El último año había volado ante mis ojos, un período que jamás imaginé vivir. A mis 15 años, pensaba que mi vida estaría marcada por el caos y el conflicto, pero, sorprendentemente, lo que encontré aquí fue lo más cercano a una tranquilidad que no había conocido en mucho tiempo.
La rutina de cada día era predecible, pero no desagradable. Cada mañana, Kenta me asignaba tareas de limpieza o mantenimiento, y con el tiempo, me acostumbré a las formalidades que al principio me parecían inútiles. La forma en que debía presentarme, cómo debía actuar y hablar con los demás miembros, incluso cómo inclinar la cabeza frente al Oyabun. Todo eso formaba parte del código que regía este lugar.
- "En este mundo, el respeto lo es todo," solía decirme Kenta mientras supervisaba mi trabajo. - "Es lo que nos mantiene unidos. No lo olvides."
No lo olvidé.
Había llegado aquí pensando que mi vida tomaría un rumbo peligroso, que me vería obligado a hacer cosas para sobrevivir que prefería no pensar, pero ese momento nunca llegó. Parecía como si el Oyabun hubiera cambiado de parecer respecto a mí. Las conversaciones sobre usar mi quirk para algo más grande se volvieron cada vez menos frecuentes, y en su lugar, mi vida se estabilizó en una rutina casi pacífica.
para conversar. Nunca era nada serio o amenazante, sino más bien charlas sobre mi quirk, sobre cómo debería desarrollarlo más. Él lo veía como una herramienta fundamental en el mundo en el que vivíamos.
- "El poder es como la tecnología," me decía en una de esas charlas. - "No puedes evitarlo, aunque lo odies. Está en todas partes, y lo mejor que puedes hacer es aprender a vivir con él. Si te haces más fuerte, puedes usarlo para sobrevivir, para prosperar."
Al principio, odiaba escuchar esas palabras. Odiaba mi quirk. Durante años lo había visto como una carga, algo que me apartaba del mundo, algo que no debería haber tenido en primer lugar. Pero con el tiempo, gracias a las palabras del Oyabun, empecé a ver las cosas de una forma diferente. Empecé a ver la utilidad en lo que antes despreciaba.
Por petición del Oyabun, Kenta comenzó a ayudarme a mejorar el control de mi quirk. Al principio, fue un proceso lento. Todavía temía perder el control, aún recordaba el daño que había causado cuando mi poder despertó por primera vez, y eso me paralizaba. Pero Kenta era paciente, y poco a poco, me mostró cómo usarlo de forma más precisa y eficiente.
- "No tienes que usarlo todo el tiempo," me decía mientras practicábamos en el jardín trasero, lejos de las miradas curiosas. - "Solo necesitas saber cuándo y cómo aplicarlo. El poder, como cualquier otra cosa, puede ser afinado."
Los ejercicios empezaron de forma sencilla. Levantar objetos pequeños a distancia, mover cosas sin hacer esfuerzo físico. Al principio, mi quirk se descontrolaba, y los objetos temblaban o caían, pero con el tiempo, aprendí a controlar mejor mi enfoque, a modular la cantidad de fuerza que aplicaba. Lo que antes parecía imposible, ahora era algo que podía hacer con facilidad.
Kenta me ayudaba a tener un mejor control de este cada día, y aunque en un principio pensé que nunca podría superar mi miedo a perder el control, con el tiempo comencé a perder ese miedo. Comencé a ver más allá de una simple error. Mi quirk, lejos de ser una maldición, era una herramienta que podía utilizar a mi favor.
Con el tiempo, mi vida dio un paso hacia algo que nunca creí posible: control. No solo sobre mi quirk, sino sobre mi vida. El Oyabun había sido claro desde el principio: los tiempos cambian, y si quería sobrevivir en este mundo, debía cambiar con ellos. Y así lo hice.
Mis habilidades mejoraron. Ya no me limitaba a mover pequeños objetos. Podía controlar múltiples cosas a la vez, y hacerlo con precisión. La práctica constante y las enseñanzas de Kenta me habían permitido afinar mis habilidades, y cada vez me sentía más cómodo con mi poder. Lo que antes me aterrorizaba, ahora era una parte natural de mí.
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El Otro Lado de la Moneda [BNHA FIC]
ФанфикEn un mundo donde los quirks lo son todo, Angel creció a la sombra de aquellos que tenían poder, marcado por la etiqueta que detestaba con cada fibra de su ser: quirkless. Desde su infancia, Angel fue objeto de desprecio, no solo en la escuela, dond...