No solo me sentía la persona más feliz del mundo, además se me notaba, estaba enamorada, radiante, llena de energía, trabajaba duro cada día y todo el tiempo que tenía libre lo pasaba con Jennie, casi siempre en su casa, así ella podía atender sus asuntos del trabajo mientras yo descansaba, estudiaba alguna partitura o simplemente la observaba. A veces, cuando se quedaba demasiado tiempo delante del computador sin hacerme caso, trataba de distraerla, impaciente, como una niña pequeña, reclamando toda su atención para mí, y la mayoría de las veces lo conseguía bailando sin parar, como cuando ponía en el tocadiscos Earned it, de The Weeknd. A Jennie le encantaba verme bailar con aquella canción, y para mí era una manera de insinuarme, un preámbulo para que hiciéramos el amor. Me resultaba divertido, algo así como un juego previo, un coqueteo constante.
Había muchísima química entre nosotras, eso era evidente. Cuando bailaba para ella y mi cuerpo se movía con ritmo sensual, Jennie dejaba de lado cualquier cosa que estuviera haciendo para poner todos sus sentidos sobre mí, el baile se convertía en una forma de «Cultivar la sensualidad con sutileza»
Sin ser muy consciente de ello, Jennie terminó siendo todo lo que yo necesitaba. Su piel imantaba mis dedos uno por uno, y me bastaba una mirada suya para empezar a temblar. Atada a ella, me sentía libre, me encantaba recorrer sus caderas y sus curvas sin límite de velocidad. Quería que todos los caminos fueran de su mano, mi espejo eran sus pupilas y en ellas me quedaba suspendida, la amaba... Y allí estaba yo, feliz, dando las gracias por su existencia.
No había un principio para su piel ni un final para mis ganas, y aunque me dejaba sin aliento, siempre me quedaba hambrienta de ella. Éramos felices, infinitas y casi perfectas.
Pasábamos horas y horas en la cama, recostadas la una junto a la otra, haciendo el amor de mil maneras, durmiendo y volviendo a amarnos, aquello debía ser lo más parecido a estar de luna de miel.
―Eres insaciable, ¿sabías? ―me susurró con sus labios aún sobre los míos.
―La culpa es tuya, has abierto mi caja de Pandora del amor y ahora va a ser imposible volver a cerrarla. Mis sentimientos se han escapado y vuelan libres...
―No puedo creer que hayas aparecido en mi vida Lisa. ―Se detuvo un instante y recorrió mi rostro con sus ojos, como sorprendida, como si quisiera encontrar una respuesta para todo aquello.
―No me puedo controlar mi amor... ―dije con cariño. ―En realidad, siento unas ganas incontrolables de gritar a los cuatro vientos que cada día te amo más, me amo a mí y amo lo nuestro...
Sus labios besaron los míos con ternura antes de que pudiera terminar la frase y allí permanecieron durante largo rato.
Las horas pasaban una tras otra, el tiempo es siempre el mismo para todos, pero la forma en que nosotras lo percibíamos cuando estábamos juntas, que era la mayor parte del día, era diferente a la del resto, sobre todo cuando estábamos a solas. Se nos escapaba entre los dedos, disfrutábamos tanto de nuestra intimidad que el tiempo parecía limitarse, como si abriéramos una línea en un espacio temporal.
―¿Sabes? Creo que las almas gemelas tienen el don de encontrar siempre el camino que las une.
―¿Lo crees de verdad? ―pregunté sorprendida. ― ¡que somos almas gemelas! digo...
―Lisa... mi pequeña Lisa... cuando te conocí, supe lo difícil que sería si se daba una relación entre nosotras, nuestros mundos son distintos, nuestras edades aún más, en ese momento éramos nada, pero nos buscábamos a todas horas. Decidí arriesgarme, de eso se trata el amor verdadero, ¿no?, de conocer los riesgos y aun así afrontarlos.
―Eso que acabas de decir es precioso, me vas a hacer llorar.
―Muchas veces pensé dejarte ir, lo intenté y fracasé, las dos sufrimos muchísimo con aquello. Tengo que admitir que, en este punto de mi vida, tengo miedo de no estar a la altura, de no poder darte lo que tú necesitas.
―Tú eres lo único que yo anhelo y necesito mi amor.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y en ese momento fui más consciente que nunca, de lo mucho que la amaba.
Descansamos abrazadas toda la noche, con esa necesidad que teníamos la una de la otra y que resultaba casi enfermiza.
Era miércoles y me tocaba volver al trabajo, me dejó en casa unas horas antes de mi turno, hace ya muchos días que no pasaba por allí. Al entrar, la sentí extraña, como si fuera la primera vez que entraba en ella, pasaba tanto tiempo con Jennie que había comenzado a sentir su casa como la mía propia.
Me senté en la terraza y aproveché para estudiar mis partituras un rato antes de ir a trabajar, no podía descuidar mis estudios si quería hacer una prueba decente... Luego de eso, me fui a la Azotea.
―¡Buenas tardes princesa! ―Me saludó Brad mientras colocaba unos manteles limpios en las mesas.
―¡Hola guapo! ―le respondí dirigiéndome al interior de la barra.
―¡Hola, Alex!
―¡Hola pequeña! ―Me tomó por la cintura, dándome un abrazo tan fuerte que creí que me partiría en dos.
―¿Y esto? ¿Tanto me has echado de menos?
―Ni te imaginas las ganas que tenía de que volvieras... ya no me cuentas nada de tu vida, aunque por la cara que traes siempre, creo que vives en una nube a tres mil kilómetros de altura. ¡Cuéntame!, ¿qué tal van las cosas en el paraíso?
Golpeé con cariño su costado e instintivamente hice un recorrido visual del local.
―¿Y Jennie?
―Salió hace un poco más de una hora, dijo que tenía asuntos que resolver en la ciudad y que no volvería hasta muy tarde.
Me quedé sorprendida, me extrañó mucho que Jennie no me lo hubiera mencionado. Sin notarlo bajé la vista al oír eso y por un instante Alex pareció capaz de leer mis pensamientos.
―Tranquila mujer, si no te dijo nada, estoy seguro de que habrá sido por una buena razón. Vamos a trabajar ¿ok? Estela está en su oficina y te aseguro que hoy no está de buen humor.
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Vinos y Acordes: El sonido de la pasión
FanficEn un mundo donde los sueños a menudo se ven empañados por la realidad, Lisa se encuentra atrapada entre su pasión por la música y el deseo de un amor verdadero. Cuando su destino se entrelaza con el de Jennie, sus vidas darán un giro inesperado al...