CAPÍTULO 15

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15. Como Un Adolescente.

—¿Estás seguro de que Bailey está ahí?

—Hermano, acabo de charlar con ella. ¿Vas a venir o no?

La voz de Jackson resonaba a través del teléfono, pero mi mente ya no estaba ahí. Mi cuerpo, mi voluntad, parecía siempre traicionarse cuando se trataba de ella. Era como si cada fibra de mi ser gravitara hacia Bailey, inevitablemente. Y ahora, aquí estaba, rumbo a una reunión que en cualquier otro momento habría evitado, simplemente por la oportunidad de verla. No era mi tipo de fiesta, y mucho menos el ambiente en el que quería pasar la noche, pero la idea de verla... eso era suficiente para hacerme perder la razón.

Me la imaginaba ya, con uno de esos vestidos que le quedaban como hechos a medida, su cabello suelto como una cascada, y esos ojos... esos malditos ojos que no podía dejar de mirar, por los que daría cualquier cosa porque solo me vieran a mí.

No sabía que Bailey era la hijastra del senador Maddox. Durante el año que llevábamos conociéndonos, ninguno de los dos había hablado mucho de nuestras familias. Era como si ambos hubiéramos decidido mantener esa parte de nosotros bajo llave, y sin embargo, cada día que pasaba, ella se convertía en un misterio nuevo, en una sorpresa que me desarmaba un poco más. Me encantaba y, al mismo tiempo, me volvía loco.

Pese a mi necesidad de mantener el control, me encontraba deambulando por una fiesta a la que había jurado no asistir, arrastrado solo por el deseo de verla. Era como si mis pasos no fueran míos, como si su imagen, su presencia, me guiara en cada rincón, buscándola entre las sombras de la multitud. Si Jackson me había mentido sobre su presencia aquí, esta vez no controlaría el golpe que pensaba darle. Mientras mis pies se movían sin rumbo fijo, la voz de Diane me sorprendió, irrumpiendo en mis pensamientos como un eco suave pero firme, tan inesperado como el viento que corta la quietud.

—Pensé que no vendrías —dijo, tomándome del brazo con esa familiaridad maternal que a veces me desconcertaba.

—Cambié de opinión, Diane —respondí con una sonrisa.

Sabía que a Diane le emocionaba que yo asistiera a estos eventos. Para ella, era como tener un hijo más, y yo no tenía el corazón para decepcionarla. Siempre me veía con esa mirada de madre orgullosa que, aunque no me disgustaba, a veces me hacía sentir fuera de lugar.

—Me alegra. Esta cena, en realidad, era para ti —añadió mientras caminábamos hacia el centro del salón—. No podías faltar.

Me limité a sonreírle cuando el almirante Rhodes apareció a mi lado, colocándome una mano en el hombro con esa autoridad tranquila que siempre lo acompañaba.

—Pensamos que no vendría, teniente Mendoza —dijo con su tono grave pero afable.

—No podía faltar —repetí, sonriendo. Diane soltó una leve risa ante mi imitación, y seguimos caminando entre la multitud.

DEL AMOR Y DEL MAR || GIOWTTPD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora