(EPISODIO 8) Parte 13

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Esa noche comenzó a llover con fuerza, desvaneciendo los contornos del paisaje. Jennie condujo con cuidado hasta su casa, concentrada en el camino por la escasa visibilidad.

Me pasé la mayor parte del camino tratando de aparentar serenidad, pero lo cierto, es que necesitaba recordarme a mí misma que tenía que respirar, estaba nerviosa, la nuca me ardía. Tragué saliva antes de poder hablar.

  ―No creerás esto Jennie, pero nunca he sido más feliz en toda mi vida ―afirmé con tono melancólico y con la mirada perdida en la oscuridad que nos envolvía. 

Jennie conducía con una sola mano apoyada en el volante, mientras con la otra encendió un cigarrillo.

  ―¿Fumas? ―pregunté muy sorprendida, era la primera vez que la veía ponerse un cigarrillo en los labios.

  ―Solo cuando estoy nerviosa ―añadió. ―¿Te molesta?

  ―¡No! tranquila, no importa, por mí no hay problema...

Dio una profunda fumada, contuvo el aliento por un segundo y exhaló suavemente, el humo tejió frente a sus ojos una cortina irregular.

La observé con detenimiento, su melena lisa le cubría uno de sus hombros. No llevaba ni una pizca de maquillaje, tampoco lo necesitaba, su rostro poseía unas facciones preciosas, un óvalo casi perfecto, una nariz pequeña, los labios carnosos y brillantes. Sus ojos cafés eran muy luminosos y algo rasgados, perfectamente encajados en unas cejas exquisitamente hechas. Combinaba la cara con un cuerpo escultural trabajado durante años. Una mujer imponente y segura de sí misma, sabedora de que su belleza no necesitaba de adornos para realzarse.

  ―Eres dolorosamente hermosa Jennie. ―dije con voz grave.

Apartó sus ojos repentinamente de la carretera para mirarme de ese modo que hacía que todas mis terminaciones nerviosas se activaran cobrando vida propia.

Cuando llegamos por fin a la puerta de su casa, detuvo el coche y se giró de nuevo para mirarme.

  ―¿Puedo preguntarte algo?

  ―¡Claro! ―respondí.

  ―¿Has estado antes con alguna otra mujer?

Bajé la cabeza al mismo tiempo que respondía a su pregunta. ―No, nunca antes había sentido algo tan intenso por nadie, ¿te molesta?

  ―No, por Dios, no ―dijo tratando de tranquilizarme.

Era evidente que aquel detalle me había puesto nerviosa, haciéndome sentir miedo e inseguridad. Yo no sabía hacer el amor, pero moría de placer cada vez que me besaba estrechándome entre sus brazos.

  ―No pasa nada, tranquila, no tienes que hacer nada que no desees.

Levanté la cara y la miré emocionada, un velo cubrió mis ojos y me emborronó la vista

  ― ¡Lisa! ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? ―preguntó preocupada.

  ―Lloro porque soy una tonta, me emocioné un poco, nada más, lloro porque no aguanto más esto que siento y que llevo dentro, me muero por ti, Jennie.

Tomó mi cara entre sus manos con ternura, deslizó sus pulgares secando las lágrimas que brotaron de mis ojos y me dio un cálido beso.

  ―Estás increíblemente guapa esta noche, ¿lo sabías?

  ―Gracias. ―Me tembló la voz a la vez que mi corazón se aceleraba, no tuve valor para mirarla.

Ya en el interior de su casa me rodeó suavemente con sus brazos, aspiré el perfume de su piel y de su pelo e inmediatamente me sentí aliviada.

Vinos y Acordes: El sonido de la pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora