Capítulo-3

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El corazón de Valentina se detuvo un segundo. Sabía que esa conversación no iba a ser fácil. Sabía lo que venía: el interrogatorio, las suposiciones, las exigencias de que mantuviera la imagen de la familia intacta. Todo aquello que había tratado de evitar al estar con Haiden la noche anterior.

La clase comenzó, pero Valentina no podía concentrarse. Sentía cómo su mente divagaba, intentando procesar lo que estaba ocurriendo. Se preguntaba si Haiden ya había visto la foto. ¿Qué pensaría de todo esto? ¿Cómo lo afectaría saber que, sin quererlo, había sido arrastrado al caos que era su vida?

Esa noche el restaurante había sido un refugio, un escape temporal de su mundo. Pero ahora, ese mismo lugar se había convertido en el centro de atención. Y con cada segundo que pasaba, Valentina sentía que las paredes de su vida perfectamente construida comenzaban a derrumbarse.

Esa tarde, Valentina regresó a casa con una mezcla de ansiedad y resignación. Sabía que no podía evitar la conversación con sus padres por más tiempo. En cuanto entró, Sofía ya estaba esperándola en la sala, con los brazos cruzados y una expresión severa que Valentina conocía demasiado bien. Max, su padre, estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia el jardín con el ceño fruncido.

—Valentina, siéntate —ordenó su madre, su voz cortante.

Ella obedeció, tratando de mantenerse firme a pesar de los nervios que revoloteaban en su estómago. Sofía sostenía la revista que contenía la foto, como si fuera una prueba irrefutable de algún crimen imperdonable.

—¿Qué es esto? —preguntó, señalando la imagen con disgusto—. ¿Qué hacías en un restaurante con ese... chico? ¿Es cierto lo que están diciendo de ti?

Valentina respiró hondo, sabiendo que no tenía sentido ocultar la verdad. Sus padres ya habían sacado sus propias conclusiones, pero eso no significaba que ella iba a quedarse callada.

—Solo estábamos en un restaurante, mamá. Con Mía. No es lo que parece.

—¿No es lo que parece? —repitió su madre, incrédula—. ¡Tienes a la prensa especulando que estás teniendo una aventura con un camarero! ¡Un camarero, Valentina! ¿Te das cuenta del escándalo que podría causar esto? No solo para ti, sino para la familia.

Max, que hasta entonces había estado en silencio, se acercó lentamente, sus ojos serios y cansados.

—Tu madre tiene razón, Vale —dijo con tono más moderado, pero igual de firme—. Sabes que todo lo que haces está bajo escrutinio. No puedes permitirte un desliz como este.

—¿Un desliz? —Valentina no pudo contenerse más, su frustración saliendo a flote—. ¡Solo estaba cenando! No hice nada malo, pero ustedes siempre creen lo peor solo porque no encaja en su maldita imagen de perfección.

Sofía la miró con frialdad.

—No es cuestión de perfección, es cuestión de lo que es adecuado para alguien de tu posición. Ese chico, Haiden o como se llame, no pertenece a nuestro mundo. Tienes que entender que hay ciertas cosas que simplemente no puedes hacer.

Valentina sintió un nudo en la garganta, pero se negó a dejar que las lágrimas aparecieran. Se levantó de golpe, enfrentando a sus padres.

—¿Y qué pasa si no quiero pertenecer a ese mundo? ¿Qué pasa si estoy harta de todas estas reglas estúpidas?

—Valentina, escúchate —intervino Max, con tono preocupado—. No puedes hablar así. Sabes lo que está en juego. Lo que hacemos, lo que tú haces, afecta todo lo que hemos construido.

Ella no respondió. Simplemente dio media vuelta y salió de la sala, subiendo las escaleras hacia su habitación. Necesitaba tiempo para pensar, para procesar lo que acababa de suceder. Sabía que, aunque intentara escapar, el peso de las expectativas familiares siempre la perseguiría.
Coge su teléfono y decide escribirle a Haiden: **¿Viste la foto?: Valentina**

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Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, Haiden estaba terminando su turno en el restaurante cuando su teléfono vibró varias veces, recibió un mensaje de un desconocido
**¿Viste la foto?: Valentina**

Haiden frunció el ceño y abrió el enlace. Lo que vio lo dejó congelado en su lugar: la foto de él y Valentina en el restaurante, acompañada de titulares sensacionalistas y comentarios que hacían referencia a su "diferencia de clases". Sus manos comenzaron a sudar mientras leía algunos de los comentarios.

**"¿Qué hace una chica como ella con alguien como él?"**

**"Seguro es una fase rebelde. No durará."**

Sintió una oleada de rabia, no solo por cómo lo pintaban a él, sino también por Valentina. No sabía si ella había visto la noticia, pero imaginaba que, viniendo de la familia que venía, esto debía haberla puesto en una situación complicada.

-¿Estás bien? -preguntó Nico, pasando a su lado y notando su expresión pálida.

Haiden cerró el teléfono rápidamente, intentando actuar como si nada.

-Sí, solo estoy cansado.

Pero no podía quitarse de la cabeza la foto. Sabía que algo había cambiado, y no estaba seguro de cómo sentirse al respecto. Nunca había querido involucrarse en el mundo de Valentina. Sabía que era diferente, que vivían en esferas completamente opuestas. Pero ahora, sin quererlo, estaba en el centro de una tormenta mediática que no había buscado.

Al salir del restaurante esa noche, Haiden caminó por las calles vacías, pensando en lo que vendría después. Sabía que Valentina no era como las demás personas ricas que había conocido, pero tampoco era ingenuo. Sabía que su mundo, el de los ricos y privilegiados, tenía reglas y expectativas que no eran fáciles de ignorar.

Cuando llegó a su pequeño apartamento, se desplomó en el sofá, mirando su teléfono. Sabía que debía hablar con Valentina, pero no estaba seguro de cómo empezar. ¿La llamaba? ¿Le enviaba un mensaje? O tal vez lo mejor era dejar todo como estaba y evitar que las cosas se complicaran aún más.

Finalmente, con un suspiro, escribió un mensaje simple:

**Vi la foto. Espero que estés bien.**

Le dio a "enviar" y dejó caer el teléfono sobre la mesa. Sabía que esa era solo la punta del iceberg. Ahora, todo dependía de cómo Valentina manejaría lo que venía.

"Entre dos mundos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora