El frío y el fuego

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El invierno había llegado a Poniente, un frío descomunal que se cernía sobre la tierra. El rey Aerys, incapaz de soportar tal gélido ambiente, ordenó ahuyentar el frío en la Fortaleza Roja con nada menos que fuego valyrio. Su hijo mayor, Jahaerys, había presenciado las llamas danzantes en las almenas, quedando maravillado ante su esplendor.

A la vez, el Rey se sintió complacido al saber que su hijo compartía su fascinación por el fuego valyrio, aunque su mente se deslizaba cada vez más hacia la locura, lo que a su vez fortalecía los oscuros planes de Tyla.

Tyla, envuelta en su abrigo de invierno, se encontraba entre los escombros de Fuego Estival, aquel lugar que había ganado un significado especial para ella. Los recuerdos con el príncipe Rhaegar la asaltaban con nostalgia. La nieve caía suavemente sobre su cabello dorado, y la noche la abrazaba en un silencio profundo. Encontró el lugar donde solía sentarse junto al príncipe, colocó la antorcha a su lado y, mientras observaba las estrellas, reflexionaba sobre la efímera tranquilidad que reinaba en la ciudad. Al rodearse de las ruinas que casi llevaron a la extinción de los Targaryen, Tyla se levantó y comenzó a explorar.

Fue entonces cuando divisó un cofre, oculto entre las piedras desgastadas. Con esfuerzo, logró mover las rocas y, al abrirlo, descubrió una tela roja que cubría su contenido. Con manos temblorosas, destapó tres huevos de dragón. Asustada y asombrada, se alejó del cofre, incapaz de procesar lo que había encontrado. Cubrió nuevamente los huevos con la tela y cerró el cofre, decidiendo llevarlo a su habitación, con el silencio de la noche como cómplice y Jaime Lannister, su hermano, en la guardia.

—¿Por qué tardaste tanto?—preguntó Jaime al verla entrar con el cofre en las manos—. ¿Qué traes ahí?

—Solo fui a explorar y encontré esto—respondió Tyla, señalando el cofre antes de esconderlo bajo su cama.

—¿Y qué hay adentro?

—Cosas que el príncipe Rhaegar olvidó—Tyla no podía revelar la verdad, necesitaba saber primero si los huevos eclosionarían.

Al día siguiente, mientras caminaba por los pasillos de la Fortaleza Roja, el aire era pesado y la atmósfera tensa. La fortaleza parecía vacía, salvo por la sala del trono, donde encontró al rey Aerys, rodeado de sus guardias, con Jaime a su lado.

—¿Qué sucede, esposo?—preguntó Tyla.

—Un traidor ha venido a gritar injurias sobre mi casa a las puertas de la fortaleza—respondió el rey, su voz impregnada de odio. Tyla miró de reojo a Jaime, quien le sonrió para aligerar el ambiente.

Las puertas se abrieron, y los guardias arrastraban a Brandon Stark, encadenado. Los ojos de Tyla se abrieron en shock, incapaz de entender el porqué de su presencia.

—Brandon de la Casa Stark, hijo de Lord Rickard Stark, se te acusa de traición, de conspirar contra la vida del príncipe Rhaegar Targaryen—declaró la mano del rey, dejando a todos en la sala atónitos.

—No quiero matar al príncipe...—dijo Brandon, dudando—. Solo quiero recuperar a mi hermana.

—¿Por qué nosotros sabríamos dónde está tu hermana?—interrumpió Tyla, la confusión marcando su rostro.

—¡SILENCIO!—exclamó el rey ante la intromisión de su segunda esposa

—. El príncipe Rhaegar la ha secuestrado...

—He dicho silencio—la voz del rey resonaba como un trueno.

—El príncipe Rhaegar jamás haría eso—defendió Tyla.

—Pero lo hizo—la voz del rey interrumpió de nuevo al joven.

—¡Silencio!—gritó el rey, sumiendo la sala en un tenso silencio—. Lleven al Stark a los calabozos y envíen un cuervo a Lord Rickard, díganle que tenemos a su hijo acusado de traición.

Con esas palabras, la sala quedó vacía, salvo por el rey, Tyla y los guardias reales.

—Es un niño, no puedes mantenerlo encerrado—Tyla rompió el silencio.

—Es un traidor, nadie viene a mi reino a gritar injurias sobre mi familia.

—Él solo se preocupa por su hermana.

—Es un traidor—la voz amarga del rey la interrumpió.

—Si alguno de nuestros hijos fuera secuestrado...—intentó argumentar Tyla.

—Nadie nunca secuestrará a mis hijos, NADIE. SOY EL REY, Y HARÉ LO QUE QUIERA—se levantó del trono y se acercó a ella—. Y si eres tú quien intenta llevarse a mis hijos, firmarás tu sentencia de muerte—su mano callosa se cerró en su cuello, aplastando su aire—. Mis hijos son dragones, tú no, maldita leona—la empujó, haciéndola caer de bruces al suelo.

Jaime corrió a socorrer a su hermana, ambos caminaron lentamente hacia su habitación.

—¿Por qué permites que haga eso, Ty?—su voz era un susurro en medio del dolor.

Con el cuello rojo y lágrimas de impotencia, Tyla respondió:

—Porque es el rey.

...

Dos días después, el guardián del norte llegó a la Fortaleza Roja, gritando por Rhaegar Targaryen. Tyla se encontraba junto al rey en su trono, con el guardián frente a ellos.

—Exijo un juicio por combate—declaró el guardián.

El rey Aerys sonrió, complacido.

—De acuerdo, ¿cuál será tu campeón?

—Yo lo seré.

—Nuestra casa elige el fuego.

Los presentes presenciaron la muerte del guardián del norte y su heredero. Aquella noche, Tyla no pudo dormir, los gritos y el olor a carne quemada se quedaron grabados en su mente. Buscó paz durmiendo con sus hijos, sabiendo que sería la última vez en mucho tiempo.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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