Cap 2

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Las instrucciones eran claras: debíamos tomarles fotos a los jugadores entrando al campo, como una especie de prueba. Pero mientras me preparaba, sentía las manos temblorosas. No sé por qué, pero el simple hecho de que estuvieran todos ahí, mirándome de reojo, me ponía los nervios de punta. Relájate, Lazy, tú sabes cómo hacer esto, me repetía mentalmente mientras ajustaba la cámara.

 Relájate, Lazy, tú sabes cómo hacer esto, me repetía mentalmente mientras ajustaba la cámara

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Con la cámara lista, comencé a tomar fotos de los primeros jugadores que entraban

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Con la cámara lista, comencé a tomar fotos de los primeros jugadores que entraban. Estaba tan concentrada que no me di cuenta de que Valentina caminaba detrás de mí, hasta que choqué con ella.

—¡Uy! Perdón, estaba distraída —dije, intentando no perder el enfoque.

Valentina soltó una carcajada suave.

—Eso siempre nos pasa a las fotógrafas, no te preocupes —dijo mientras me miraba curiosa—. ¿Cuántos años tienes? —preguntó justo mientras yo enfocaba a Daniel Muñoz, que caminaba hacia el campo con paso decidido.

—Recién cumplí 20, ¿y tú? —pregunté, disparando el obturador.

—Ya casi cumplo 21 —respondió Valentina con una sonrisa. Su risa era contagiosa, y no pude evitar sonreír también.

—Qué bueno, somos contemporáneas —dije, aliviada de no ser la única joven en esto.

Valentina asintió, y se recargó un poco en su cámara.

—Me asustaba no encontrar a alguien de mi edad en este trabajo —admitió, con un tono más sincero, como si me estuviera confiando un pequeño secreto.

—A mí también me daba miedo eso —respondí, mientras tomaba otra foto.

Los chicos se tomaron un descanso para beber agua, y nosotras aprovechamos para sentarnos un rato. Me dejé caer en el césped con un suspiro de alivio, pero noté que Abril, en cambio, se había sentado un poco lejos de nosotras, concentrada en su celular. Valentina la miró de reojo, pero no dijo nada. No estaba muy claro si era tímida o simplemente no quería mezclarse mucho.

De repente, Córdoba, uno de los jugadores, se acercó y lanzó una broma al aire.

—Oye, ¿ustedes están seguras de que saben manejar esas cámaras? Porque no sé, a lo mejor son demasiado chiquitas para este trabajo —dijo con una sonrisa burlona. Algunos de sus compañeros se rieron entre dientes.

Sentí el calor subiendo a mi rostro. No era la primera vez que escuchaba algo así. ¿Acaso piensan que no soy lo suficientemente buena?, pensé, mientras intentaba no dejar que las palabras me afectaran demasiado.

—Bueno ya, la edad no tiene nada que ver con la experiencia con la cámara —dijo Valentina, defendiéndome con firmeza, pero sin perder la calma.

Le agradecí en silencio mientras ajustaba la lente una vez más. Demuéstrales que sí puedes, me dije.

Justo cuando parecía que todo estaba bajo control, empezó a llover. Al principio, solo eran unas gotas, pero luego se convirtió en una lluvia constante. Los jugadores, sin embargo, seguían entrenando. Estábamos empapadas, pero las fotos debían continuar. Después de lo que había dicho Córdoba, estaba decidida a sacar la mejor foto posible, no podía dejar que esa burla quedara sin una respuesta... aunque fuera visual.

Los minutos pasaban, y cada vez me frustraba más. La lluvia hacía que fuera complicado capturar una buena imagen, y los jugadores ya estaban empezando a verse más cansados. No puede ser, pensaba mientras miraba las fotos borrosas en la pantalla de la cámara.

Pero entonces, justo tres minutos antes de que terminara el entrenamiento, lo vi. Richard Ríos se lanzó a por el balón, su cuerpo tenso en el aire, el agua salpicando a su alrededor. Enfoqué, disparé... y supe que la había conseguido.

La imagen era perfecta. El contraste de su figura en el aire, con el agua cayendo en cascadas a su alrededor, era simplemente espectacular. Mi corazón latía a mil por hora, pero esta vez no era de nervios, sino de pura emoción.

—¡Lo logré! —susurré para mí misma, mirando la pantalla de la cámara.

Margarita se acercó y, al ver la foto, me dio una mirada aprobatoria.

—Esa es una excelente toma, Lazy —dijo, y no pude evitar sonreír.

Incluso algunos de los jugadores, al terminar el entrenamiento, se acercaron a ver las fotos. Richard Ríos se rió al ver la suya y me dio una palmada en la espalda.

—No está nada mal para una chica "chiquita", ¿no? —dijo, guiñándome un ojo.

Sentí una oleada de confianza renovada. Había logrado una gran foto, y eso me hizo olvidar por completo los nervios con los que había empezado el día.

Cuando volví a casa esa noche, Ethan estaba tirado en el sofá viendo televisión, como de costumbre.

—¿Y qué tal el primer día de trabajo? —preguntó sin despegar la vista de la pantalla.

—Fue intenso, pero... creo que lo hice bien —respondí, mientras me dejaba caer en una silla, sintiendo el peso del cansancio en todo el cuerpo.

—Ajá, y te habrás dado cuenta de que no es tan fácil como pensabas, ¿no? —dijo mi mamá mientras salía de la cocina con un plato de arroz con pollo.

—Sí, ma. No es fácil, pero creo que valió la pena. —Le sonreí, sintiéndome más segura de lo que había logrado.

Esa noche me fui a la cama agotada, pero feliz. Sabía que este era solo el comienzo, pero ya no tenía tanto miedo del camino que me esperaba.

Jorge carrascalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora