Haiden llegó a casa tarde esa noche, con el eco del rugido de las motos aún vibrando en sus oídos. Aunque el encuentro con Valentina le había dejado una paz inusual, el resurgimiento de la adrenalina en las carreras también lo había envuelto de nuevo. Sabía que debía mantenerse alejado, pero ese impulso, esa vieja adicción a la velocidad, lo estaba llamando otra vez.
Al abrir la puerta, la casa estaba en completo silencio. Las luces tenues del pasillo eran su única compañía, y pensó que su madre estaría ya dormida. Pero al pasar por el salón, una voz conocida lo detuvo en seco.
—¿Haiden? —La voz de Gabriela resonó en la oscuridad, cargada de una preocupación palpable.
El corazón de Haiden dio un vuelco. No esperaba una confrontación a esas horas. Avanzó despacio hacia el salón, donde su madre, sentada en el sofá, lo observaba con una mirada que lo atravesaba. La luz de una lámpara que ella encendió bañó la sala en una calidez engañosa.
—Llegas tarde últimamente —comentó ella, con un tono que no era casual.
Haiden apretó los labios, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía lo que venía, pero no estaba preparado para lidiar con ello. Optó por la evasiva.
—He estado trabajando más horas con Don. Ya sabes, no es fácil —respondió, encogiéndose de hombros.
Gabriela no apartó los ojos de él. Esa mirada maternal, que siempre sabía cuándo algo no iba bien, lo atravesaba como un cuchillo.
—¿Volviste a las carreras? —preguntó directamente.
Haiden tragó saliva. Podía sentir cómo el aire se volvía más denso. Evitar la verdad no iba a funcionar. Suspiró, dejando caer su fachada de indiferencia mientras tomaba asiento frente a su madre.
—No es lo que piensas —comenzó, sin mirarla—. Solo fue una carrera. Necesitaba el dinero.
Gabriela se tensó. Recordaba demasiado bien las noches de angustia esperando a su esposo. La vida en las carreras había destrozado su familia, y ahora veía cómo su hijo seguía el mismo camino.
—Tu padre murió por eso, Haiden. ¿Cómo puedes volver a hacer lo mismo? —preguntó con la voz quebrada, sus ojos reflejando el dolor acumulado.
Haiden sintió que se le formaba un nudo en la garganta. No tenía respuestas sencillas. La verdad era que estaba atrapado. Las carreras no solo eran una fuente rápida de dinero, sino también el único escape que conocía para aliviar la presión de todo lo que cargaba.
—No quiero hacer esto, mamá. Pero estamos mal económicamente. No puedo dejar que te hundas conmigo —susurró, incapaz de encontrar otra salida.
Gabriela se levantó y caminó hasta él, sentándose a su lado. Le tomó la mano, su rostro marcado por la tristeza, pero también por una determinación que él no esperaba.
—Prefiero perderlo todo antes que perderte a ti. Prométeme que te alejarás de eso. No quiero que termines como tu padre.
Haiden bajó la mirada, sabiendo que no podía darle la promesa que ella buscaba. Pero en su interior, también sabía que debía decidir pronto. Las carreras podían costarle todo, incluida Valentina, y ahora tenía más que perder que nunca.
—Lo intentaré, mamá. Te lo prometo —dijo, aunque ambos sabían que esa promesa estaba cargada de incertidumbre.
Un momento de silencio se instaló entre ellos, hasta que Haiden, consciente de que no podía ocultar más, decidió confesar una parte de la verdad que también pesaba en su mente.
—Pasé la noche con Valentina —murmuró, sabiendo que esto añadiría otra capa de preocupación.
Gabriela lo miró sorprendida, y por un instante, no dijo nada. Sabía que su hijo estaba luchando con demasiadas cosas a la vez, y la relación con Valentina no iba a ser una excepción.
—Haiden… —susurró, intentando procesar lo que acababa de escuchar—. Solo quiero que seas honesto contigo mismo. No te destruyas, ni a ti, ni a quienes te rodean.
Haiden asintió lentamente, con el peso de sus decisiones sobre los hombros. Sabía que su vida estaba al borde de una encrucijada, y con Valentina ahora en su mundo, tendría que enfrentarse a todo lo que estaba tratando de evitar.
Permaneció en silencio, dejando que las palabras de su madre se asentaran en su mente. La confesión de que había pasado la noche con Valentina era algo que no había planeado decir, pero sintió que ya no podía seguir ocultando partes de su vida. Gabriela, a su lado, seguía procesando lo que acababa de escuchar. Valentina, la chica de la familia más influyente de la ciudad, no era solo un escape para él, sino que también representaba un peligro si esa relación salía a la luz de la manera equivocada.
Gabriela soltó su mano suavemente y lo miró con los ojos llenos de preocupación, pero también con una mezcla de comprensión.
—Valentina… —dijo, reflexionando—. No sé mucho de ella, pero sé que su mundo es complicado, Haiden. No quiero que te lastimen.
Haiden apretó los dientes, intentando mantener la calma. Sabía que su madre no estaba equivocada, pero tampoco podía explicar lo que Valentina significaba para él en tan poco tiempo. Después de tanto caos en su vida, ella había sido un rayo de luz inesperado.
—Lo sé, mamá —respondió al fin, con la voz ronca—. Pero Valentina no es lo que parece. Ella también está luchando contra sus propios demonios. Y yo... no puedo apartarme de ella.
Gabriela lo estudió por un momento, como si intentara medir la intensidad de sus palabras. Finalmente, suspiró, sintiendo una mezcla de resignación y preocupación.
—Solo quiero que recuerdes que, aunque sus vidas parecen diferentes, siguen siendo igual de peligrosas, Haiden. No quiero perderte a ti también, ni verte atrapado en algo que no puedas manejar.
Haiden asintió, aunque el peso de las advertencias de su madre seguía cayendo sobre él. No era solo su regreso a las carreras lo que lo estaba arrastrando a ese borde peligroso, también estaba la relación incipiente con Valentina, una chica de un mundo completamente opuesto al suyo. Un mundo que, si se entrelazaba con el suyo de forma indebida, podía ser igual de devastador.
—Lo tengo claro, mamá. Pero estoy tomando las cosas con calma, al menos con Valentina. —Hizo una pausa, buscando las palabras correctas—. Ella me hace sentir... algo que no sentía desde hace mucho tiempo.
Gabriela lo observó en silencio durante unos segundos más, antes de finalmente levantarse del sofá. Se acercó a Haiden y lo abrazó, un gesto que lo tomó por sorpresa. Su madre rara vez mostraba afecto físico, y en ese momento, sintió el calor de su preocupación envolviéndolo como un escudo.
—Solo prométeme que tendrás cuidado, Haiden. Tanto con las carreras como con Valentina —susurró, sosteniéndolo un poco más antes de soltarlo—. No quiero verte perderte en ninguno de esos mundos.
Haiden la abrazó de vuelta, cerrando los ojos por un momento. Sabía que su madre tenía razón, pero también sabía que no podía simplemente alejarse de la vida que estaba llevando. Valentina y las carreras se habían convertido en partes importantes de su presente, aunque ambos lo arrastraran de maneras diferentes.
—Lo intentaré, mamá —murmuró, aunque dentro de él, las dudas seguían carcomiendo su determinación.
Gabriela lo soltó y le acarició la mejilla, sus ojos todavía reflejando la tristeza de alguien que ya había perdido demasiado. Luego, sin decir más, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su habitación, dejándolo solo en la sala.
Haiden se dejó caer en la silla, mirando las sombras que proyectaban las luces tenues. Estaba atrapado en medio de dos mundos, con la presión de mantener a su madre y la tentación de una vida que conocía demasiado bien. Sabía que pronto tendría que tomar una decisión, una que podría cambiar todo.
Valentina era su refugio, pero las carreras eran su realidad. Y mientras observaba cómo la puerta de la habitación de su madre se cerraba suavemente, se dio cuenta de que no podía seguir jugando con fuego. Las consecuencias podían ser devastadoras, y no solo para él, sino para todos los que amaba.
De alguna manera, tendría que encontrar el equilibrio, o arriesgarlo todo en el proceso.
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"Entre dos mundos"
أدب المراهقينEn un mundo donde el dinero dicta el destino, Valentina lo tenía todo: belleza, poder y una vida bañada en lujos que muchos solo podían soñar. Sin embargo, detrás de cada sonrisa perfecta y de las fiestas exclusivas, se ocultaba un vacío que ni la r...