Cap 19

152 19 4
                                    

Al caer la noche, estaba en mi casa, tirada en el sofá mientras devoraba un paquete gigante de Takis. Zury estaba arriba arreglándose, pues iba a quedarse en la casa de una amiga, y yo aprovechaba el tiempo de paz comiendo y viendo cualquier cosa en la tele. Mi mamá andaba por ahí en la sala, agarrando su bolso para salir.

—Voy a donde tu tía. No me esperes despierta —me dijo mientras se colocaba los aretes y daba unos toques al maquillaje.

Asentí con la cabeza y le sonreí, haciéndole saber que no había problema. Ethan... ni idea dónde andaba metido; seguro en la casa de alguna pela'o, pero eso ya era costumbre. Mi mamá me lanzó una última mirada y salió de casa. Me recosté más en el sofá, sintiendo que iba a ser una noche tranquila.

Al rato, escuché el sonido de un carro. Me asomé por la ventana y, al ver quién era, sonreí para mis adentros. Era Carrascal. Me levanté, aún masticando los Takis, y fui a abrirle la puerta.

—¡Hey! —dije mientras lo saludaba con una sonrisa.

Él me devolvió el saludo con un beso en la mejilla, y de repente sacó un peluche de esos ositos cariñositos, el que siempre tiene cara de amargado y es azul.

—¿Este no es tu favorito? —dijo Carrascal, con una sonrisa juguetona.

—¡Sí, me encanta! —exclamé, abrazando el peluche antes de mirarlo con picardía—. Aunque tú también eres medio amargado a veces.

Nos reímos juntos y, agarrándolo de la mano, lo llevé al sofá. Nos sentamos y le ofrecí de mis Takis, a lo que él primero hizo una mueca, pero luego aceptó. Justo cuando estábamos en pleno relajo, otro carro se estacionó en frente, y Zury bajó corriendo las escaleras, lista para irse.

—Ahí viene mi amiga, no demorés mucho en despedirme, ¿ok? —dijo, lanzándome una mirada.

Me asomé a la ventana, saludé a la mamá de la amiga con una mano y le dije a Zury que tuviera cuidado. Al volver al sofá, Carrascal me lanzó una mirada curiosa, como si estuviera sorprendido de que me viera tan... familiar.

—Bueno, ¿ahora qué? —le dije, entre risas.

—Vamos —respondió él, levantándose y dándome una mano para que lo siguiera.

Lo llevé a mi cuarto, donde él se sentó en la cama, mirando alrededor como si analizara cada detalle de mi espacio. Me eché a reír y lancé el peluche sobre la cama para sentarme a su lado. Al principio estábamos bromeando y molestándonos, hablando de cualquier cosa, pero no dejaba de darme vueltas en la cabeza si realmente tenía o no una novia. Me daba como pena preguntarle, así que seguí haciendo chistes para disimular mis pensamientos.

Nos quedamos jodiendo y hablando hasta que ya era noche cerrada. Carrascal miró su celular y suspiró.

—Creo que ya debería irme.

Se levantó, pero antes de que pudiera dar un paso, me jaló para que cayera en sus brazos, mirándome con esa media sonrisa que siempre me dejaba sin palabras. Puso sus manos en mi cintura, acariciándome suavemente por la espalda mientras me acercaba más hacia él. Nos miramos por un segundo y luego, sin pensarlo, me dio un beso en los labios. Al separarnos, no aguanté y le di otro beso más largo, sintiendo cómo sus manos bajaban y me agarraban levemente la nalga.

Solté una risita y, sin querer, terminé diciéndole:

—¿Y eso? ¿Estás buscando problemas, ah?

Carrascal sonrió, sin despegarme la mirada, y respondió:

—Es que tú me los pones fácil.

Me reí y, con ese sabor en la boca, le di un último beso en la mejilla antes de que se fuera. Justo antes de irse, volteó y dijo:

—Entonces, ¿me gané otro día pa' que me invites?

—Ah, eso depende, porque tengo varios "pretendientes" —le respondí, guiñándole el ojo para hacerle un poco de broma.

Él se rió, negando con la cabeza, y fue

Jorge carrascalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora