Valentina miraba a Mía desde el espejo retrovisor del auto mientras Gregor conducía con su habitual calma, aunque en sus ojos se adivinaba el nerviosismo por la imprudencia de la escapada. Había sido complicado salir sin levantar sospechas en la mansión, pero ambas sabían que necesitaban esa libertad. Valentina, sofocada por las expectativas de su familia, y Mía, ansiosa por cualquier excusa que le permitiera pasar tiempo fuera del control de su entorno.
—¿Estás segura de que esto es buena idea? —preguntó Mía mientras se acomodaba en el asiento trasero, cruzando los brazos con escepticismo.
—Es una excelente idea —respondió Valentina con una sonrisa traviesa—. Haiden y Marcos nos esperan. No puedes echarte atrás ahora.
Gregor apenas disimuló una sonrisa al escuchar a Valentina. Sabía que la chica necesitaba romper las cadenas de su rutina, y aunque escaparse al lago podía sonar como una locura, para él era parte de su deber asegurarse de que ella fuera feliz.
—Llegaremos en 20 minutos, señorita —dijo con voz baja pero tranquila, sin apartar los ojos del camino.
El auto avanzaba por carreteras solitarias, rodeadas de árboles y campos abiertos. Valentina sentía cómo la tensión de la mansión se desvanecía a medida que dejaban la ciudad atrás. Había pasado noches difíciles después de lo vivido con Haiden, con su mente revuelta y su corazón latiendo con demasiada fuerza. Necesitaba verlo. Y sabía que él también necesitaba despejarse.
Mía, por su parte, intentaba encontrarle el lado positivo al viaje. Sabía que Marcos estaría allí, y aunque cada vez que lo veía terminaban discutiendo, algo la empujaba a no alejarse de él. Pero no iba a reconocerlo, al menos no fácilmente.
—Esto va a ser un desastre —murmuró en voz baja, más para sí misma.
Valentina la escuchó y soltó una pequeña risa.
—Siempre lo dices, y luego te diviertes más de lo que quieres admitir.
El sonido de un motor de moto en la distancia hizo que ambas chicas se inclinaran hacia adelante, emocionadas. A medida que el auto se acercaba al punto de encuentro, divisaron a Haiden y Marcos esperándolas junto a sus motos en la orilla del camino. Haiden llevaba su chaqueta de cuero y una expresión relajada que solo Valentina parecía conocer. Marcos, en cambio, ya estaba cruzado de brazos, con su mirada fija en el auto de Gregor.
—¿Cuánto tardaron? —preguntó Marcos apenas Gregor frenó y las puertas se abrieron.
—¿De verdad vas a empezar? —replicó Mía, bajándose rápidamente del auto y fulminándolo con la mirada—. No llevamos ni cinco minutos juntos y ya estás fastidiando.
—Es que a ti te encanta llegar tarde —respondió Marcos con una sonrisa socarrona.
—Y a ti te encanta ser insoportable. ¿No tienes nada mejor que hacer? —bufó Mía, cruzándose de brazos.
Valentina, que había salido del auto detrás de su amiga, intercambió una mirada divertida con Haiden. La tensión constante entre Mía y Marcos era inevitable, pero ambos sabían que eso también era parte del encanto de su dinámica.
—¿Siempre discuten o es algo especial para nosotros? —preguntó Haiden, acercándose a Valentina con una sonrisa ladeada.
—Es su forma de llevarse bien —respondió ella en broma, sintiendo cómo la calidez del momento la envolvía al tenerlo tan cerca.
Haiden le dio un leve beso en la sien, un gesto sencillo pero que Valentina sintió en lo más profundo de su corazón. Ese tipo de cercanía con él hacía que el mundo a su alrededor desapareciera, y por un instante se permitió olvidarse de todo lo demás.
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"Entre dos mundos"
JugendliteraturEn un mundo donde el dinero dicta el destino, Valentina lo tenía todo: belleza, poder y una vida bañada en lujos que muchos solo podían soñar. Sin embargo, detrás de cada sonrisa perfecta y de las fiestas exclusivas, se ocultaba un vacío que ni la r...