Susurros de Amor y Destino

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Rhaegar Targaryen, el príncipe honorable, era el susurro de amor que recorría todo el reino. Con la belleza de la Antigua Valyria esculpida en su rostro, a sus dieciséis años se había convertido en el sueño de toda doncell ena, incluida Tyla Lannister, la primogénita de la casa dorada.

Tyla, con sus ojos verdes como esmeraldas y su cabello tan dorado como el oro, admiraba al príncipe. Era un guerrero excepcional, con quien había practicado en más de una ocasión, y compartían una ardiente pasión por los libros. A pesar de sus catorce años, Tyla sabía que no estaba lista para el matrimonio, pero la devoción y el placer que encontraba en la compañía de Rhaegar la llevaban a anhelar más. Juntos, se sentían liberados, como si el mundo exterior no existiera. Rhaegar, aunque no deseaba unirse en matrimonio, no podía evitar pensar que, si tuviera elección, sería con Tyla.

—¿Crees que el rey aceptará la petición de tu padre sobre nuestra unión?— Su voz rompió el silencio, y Tyla levantó la mirada del libro que reposaba en sus piernas.

—Realmente no lo sé— respondió ella, observando el rostro afligido del príncipe.

Ambos se encontraban en los escombros de Refugio Estival, sentados sobre una gran tela que Rhaegar había extendido en el suelo.

—¿Y si el rey no acepta?— Rhaegar jugueteó con el arpa que tenía entre sus brazos, su voz llena de incertidumbre.

—Si el rey no acepta nuestra unión...— Tyla interrumpió, colocando su mano sobre la de él—. De seguro buscará una buena opción para ti.

La sonrisa de la leona tranquilizó al príncipe.

—¿Y si no me enamoro de ella?— exclamó Rhaegar, su voz cargada de desasosiego.

Tyla lo miró con ternura, comprendiendo su buen corazón que solo deseaba hacer el bien y encontrar la felicidad.

—Muchos matrimonios comienzan sin amor, pero con el tiempo, siempre terminan enamorándose— Rhaegar apretó su mano, buscando consuelo en su cercanía.

Aunque Tyla sentía un profundo cariño por Rhaegar, no deseaba el amor que él anhelaba. Había demasiado por explorar y disfrutar en su juventud, y ser reina no formaba parte de sus sueños. Su belleza era digna de admiración, y su padre, Tywin Lannister, había rechazado numerosas proposiciones de las grandes casas.

—Debo volver a la fortaleza, mi príncipe— dijo Tyla, cerrando el libro que yacía en su regazo.

—Permítame acompañarla, mi bella dama— Rhaegar la siguió mientras ella se levantaba, sonriendo.

—No quiero agobiarlo más con mi presencia. Además, sería un escándalo que me viesen contigo— respondió ella, disfrutando de la diferencia de altura entre ellos.

Rhaegar sonrió, acercándose lentamente.

—Está bien, mi lady, pero no puede irse sin antes despedirse.

The Lion's Promise||Juego de Tronos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora