07. Tres Días Para Navidad.
La brisa que se colaba por la ventana de mi oficina tenía ese olor salado que siempre me recordaba que pertenecía al mar. Pero esta noche… esta maldita noche, lo único que sentía era el eco de la soledad resonando en cada rincón. Podía escuchar la risa de los marinos en la cubierta, compartiendo historias y bebidas, celebrando una fecha que, para muchos, era motivo de unión. Para mí, no era más que otro recordatorio de que mi vida estaba estancada en el mismo punto.
Tres días para navidad. La gente sobrevaloraba la fecha demasiado. Y para los marinos, aunque no fuera la fecha exacta, era hoy el día que celebraban con tanto fervor.
Todo esto se lo debemos a Diane, la sofisticada y siempre entusiasta esposa del almirante Rhodes. Era conocida por organizar este tipo de reuniones bajo el pretexto de "fortalecer lazos", aunque en realidad era su forma de combatir el tedio que le traía su impecable y lujosa existencia. En su vida tan perfectamente ordenada, estos eventos sociales eran como pequeños destellos de emoción que la rescataban de la monotonía. Así, año tras año, los marinos y sus familias nos veíamos arrastrados a convivir en una velada que, en teoría, debía ser relajada y familiar, pero que en la práctica estaba impregnada de una paranoia palpable, como una neblina invisible que lo envolvía todo, al menos pata mi y este preciso instante.
Había pasado semanas, y todavía no me podía sacar a Bailey Wilde de la cabeza. Era ridículo. ¿Cómo es que una conversación y unas cuantas sonrisas habían logrado aferrarse tanto a mi mente? Conocí a Bailey en esa fiesta de acción de gracias. Amanda me la presentó como quien te pasa un trago fuerte, sin advertir el golpe que te espera después de un par de tragos. Y así fue con ella. Cada vez que reía, era como un golpe directo a mi pecho. Me desarmaba con esa risa, con esos ojos verdes que me taladraban el alma y me hacían sentir que, por un segundo, todo estaba bien en mi mundo.
Desde entonces, no podía dejar de pensar en ella. Su risa… la quería como tono de despertador. Quería despertar cada mañana con el sonido de su risa llenando el silencio de mi vida. Y esos ojos… brillaban de una manera que ni las estrellas más brillantes del cielo podrían competir. Pero ella tenía novio, claro. Un tipo perfecto, sin duda, que probablemente no tenía ni una de las grietas que yo cargaba como insignias de guerra.
Bailey me había sacudido. Me había quitado el equilibrio con una sola noche, y ahora no podía volver a enderezarme. Me pasé días esperando una señal de ella, algo que me hiciera sentir que yo también la había marcado de alguna manera. Pero no hubo nada. El mundo siguió girando para ella, mientras que yo estaba aquí, atascado, esperando una invitación a otra fiesta donde tal vez, solo tal vez, pudiera verla de nuevo.
Me sentía un idiota por no dejar de pensar en ella, me preguntaba si la volvería a ver, si la vería reír otra vez. Pero ya no había cabida a tal posibilidad. No vería el rubor subir por sus mejillas, ni el brillo en sus ojos en un largo tiempo. Estaba encerrado en esta oficina, con el sonido de las olas como mi única compañía. La celebración seguía afuera, pero yo… yo me había quedado aquí. Ajenamente observando las luces y los adornos, sin sentir nada.
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DEL AMOR Y DEL MAR || GIOWTTPD
RomantikDespués de estos cinco años de invierno, nadie me va a robar la primavera. - Mario Benedetti. ACLARACIONES: - Los errores ortográficos serán corregidos al finalizar la publicación de la historia. - La historia tiene escenas +18. - Hay algunos suceso...