Al siguiente día, me desperté con los besos de Carrascal recorriendo mi cara. Sentía sus labios rozar mis mejillas, la frente y hasta la nariz.
—Mmm... —intenté darme la vuelta, pero él, con esa sonrisa coqueta, se tiró encima, sujetándome suavemente.
—Levántate, vamos a la playa —me dijo entre risas mientras me sacudía para despertarme.
Con una sonrisa somnolienta, acepté y me levanté de la cama. Él salió, dándome un beso en la mejilla antes de esperarme afuera. Me puse un bikini negro nuevo, con una malla blanca encima y un short. Amaré mi pelo con un gancho de flor y un maquillaje ligero para no parecer tan dormida.
Cuando salí, Carrascal me miró de arriba abajo con una sonrisa de complicidad. Nos despedimos de su mamá y partimos rumbo a la playa.
Al llegar, cada quien compró algo para tomar, y caminamos hacia la orilla, sintiendo la brisa y el sol cálido. De repente, él me salpicó agua.
—¿Qué haces, loco? —le dije riendo, y, sin pensarlo, le lancé agua también.
Lo siguiente fue una persecución de risas, juegos y hasta caídas en la arena. Luego de un rato, el hambre nos ganó, así que pedimos una sopa de pescado con arroz , patacón y una Coca-Cola bien fría. Mientras almorzábamos, disfrutamos de la vista del mar y la frescura del ambiente. En algún momento, subí una publicación en Instagram con una foto de la playa:
lacouture.Lz