La Reina Roja

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281 D.C.

Tyla caminaba por la Gran Fortaleza Roja. Con el paso de los años y la espera de su segundo hijo, la fortaleza le parecía cada vez más maravillosa. La rubia llevaba cinco lunas de embarazo, y caminar le ayudaba a encontrar tranquilidad. El Rey había partido hacia Harrenhal para asistir a un sospechoso torneo —palabras del Rey—, donde estarían las grandes casas. Tyla estaba emocionada por la idea de ir, por llevar a Jahaerys, por que su padre lo conociera, pero tanto ella como la Reina Rhaella no estaban permitidas en la travesía.

Se encontraba en la sala del trono, admirando los cráneos de dragón y las majestuosas estatuas de los antiguos reyes Targaryen. Su mirada se detuvo en aquel trono de espadas, forjado con las armas de los enemigos de Aegon el Conquistador, que había sido moldeado por el fuego de su dragón, el Terror Negro.

—Nunca pensé que estaría en la cima de este juego de tronos —murmuró para sí misma, sintiendo el peso del destino.

Tyla jamás imaginó que ella sería la madre del próximo rey. El Rey suponía que tanto Rhaella como Rhaegar conspiraban para despojarlo de su trono, y el mismo Rey Aerys planeaba desheredar a sus hijos con la Reina Rhaella, dejando a su hijo con Tyla como heredero.

—El reino se ha equivocado al pensar que mi presencia apaciguará su locura —se dijo, mientras su mente trazaba planes oscuros.

Al llegar al trono, tomó asiento, sintiendo una incomodidad en su cuerpo que no podía ignorar. Se aferró al trono, un acto que la ataría de por vida a ese lugar.

Las puertas del salón se abrieron, dejando ver a la mano del rey, Lord Jon Connington.

—Majestad —exclamó la mano del rey haciendo una reverencia—, aunque se ve hermosa sentada en el trono, al Rey Aerys no le gustaría verla ahí.

Tyla lo miró incrédula.

—No se engañe, mi lord. Aunque usted sea amigo del rey, sabe que Aerys no es adecuado para reinar.

—Lo que usted insinúa es traición, majestad —contestó Connington, su voz temblorosa.

—¿Traición? —Tyla se levantó, acercándose a él—. ¿Acaso no sabe que la locura del rey nos llevará a nuestra perdición?

—No podemos hacer nada, mi reina. No tenemos poder sobre el rey —exclamó Lord Connington, su voz llena de miedo.

—Usted no, pero yo sí. —La rubia sabía de la fascinación que tenía el lord hacia ella, y decidió utilizarlo a su favor—. Imagínese a mi hijo como el rey de Poniente, con usted como mano.

La mano de Tyla acariciaba el pecho del nervioso lord.

—Si el rey se entera... —La rubia lo interrumpió.

—No se enterará. El reino estará a salvo sin él en el trono. —Lord Connington sabía que las cosas debían cambiar, y que la Reina Roja tenía razón.

—Necesita aliados, mi reina —exclamó el hombre, tomando la mano de la reina—. Necesita que el reino esté de su lado, y para eso necesita al príncipe Rhaegar.

Tyla sonrió, satisfecha con el plan que comenzaba a gestarse. Sabía que necesitaría aliados, y Rhaegar era el camino más directo para conseguirlos.

La rubia regresó a sus aposentos con la ayuda de Lord Connington. Al llegar, pudo soltar la tensión que sentía en sus pies. Este embarazo estaba siendo más difícil de lo que había imaginado. Solo llevaba cinco lunas y no podía concebir lo que vendría.

Recostada en su lecho, unos toques en la puerta la sacaron de sus pensamientos.

—Majestad —era Jayne, la nodriza de su hijo, que entraba con el pequeño en brazos—. ¿Me mandó a llamar?

—Solo quería ver a mi hijo, Jayne —la nodriza colocó al pequeño príncipe en el suelo, y este corrió hacia el pecho de su madre—. Muchas gracias, Jayne, ya puedes retirarte.

Con su hijo en brazos, sintió cómo el estrés y el peso de la corona se desvanecían.

—Te extrañé, mi bebé —exclamó Tyla, acariciando el rostro sonriente de su hijo.

La rubia quería asegurar el futuro de su pequeño. No deseaba que él se convirtiera en una víctima de este despiadado juego. Tyla lo protegería, pero para ello, debía convertirse en una jugadora astuta. Jahaerys jugaba con un pequeño dragón de madera a su lado, y Tyla lo miraba embelesada.

Los toques en la puerta interrumpieron ese momento.

—Majestad, se solicita su presencia en la sala del trono —anunció uno de los guardias reales.

Tyla tomó a su hijo en brazos y siguió al guardia. Al llegar, entregó a su hijo a una de las nanas y caminó hacia el trono, donde Lord Connington la esperaba a su lado.

—Hoy recibiremos a un nuevo guardia juramentado ante el Rey —dijo la mano del rey cuando la rubia se sentó en el trono.

—Si ya está juramentado, ¿para qué me necesitan? —preguntó la rubia, intrigada.

—El rey ha ordenado que el guardia jure lealtad a su casa y a su segunda esposa —dijo Connington, y Tyla se sintió extrañada. El Rey tenía un plan, pero no podía adivinar cuál sería.

Las puertas de la sala del trono se abrieron, mostrando a los guardias de la fortaleza, pero entre ellos se encontraba Jaime.

—No puede ser... —Tyla lo entendió todo. El Rey se había burlado de su padre y ahora estaba probando su lealtad.

—Majestad... —la voz de Jaime sonó cautelosa. La rubia se levantó del trono.

—¡Fuera! —ordenó a todos en la sala.

Al salir, su voz resonó fuerte y molesta.

—¿Qué hiciste, Jaime?

—Me gusta estar en batalla, Tyla, y tú lo sabes... —Tyla lo interrumpió.

—¡Mentira! —se acercó a él a pasos lentos—. Te preguntaré una vez más, y más te vale que me hables con la verdad. —Jaime tragó ante la mirada furiosa de su hermana—. ¿Qué haces aquí?

—Quería protegerte, Tyla.

—¿Protegerme de qué?

—Del Rey. Hay rumores, Tyla —en la mirada de Jaime había rastros de dolor—. De que el Rey te maltrata.

—El Rey no me maltrata, y si así lo hiciera, no podrías hacer nada —la rubia se calmó y respiró hondo—. Esto fue una decisión estúpida, Jaime.

Jaime Lannister se sintió insignificante ante las palabras de su hermana. Ella tenía razón; había desobedecido a su padre, había abandonado a su hermana, y ahora no había vuelta atrás.

—Perdón —aunque Jaime tuviera una espada y una capa blanca, seguía siendo débil ante su hermana.

—No te disculpes —Tyla tomó su rostro entre sus manos—. Te extrañé tanto y me alegra verte, pero tienes que tener cuidado. Ahora estás en un terreno peligroso.

El lazo entre hermanos se hacía más fuerte, y sin duda, ambos serían valiosos en las guerras venideras.

The Lion's Promise||Juego de Tronos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora