Esperé unos minutos a que Carrascal respondiera, hasta que vibró el teléfono:—¿Puede ser en mi casa? O, si quieres, en un lugar público —respondió él.
—No, está bien, en tu casa —contesté, aunque sentí que el corazón me latía más rápido de lo que debería.
—¿A las 7 te parece bien?
—Sip.
Tan pronto colgué, llamé a Valentina para que me ayudara a escoger qué ponerme. Ella contestó entre ruidos de fondo.
—Niñaaaa —le dije apenas me respondió.
—Cuéntemelo todo —respondió, mientras masticaba algo que parecía arroz con carne.
—¿Dónde estás? Esa sala no es la tuya —le pregunté, notando un fondo que no se parecía a su casa.
—Aquí con Durán —mostró el teléfono y allí estaba él, riéndose con la boca llena.
—Vea pues... —dije, rodando los ojos mientras ellos reían.
—¿Pa' qué soy buena? —dijo ella, levantando una ceja.
—Voy a la casa de Carrascal esta noche, y no sé qué ponerme.
—¡Ufff! Ojalá le arda a la zorra de Abril, esa envidiosa —dijo ella, poniendo cara de disgusto.
Solté una risa y empecé a probarme ropa mientras Valentina comentaba desde la pantalla. Pasé por al menos seis outfits, pero al final elegí una falda de jean, una camisa blanca básica y una chaqueta roja. Me dejé el cabello suelto, me puse unos zapatos cómodos y ya, lista.
Al bajar las escaleras, mi mamá estaba ayudando a Zury con una cartelera. Levantó la vista y me miró de arriba abajo.
—Hija, ¿va a salir? Mucho cuidado.
Asentí y me acerqué para despedirme.
—Hasta usó el perfume especial —dijo Zury, mirándome con ojos sospechosos.
Ethan, sentado en el sofá, ni me miró mientras seguía en el celular.
—Eso es que se va a ver con un malo —dijo él, sin levantar la cabeza.
—Sapo —le respondí—. ¿Me vas a llevar o qué?
—Camina pues —dijo, poniéndose unas chanclas y agarrando las llaves del carro.
Cuando llegamos a la casa de Carrascal, me despedí de Ethan y toqué el timbre. Carrascal abrió después de unos segundos y me sonrió.
—Lo siento, se me hizo un poquito tarde —le dije, sintiendo un poco de pena.
—No te preocupes, pasa.
Me indicó que lo siguiera hasta la cocina, donde empezó a sacar unas cosas. Me senté en la barra, mirándolo con curiosidad.
—¿Y... pa' qué era la cita? —pregunté, apoyando los codos en la mesa y sonriéndole.
Carrascal me miró de reojo y luego se recargó en la barra, frente a mí.
—Sé que Abril te citó en un café —dijo, mirándome a los ojos, serio.
Lo miré levantando una ceja.
—¿Y cómo lo sabes?
Él suspiró, se pasó una mano por el cabello.
—Bueno, Abril es muy buena amiga mía... O, mejor dicho, lo era. Tuvimos una discusión sobre nuestro beso.
Sentí que el rostro se me calentaba cuando dijo "nuestro beso", y bajé la mirada.pero por dentro tenía una sonrisa
—Y... bueno, tal vez le salió decirme que te había inventado un montón de mentiras sobre mí —dijo él.
Asentí, queriendo preguntar si tenía novia o no, pero no quise arruinar el momento.
—También quería decirte que... —dijo él, titubeando, mirando hacia otro lado.
—¿Qué? —pregunté con una sonrisa, notando su nerviosismo.
—Me gustó el beso —dijo, sin más.
Sentí que el pulso se me aceleraba, y sonreí.
—Si se porta bien, se gana otro —le contesté.
Él sonrió y luego preguntó:
—¿Quieres ver una película?
Asentí, y él sacó unas palomitas, poniéndolas en un plato. Nos acomodamos en el sofá y, mientras él escogía la película, yo me quité los zapatos y me puse más cómoda. Escogió una de Scream y la puso. Estábamos en silencio, pero a mitad de la película, sentí frío.
—Carrascal... —susurré.
—¿Mmm? —contestó, viéndome.
—Tengo frío —le dije.
Él sonrió y se levantó por una manta, regresando para cubrirme. Pero esta vez, su mano descansó sobre mi pierna, debajo de la sábana. Me miró, como esperando a ver qué hacía, y yo simplemente me acerqué más, acomodando mi pierna sobre la suya. Apoyé la cabeza en su hombro, y sentí cómo él se relajaba.
La película terminó cerca de las 11:30, y él me miró.
—¿No te quieres quedar? —preguntó, serio.
—Tal vez otro día. Mi mamá se preocupa si no vuelvo —respondí.
Él asintió y se puso de pie, buscando las llaves.
—Vamos, te llevo. Además, quiero ver dónde vives.
—¿Se me va a meter por la ventana o qué? —le pregunté, sonriendo.
—Tal vez —respondió con una sonrisa.
Durante el camino en el carro, él iba concentrado en la carretera mientras yo miraba Instagram. El silencio entre los dos era cómodo, y al llegar a mi casa, se detuvo, girándose hacia mí.
—Gracias por traerme —le dije, sonriendo. Le di un beso en la comisura de los labios, y él se quedó como congelado, con una cara de sorpresa.
—Te lo ganaste —dije, sonriéndole.
Bajé del auto y entré a la casa