―¡Feliz cumpleaños cariño! ―dijo mamá entusiasmada.
―Gracias mamá ―respondí aun dormitando.
―¡Adivina...! Te estoy llamando desde "el manos libres" ¿Estás en casa?
―¡Claro! ¿Por qué lo preguntas?
―¡Espéranos! Estamos a punto de llegar.
Mi madre siempre tenía un plan para el día de mi cumpleaños y como ella siempre solía decir: «Los dieciocho solo se cumplen una vez en la vida». «Como si cualquier otra edad se pudiera cumplir más de una vez», pensé con una sonrisa.
―¿Estamos? ―pregunté extrañada.
―Jisoo me acompaña, ¿no es genial? Pasaremos el día las tres juntas.
Me hacía mucha ilusión poder estar algo de tiempo con mamá, habían pasado un millón de cosas desde la última vez que la había visto, pero, sobre todo, necesitaba hablar con Jisoo. Contarle que tenía razón, que todo iba bien y que era tremendamente feliz. Contarle todo, como ella decía, «con pelos y detalles...».
―¡Tremenda sorpresa! Gracias mamá, pasar mi cumpleaños con ustedes es el mejor regalo que podía tener. ―dije con una gran sonrisa. ―conduce con cuidado.
Tras terminar la llamada, me invadió un sentimiento contradictorio, ellas eran las dos personas más importantes de mi mundo hasta ese momento. Hasta que mi mundo se puso patas arriba. Solo la idea de pasar todo el día lejos de Jennie me oprimía el pecho dejándome sin respiración.
Jisoo bajó del coche y corrió hacia mí para abrazarme.
―Mmm ―exclamó en voz baja.
―Realmente esa tal Jennie se te ha metido bien adentro, estás... deslumbrante. ―afirmó guiñándome un ojo.
―¡No digas tonteras! ―respondí mientras nos abrazábamos como si hubiéramos estado años sin vernos.
―Estoy deseando que me lo cuentes todo, me has tenido muy preocupada ―susurró mientras me tomó del brazo para entrar en casa.
―Felicidades cariño. ―exclamó mamá mientras me atrapaba entre sus brazos besándome sin parar.
―¡Estás más delgada! ¡Y tienes ojeras! ¿Qué pasa Lisa? ¿Es que no duermes por las noches?
Jisoo y yo nos miramos con cara de complicidad, sonriendo con picardía para nuestros adentros, mientras Mamá me extendió un paquete envuelto en papel de regalo.
―¿Qué es...? ―pregunté.
―Jisoo me ayudó a elegirlo, espero que te guste.
Abrí el paquete y en su interior había un sobre bastante grande, les dediqué una mirada a ambas cuando rasgué el envoltorio.
―¡Partituras!
―Se nos ocurrió que quizás te gustaría empezar a estudiar un poco antes de tu prueba.
―¡Son perfectas mamá! Muchísimas gracias a las dos.
Tener una amplia colección de partituras para un músico o para quien pretende serlo, es comparable con tener una biblioteca llena de maravillosos libros, y la gran diferencia entre haber leído ya un libro y leer una partitura es que las partituras se necesitan siempre, incluso habiéndolas memorizado resultan imprescindibles para poder interpretar la música y recordar sus anotaciones, matices y tempos.
―Estoy deseando empezar a estudiarlas detenidamente, pero me falta lo más importante... ¡un nuevo violonchelo mamá! ―Dije bromeando.
―Sí, bueno, ―dijo Jisoo. ―Verás, el chelo no entraba dentro del sobre.
Las tres entonamos una enorme carcajada.
―Pronto podré comprarlo, tengo mi propio trabajo, ¿recuerdan?
―Si mi amor, estoy muy orgullosa de ti ―dijo mamá mientras me abrazaba.
Agradecí aquella inesperada visita, fue como cuando los rayos del sol se cuelan entre las nubes para iluminar con su luz un día oscuro y sombrío. Mamá y Jisoo hablaban sin parar mientras yo las observaba sonriendo. No me di cuenta hasta ese momento de lo mucho que las había extrañado.
Después de un rato, mis pensamientos volaron libres y el recuerdo de Jennie volvió a llenarlo todo.
La voz de mi mejor amiga resonó una vez más sacándome de mis pensamientos.
―La tierra llamando a Lisa... ¡siéntate! ―dijo acercándose a mi oído.
―¿No estoy sentada?
―¡Sí...! A tres metros de altura por lo menos ―sonrió.
La miré y me sonrojé, tenía toda la razón, muchas cosas en mi vida habían cambiado y ella lo sabía.
Después de comer, mamá se quedó dormida en la sala. Jisoo y yo aprovechamos entonces para hablar.
―¿Damos un paseo por la playa? ―dijo entusiasmada.
―¡Claro! Tengo un millón de cosas que contarte.
Caminamos tomadas del brazo y paseamos junto al mar. Durante un buen rato, ninguna de las dos dijo una palabra, no hacía falta, nuestro silencio no resultaba de ninguna manera incómodo. Al llegar a la altura del roquerío, nos detuvimos para observar las olas reventar y decenas de gaviotas daban vueltas en círculos volando en sincronía. Jisoo se giró hacia mí y me miró durante un rato.
―¿Y bien? ¡Me tienes intrigada! ―murmuró.
Cuando comencé a hablar ya no hubo manera de que me detuviera, le conté a Jisoo cómo fue el día que conocí a Jennie, cómo me había enamorado de ella apenas la había visto, le hablé de nuestras largas conversaciones, de su inteligencia, de su sentido del humor y de su belleza. Le conté la historia de aquel lugar donde me llevó en su moto, aquella pequeña duna donde por primera vez sentí deseos de besarla. Jisoo me observaba embobada, con un brillo en sus ojos que no había visto antes, mientras acababa de relatarle con «pelos y detalles» cómo Jennie y yo habíamos hecho el amor allí mismo, en mi casa, sobre la cama de mi madre.
―Es la historia más bonita que he escuchado jamás, ―dijo. ― ¡qué envidia! Ojalá encontrara yo a alguien así, que me quisiera de ese modo.
―¿Y Ahnbo? ―pregunté.
Ahnbo era un chico de la secundaria que había salido en un par de ocasiones con Jisoo durante el último año.
―¡Ahnbo es un inútil! No podría dibujar la «O» ni con una tapa de refresco, creo que no encontraría mi parte sensible, aunque la buscara en un libro de anatomía. ¡Definitivamente no! Ahnbo no es para mí.
Estuvimos riendo hasta que nos dolieron las mandíbulas a costa del pobre e inexperto Ahnbo.
―Se está haciendo tarde ―dijo. ― ¿volvemos?
―¡Sí! Mamá ya se debe haber despertado y estará preguntándose dónde carajo nos hemos metido.
Una hora después, me despedí de las dos. Cuando entró en el coche, Jisoo me lanzó una mirada con sus ojos castaños a través de la ventanilla del copiloto, cerró el puño de su mano derecha dejando estirados el pulgar y el meñique y colocándolos en su cara a modo de teléfono.
―¡Hablamos! ―pareció decir, aunque no escuché su voz.
El motor arrancó y mamá frunció sus labios dejando escapar un beso al aire antes de iniciar la marcha.
«Dieciocho años solo se cumplen una vez en la vida» ―me dije, y como una flecha entre en casa.
ESTÁS LEYENDO
Vinos y Acordes: El sonido de la pasión
FanfictionEn un mundo donde los sueños a menudo se ven empañados por la realidad, Lisa se encuentra atrapada entre su pasión por la música y el deseo de un amor verdadero. Cuando su destino se entrelaza con el de Jennie, sus vidas darán un giro inesperado al...