aunque la emoción de la victoria aún estaba presente, ya todo el equipo había vuelto a la rutina. Era día de análisis y entrenamiento, y como fotógrafas, Valentina y yo también teníamos mucho trabajo por delante.
Nos levantamos temprano para ir al comedor del hotel y tomamos un desayuno ligero. Aún estábamos hablando de las mejores fotos del partido, cuando nos cruzamos con algunos jugadores en el camino a la sala de reuniones. Valentina, siempre tan observadora, me lanzó una mirada divertida.
—Oíste, ¿y qué tal la sorpresa que te dio Carrascal? —preguntó con su marcado acento manizaleño, riéndose mientras señalaba su teléfono, donde todavía tenía el post de Carrascal abierto en Instagram.
—Ay, no empieces —le respondí, aunque no pude evitar sonreír.
Apenas llegamos a la sala de análisis, nos encontramos con Abril, quien estaba revisando algunas fotos en su cámara, completamente concentrada. Por un momento, pensé que ignoraría nuestra presencia como siempre, pero esta vez decidió hablar.
—Vi tus fotos del partido, Lazy —dijo sin levantar la vista de su pantalla—. No están mal para ser novata. Aunque aún tienes mucho que aprender.
Su tono era frío, como siempre, y aunque trataba de sonar amable, claramente había una intención detrás de sus palabras. Valentina me miró de reojo, esperando mi reacción.
—Gracias, Abril —respondí con una sonrisa, tratando de no darle importancia—. Todos tenemos algo que mejorar, ¿no?
—Claro, pero algunas más que otras —respondió con una pequeña sonrisa antes de volver a sus fotos.
Decidí no darle más vueltas al asunto. Sabía que Abril no perdería oportunidad para hacerme sentir menos. Pero eso no iba a detenerme.
El entrenamiento comenzó, y como siempre, Valentina y yo nos pusimos en nuestras posiciones para capturar los mejores momentos. Mientras los jugadores practicaban, se sentía una ligera tensión en el aire. No sabíamos si era el cansancio después del partido o simplemente el hecho de estar bajo el calor intenso de Barranquilla, pero todos parecían un poco más irritables de lo usual.
—Mirá a Durán, todo serio hoy. ¿Será que alguien lo regañó? —bromeó Valentina, enfocando su cámara en el delantero, quien parecía más concentrado de lo habitual.
—O simplemente está cansado de tanta fiesta —le respondí, ajustando el lente de mi cámara para capturar a Luis Díaz mientras hacía unos ejercicios de velocidad.
De repente, noté que Abril se acercaba discretamente a nuestra zona de trabajo. Tenía su cámara en mano, pero en lugar de enfocarse en los jugadores, parecía más interesada en ver lo que yo estaba haciendo. Me miró de reojo mientras fingía ajustar su cámara.
—¿Todo bien, Abril? —pregunté, sin apartar la vista de mi objetivo.
—Perfecto, solo asegurándome de que estés siguiendo las indicaciones —respondió ella con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Valentina, que estaba escuchando todo, no pudo evitar intervenir.
—¿Y vos no tenés tu propio trabajo que hacer, o qué? —dijo, con su tono sarcástico habitual—. Porque si no, podemos hablar con el técnico para que te ponga a sacar fotos también.
Abril solo la miró con una sonrisa condescendiente antes de alejarse.
El resto del entrenamiento pasó sin mayores incidentes. Los jugadores estaban más relajados al final, y como siempre, tomamos las últimas fotos antes de que terminaran. Sin embargo, la interacción con Abril me dejó con una sensación incómoda. Sabía que no le gustaba la idea de compartir su espacio de trabajo conmigo, pero esto ya se estaba volviendo personal.
Cuando terminó el entrenamiento, los jugadores se reunieron para hablar con la prensa, y mientras yo intentaba captar algunas fotos de los momentos más relajados, sentí una mano en mi hombro. Era Carrascal.
—¿Cómo te fue con las fotos hoy? —me preguntó, mirándome con esa sonrisa encantadora que siempre llevaba.
—Bien, creo que logré capturar algunos buenos momentos. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes después del partido?
—Cansado, pero contento. Aunque vos sos la que se está llevando todo el protagonismo con esas fotos, ¿no? —respondió, medio en broma.
Nos reímos, pero antes de que la conversación pudiera continuar, vi que Abril estaba observándonos desde el otro lado del campo, su expresión no era de agrado.
—Bueno, te dejo trabajar —dijo Carrascal, dándome una ligera palmada en la espalda antes de irse con el resto del equipo.
Ya de vuelta en el hotel, Valentina y yo nos sentamos a revisar las fotos del día. Mientras descargaba las imágenes, noté que Abril había subido una serie de fotos suyas y de algunos jugadores a su cuenta de Instagram. El post estaba lleno de comentarios, pero uno en particular llamó mi atención:
abril.fotografia
"Siempre capturando lo mejor, como debe ser. #fotógrafaoficial"Los comentarios no tardaron en llegar:
• "Siempre tan profesional, Abril."
• "¡La mejor de todas!"
• "Nadie lo hace como tú, eso está claro."
• "Ya era hora de que alguien serio volviera a esto."Valentina, que estaba viendo mi pantalla, soltó una risa sarcástica.
—Ah, mirá vos, parece que no le gustó compartir el espacio —dijo, mientras seguía revisando sus propias fotos—. Pero tranquila, Lacu. El trabajo habla por sí solo.
Suspiré y dejé el teléfono a un lado. Tenía razón, lo único que podía hacer era seguir trabajando duro y dejar que mis fotos hablaran por mí.
Al día siguiente, las fotos del entrenamiento se publicaron, y para mi sorpresa, varias de las imágenes que tomé fueron utilizadas en las redes oficiales del equipo. Entre ellas, una increíble toma de James Rodríguez justo antes de anotar, y otra de Durán en pleno esfuerzo.
Abril no dijo nada, pero sentí su mirada en mí durante todo el día. La rivalidad estaba empezando a tomar forma, y aunque no me gustaba, sabía que esto apenas comenzaba.