CAPÍTULO 13

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13. Cambios.

Desperté antes del amanecer, como siempre. El reloj marcaba las cinco, pero no importaba la hora. Mi cuerpo estaba acostumbrado a la rutina militar, aunque mi mente estaba atrapada en otro lugar. Estaba atrapada en ella. Me senté en la cama, pasando una mano por mi rostro, intentando sacudirme el cansancio que no se debía al sueño, sino a la lucha interna que me acompañaba día tras día.

Bailey Wilde.

La chica que había irrumpido en mi vida de una manera tan inesperada, rompiendo el caparazón que me había tomado tiempo construir. No era la primera vez que una mujer entraba en mi mente, pero algo en Bailey era diferente. Quizá era su sonrisa, o la forma en que había conseguido que me riera después de tanto tiempo. Tal vez fue el beso. O tal vez era la sensación de que, en su presencia, los muros que había levantado tras la traición de Allison se hacían menos impenetrables, menos necesarios.

Pero esa cercanía me asustaba.

Me puse de pie y me dirigí a la pequeña cocina de mi apartamento. Las flores que le había enviado ayer seguían rondando mi cabeza. Nunca había sido del tipo que enviaba flores, y mucho menos después de todo lo que había pasado. Pero con Bailey… había algo que me impulsaba a hacerlo. Como si con ese simple gesto pudiera compensar lo que ella había vivido y tal vez aliviar un poco mi propia carga.

Esa noche en la fiesta cambió todo. Bailey. No sé qué había en ella, pero era como si su presencia tirara de algún cable suelto dentro de mí, uno que había estado desconectado durante demasiado tiempo. Desde que ocurrió todo con Allison, no me había permitido sentir nada más allá de una fachada de indiferencia, pero aquella chica... aquella mujer de ojos brillantes y sonrisa traviesa, rompió algo en mí. Y lo peor, o lo mejor, no estaba seguro, era que ni siquiera la conocía. Era solo una extraña en la multitud. Pero aquella noche, entre risas, música, y gente que no significaba nada, sentí algo. Una atracción jodidamente fuerte, tan fuerte que me dejé llevar.

El beso. Su beso. Lo sentí arder en mi piel durante semanas después de ese segundo encuentro, como si hubiera dejado una marca invisible. Y desde entonces, aunque todo se complicó, Bailey seguía presente en mi mente. Ella, con sus contradicciones, con su historia, con su propia carga de culpa. Era como si nuestras vidas, aunque destrozadas, estuvieran destinadas a cruzarse.

Pero hoy no era un día para pensar en eso. Al menos, intentaba convencerme de eso. Salí de mi departamento con la intención de despejar mi mente, como si caminar por las calles de Nueva York fuera a ahogar todo ese caos interno. Cerré la puerta detrás de mí. Ya no llevaba mi uniforme, hoy no tenía servicio. Era un raro día de descanso, algo que no sabía si agradecer o maldecir.

Al cerrar, la puerta del apartamento de enfrente se abrió y escuché una voz que no esperaba.

—¡Agustín!

Era Gale. Hacía semanas, tal vez meses, que no lo veía por aquí. Solía sentarse en las escaleras o en el pasillo, esperando que yo volviera del trabajo para preguntarme si quería jugar con él. Antes, en los peores momentos de mi amargura, lo ignoraba. No podía lidiar con su entusiasmo infantil, ni con la inocencia que me recordaba lo lejos que estaba de poder disfrutar algo tan simple como un juego.

DEL AMOR Y DEL MAR || GIOWTTPD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora