CAPÍTULO 05

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05. El Placer Es Mío.

Hay días en los que el uniforme pesa más, aunque no por el material del que está hecho, sino por lo que representa. A veces, cargar con el deber de proteger y servir es una excusa para no tener que lidiar con la tormenta que llevo dentro. Hoy fue uno de esos días. Ya no se trataba solo de cumplir con mi trabajo, sino de evitar quedarme solo con mis pensamientos. Pero, por más que corriera, por más que me sumergiera en la rutina, no podía huir de mí mismo.

El encuentro con el padre de Allison la otra noche, y su intento de reconciliación, fue el recordatorio amargo de que la traición sigue rondando mi mente. He intentado concentrarme en las tareas, en las obligaciones, pero por más que lo intente, esa herida sigue abierta.

Luego estaba esa escena absurda en la casa del alcalde. Samirah, tan dispuesta a tomar lo que quería, como si yo fuera algún trofeo que ganar. No me importó. Me dejé llevar, pensando que, tal vez, podría sentir algo. Pero solo había vacío. Mis labios se movieron por inercia, no por deseo. Ni siquiera la forma en que me miraba, con una mezcla de admiración y lujuria, despertó algo en mí.

Me dejé hacer, como un espectador pasivo de mi propia vida, como si el Agustín que una vez fui se hubiera desvanecido, dejando solo una carcasa que actúa, pero no siente.

Cuando salí de ese cuarto, con el olor de su perfume aún impregnado en mi piel, me sentí más vacío que antes. No fue un triunfo, no fue venganza. Ni siquiera fue consuelo. Solo un recordatorio más de que ya no soy quien solía ser. La traición me cambió. Y ahora, ni siquiera estoy seguro de quién soy realmente.

Salí del cuarto antes de que ella pudiera decir algo más, no porque me importara lo que pensara, sino porque no quería seguir ahí ni un segundo más. Necesitaba salir de esa casa, de esa situación que solo me empujaba más hacia el abismo.

Mientras caminaba de regreso hacia la sala, vi el almirante conversando con el alcalde, ambos sonriendo como si nada en el mundo pudiera afectarlos. Me pregunté si algún día volvería a sentirme así: en control, en paz. Pero rápidamente descarté esa idea. Era una fantasía, un sueño que se había roto.

Eso creía.

Decidí que no me quedaría más tiempo del necesario. Inventé una excusa y me despedí del almirante, que asintió con comprensión, aunque sabía que me esperaba una charla sobre compromiso y responsabilidad en algún momento futuro.

De vuelta en mi coche, me senté un momento en silencio antes de encender el motor. Los pensamientos se agolpaban en mi cabeza, pero no podía organizarlos. Todo era un caos, una maraña de sentimientos encontrados, de resentimientos y deseos de escapar. Y luego, en medio de ese torbellino, supe que lo único que realmente necesitaba en ese momento era un respiro. Un respiro de todo, de todos, incluso de mí mismo.

DEL AMOR Y DEL MAR || GIOWTTPD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora