Capítulo 18: Suerte

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"¿Qué hacemos?" susurró Aurora, sin apartar la vista de los dos chicos dormidos.

Frente a ellas, Juanjo y Martin permanecían profundamente dormidos, abrazados como si aquel gesto fuera su refugio, la única manera de sostenerse en un mar de emociones no dichas. Sus respiraciones, lentas y sincronizadas, llenaban el silencio de la habitación. La penumbra de la tarde cubría la escena con una calma casi sagrada, y por un instante, Aurora dudó si debían interrumpir aquello. Había algo puro en esa quietud que parecía intocable, como si romperla fuera una profanación.

"Tenemos que hacer algo," insistió Aurora en un murmullo.

Jimena, más práctica, cruzó los brazos. "No podemos dejarlos ahí toda la noche." Miró de reojo cómo el sol comenzaba a teñir el cielo con tonos naranjas. "Es tarde ya, y sus padres podrían empezar a preguntar."

Sin más preámbulos, Jimena se acercó despacio. Tocó con cuidado el hombro de Martin, como si temiera romper algo más que el sueño. "Chicos, es tarde..." susurró, su voz suave pero firme.

Martin abrió los ojos de golpe, desorientado por un instante. Al bajar la mirada, se dio cuenta de que Juanjo seguía apoyado sobre su pecho, profundamente dormido. Durante un segundo se quedó quieto, observándolo, permitiéndose una tregua en la confusión para apreciar la calma que el rostro de Juanjo irradiaba.

Con delicadeza, lo sacudió ligeramente por el hombro. "Juanjo," susurró, su voz aún ronca por el sueño.

Juanjo despertó despacio, parpadeando como si la luz tenue que se filtraba por las ventanas viejas le resultara demasiado intensa. Tardó unos momentos en orientarse, su mirada recorriendo las grietas de las paredes desgastadas. Entonces, sintió la calidez de Martin junto a él, y la realidad lo alcanzó con una claridad casi abrumadora.

"¿Qué hora es?" preguntó Martin, mientras trataba de desperezarse.

"Casi las nueve," respondió Jimena, mirando el viejo reloj que colgaba de la pared. "Tendrías que irte ya, Martin. Y tú, Juanjo... ¿qué piensas hacer?"

Juanjo no respondió de inmediato. Su mirada estaba posada en el suelo, sus dedos jugando nerviosos con la tela de su camiseta como si tratara de encontrar refugio en aquel gesto repetitivo. "No sé..." murmuró al fin, su voz apenas audible. "No quiero volver a casa. No puedo."

Aurora y Jimena intercambiaron una mirada de preocupación. La pelirroja se acercó y se arrodilló frente a él, inclinándose para buscar su mirada. "Juanjo, llevas cuatro días aquí, escondido en el garaje de Jimena. No puedes seguir así. Tarde o temprano tendrás que volver y hablar con tus padres."

Juanjo negó con la cabeza con frustración, apretando las manos contra sus piernas mientras estas temblaban ligeramente. "No lo entiendes," susurró, con un hilo de voz cargado de desesperación. "Ellos ya estaban enfadados cuando me fui... y ahora, después de desaparecer estos días..."

Martin, que hasta entonces había permanecido en silencio, observó a Juanjo con una mezcla de desconcierto y preocupación. Su ceño se frunció ligeramente mientras miraba de él a las chicas, buscando alguna explicación.

"Creo que Martin no entiende del todo lo que pasa," dijo Aurora, con cuidado. "¿Quieres explicárselo, Juanjo?"

El joven levantó la cabeza por primera vez, encontrándose con los ojos de Martin. Había una mezcla de vulnerabilidad y miedo en su mirada, como si estuviera evaluando si confiarle aquel peso. Pero tras un largo suspiro, decidió que Martin merecía saberlo.

"Discutí con mis padres," empezó, con la voz quebrada pero determinada. "Quieren que me aliste en la academia militar en septiembre. Mi padre lleva toda la vida planeando esto para mí. Siempre lo he sabido, pero..." Su voz se cortó por un momento, mientras luchaba por contener las emociones. "No quiero esa vida, Martin. No quiero ser lo que ellos esperan de mí."

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