cambio en su expresión, se inclinó hacia ella, mirando la pantalla del teléfono.

—¿Qué pasa? —preguntó, su voz cargada de alarma.

Caitlyn apenas podía hablar, pero levantó el teléfono para que Vi leyera el mensaje. La tranquilidad que había ganado en esos minutos se desvaneció de inmediato, reemplazada por una ola de terror y angustia.

—No... —murmuró Vi, tomando el teléfono de las manos de Caitlyn para leer el mensaje de nuevo—. No pueden... no pueden estar tan cerca.

Caitlyn se levantó bruscamente, con el corazón acelerado, caminando de un lado a otro mientras trataba de procesar lo que acababa de leer. —Tenemos que hacer algo, Vi. No podemos quedarnos esperando a que ataquen de nuevo. No después de lo que le pasó a Jinx.

Vi se levantó y la rodeó con los brazos, intentando calmarla. —Vamos a protegernos, Cait. Ya tomamos medidas. No van a poder hacernos daño.

—¿Y si no es a nosotras? —replicó Caitlyn, con la voz temblorosa—. Dicen que van por alguien cercano, Vi. ¿Quién será esta vez? ¿Tu hermana? ¿Mis padres? ¿Lux? ¡No podemos proteger a todos!

Vi cerró los ojos por un momento, sintiendo la impotencia de la situación, pero luego la miró con firmeza. —Haremos lo que sea necesario, Cait. No vamos a dejar que ese maldito narcotraficante gane.

Pero en el fondo, ambas sabían que estaban luchando contra un enemigo despiadado, alguien que no tenía escrúpulos para atacar a cualquier persona que estuviera en su camino.

Horas más tarde, mientras la noche envolvía la ciudad y las luces de los edificios parpadeaban en la distancia, Caitlyn y Vi se sentaron juntas en la sala, discutiendo sus siguientes movimientos. La tensión en el aire era palpable. Estaban tomando medidas, contactando a sus familias para reforzar la seguridad, pero la incertidumbre seguía ahí, acechando en cada rincón de sus mentes.

De repente, el sonido del teléfono de Caitlyn rompió el silencio. Ella lo tomó rápidamente, su corazón saltando en su pecho cuando vio que era un número conocido.

—¿Hola? —respondió con voz temblorosa.

La voz del otro lado era grave y familiar. —Caitlyn, soy tu padre. Tenemos un problema.

El tono serio de su padre hizo que una sensación de terror recorriera su columna vertebral. —¿Qué pasó?

—Lux ha sido atacada —dijo su padre—. Está en el hospital ahora mismo. Están estabilizándola, pero no sabemos cuánto más podremos proteger a todos. Esto ya se ha salido de control.

El mundo de Caitlyn pareció tambalearse mientras escuchaba esas palabras. Lux, la novia de Jinx, había sido la siguiente víctima. Y el narcotraficante había cumplido su promesa: primero iría por alguien cercano, y luego, sería su turno.

—Vamos al hospital —dijo Caitlyn, levantándose de golpe y tomando las llaves del coche.

Vi asintió, tan impactada como ella, pero determinada a no dejar que el miedo las paralizara. Ambas sabían que las cosas se estaban intensificando, y ahora más que nunca, tenían que mantenerse unidas. El narcotraficante había hecho su movimiento, y ellas no podían permitirse vacilar. La guerra que estaba por venir era implacable, pero estaban listas para enfrentarla, juntas, sin importar lo que les costara.

Ecos de Nosotras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora