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Sentí su pánico y corrí hacia ella a toda velocidad. La vi levantar los brazos como si estuviera protegiendo su rostro de algo y sus emociones se volvieron locas. Un montón de emociones me golpearon: el miedo, el pánico, el dolor, la vergüenza y la inutilidad estaban entre las más fuertes. A través de su visor, pude ver que tenía los ojos cerrados pero sus ojos debajo de los párpados temblaban. Su corazón latía como loco y todo lo que podía pensar era que suponía que estaba en apuros.
Se estaba cayendo de la moto y ésta se resbalaba. Me esforcé aún más cuando vi la barandilla más adelante indicando un giro brusco. No pensé que la mitocicleta tuviera ninguna posibilidad y no me importaba, su vida era mucho más importante que un paseo estúpido. Me lancé hacia ella, aparté la moto de mí y la escuché estrellarse contra la barrera de acero. Si ella no fuera a lastimarse, nos habría alejado, pero el hecho de que mi cuerpo no absorbería el impacto dada mi velocidad y velocidad, habría resultado más herida. Tuve que usar mis piernas y mi impulso para impulsarnos hacia el costado del camino. La sostuve fuerte contra mí y me aseguré de que su cabeza y cuello estuvieran inmovilizados hasta que pudiera controlarla. Mi ritmo disminuyó y una vez que llegué a una zona de césped lejos de miradas indiscretas, pude detenerme y dejarla suavemente en el suelo.
Tenía los ojos todavía bien cerrados y sus signos vitales parecían estar bien, pero me di cuenta de que estaba atrapada en una pesadilla dentro de su mente. Desaté la correa de su casco y se la quité con cuidado para asegurarme de que su cabeza no había sufrido ninguna herida.