Estábamos en la oficina, en medio de una de esas pláticas de chisme bacanas con Valentina y Micaela, una de las secretarias. Micaela era costeña y, desde que llegó, se hizo full amiga de nosotras porque tenía esa manera tan fresca de ser que da confianza. Yo estaba apoyada en su escritorio, muriéndonos de risa viendo un video en el que un gato partía un espejo. Es que no podía ni respirar de la risa.
Hasta que sentí una mirada en la nuca. Me giré disimuladamente y ahí estaba Carrascal, viéndome desde una esquina. Me hizo una señal con los ojos y, sin pensarlo mucho, fui hacia él, tomando cada paso con calma.
—Te traje algo —susurró, acercándose a mí con una sonrisa misteriosa.
Iba a abrir la boca para preguntarle qué era cuando, de repente, Néstor nos llamó a todos a la sala de juntas. Nos fuimos todos, caminando en grupo. Al entrar, me acomodé junto a Valentina y Durán, que ya estaban en plena discusión sobre alguna cosa de trabajo.
Richard, que se sentó al lado de Carrascal, no tardó en soltar un comentario:
—Mijo, pero suéltela un ratico.
Me eché a reír, mientras Quintero y Mojica pasaban justo detrás de nosotros.
—No la deja ni respirar —dijo Quintero, lanzando una risa y sentándose al frente.
Carrascal negó con la cabeza, entre risas. —Ustedes sí son bien metidos —les respondió.
Yo, mientras tanto, me puse a editar un video para TikTok, hasta que Néstor Lorenzo entró y nos soltó la noticia: ¡una semana de vacaciones!
Richard fue el primero en soltar el alivio. —¡Casi que no!
Toda la sala se llenó de risas, y ya estábamos planeando qué haríamos con esos días libres. Apenas terminamos la reunión, Valentina y yo nos fuimos a buscar cámaras nuevas porque hoy tocaba grabación. Al salir, los jugadores ya estaban entrenando, y aunque el sol estaba fuerte, la brisa lo hacía más llevadero.
Ya casi al final, me senté a tomar agua y, para mi sorpresa, Carrascal se me acercó, con su sonrisa de siempre.
—Ahora sí, lo que te traje —dijo sacando algo de su tula.
Era un chocolate, pero no cualquiera: una edición limitada de fresa que yo había mencionado en TikTok.
—¿Y cómo lo encontraste? —pregunté emocionada, agarrándolo como si fuera un tesoro.
—Vi que lo compartiste y lo busqué como loco —dijo él, riendo.
Sin pensarlo, le di un abrazo y él me correspondió, apretándome suavemente y dándome un beso en la cabeza.
—Carrascal, yo... yo tengo que preguntarle algo —dije, poniéndome seria.
—¿Sí? —respondió en un susurro, mirándome directo a los ojos.
—¿Usted tiene novia? —solté, sin rodeos.
Él soltó una risa suave, pero luego se puso serio y me miró con esa intensidad que me dejaba sin aire.
—Eso se lo dijo Abril, ¿verdad? —me preguntó con una sonrisa, aunque después se volvió a poner serio—. ¿Tú creés que si yo tuviera novia me perdería tanto en esos ojitos cafés?
Me reí, nerviosa, sin saber qué decir. Pero justo en ese momento, él me lanzó una bomba.
—Es más, ¿querés viajar conmigo esta semana a Cartagena? —dijo, sus ojos brillando de emoción.
—¿A su casa? —pregunté, como queriendo confirmar que había escuchado bien.
—A mi casa, sí —respondió, riéndose.
No supe qué decir, solo sonreí, imaginando lo que sería pasar esos días en Cartagena con él.