Brad separó una de las sillas de la mesa y se sentó a mi lado, permaneció en silencio un instante mientras acariciaba con dulzura mis manos.
―No puedes seguir así o enfermarás de verdad, si no quieres hacerlo por mí, hazlo por Alex, te quiere muchísimo y está realmente preocupado por ti.
No pude evitar sentirme culpable, últimamente había sufrido mareos frecuentes, seguramente producidos por la falta de alimento, no podía tragar, la comida había perdido todo interés para mí. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, tomé la cuchara y comencé a comer un poco.
Estaba sentada en la mesa más cercana a la puerta principal y desde esa perspectiva no podía ver la calle, no me di cuenta de lo cerca que estaba hasta que su voz sonó a mis espaldas y noté el tacto cálido de su mano sobre uno de mis hombros.
―Hola Lisa, ¿cómo estás?
Brad se levantó para dejarnos a solas. ―Te traeré algo de beber. ―y se alejó.
―Gracias. ―contesté sin levantar los ojos del plato.
Mi cuerpo no sabía diferenciar entre los nervios y la emoción, el pánico y la duda o el principio y el fin. Solo me decía: «Corre...».
―Lisa... mírame por favor.
Levanté la vista de mala gana. Cuando Jennie me observó de cerca, un brillo de profunda tristeza devastó su mirada.
―Pero... ¡Dios mío Lisa!, estás... pálida ¿Cuánto peso has perdido?
―No estoy segura, no tengo mucho apetito últimamente ―afirmé mientras mis ojos regresaban de nuevo al plato.
Un sudor frío recorrió mi espalda cuando cubrió mis manos con las suyas, sentir de nuevo el tacto y el calor de sus manos, trajo mil recuerdos a mi perturbada mente, provocándome unas ganas locas de morder sus labios, de comerle la boca con ansias, con locura y desesperación... su voz volvió a sonar, rompiendo bruscamente la burbuja de irrealidad en la que estaba inmersa.
―Comerás todo lo que Brad te ha traído, ¿sí? ¿lo harías por mí?
―Lo intentaré. ―Regresé de nuevo la mirada a la mesa y tomé la cuchara.
Quise disimular, evitar que Jennie observara mi sufrimiento, pero mis ojos me delataron inundándose en milésimas de segundo y una lágrima cayó directamente sobre el plato que tenía delante, me sequé el resto lo más rápido que pude con la servilleta y observé de reojo la desolación dibujada en su rostro.
―Me quedaré contigo hasta que termines de comer, ¿te parece bien?
―Como quieras. ―«¡Qué hermosa está, por dios!», pensé al volver a mirarla.
Estar tan cerca que casi podía respirar el aroma de su piel y no poder tenerla me trastornaba, pero a la vez era todo lo que necesitaba para ser capaz de seguir respirando. Sin decir una palabra, devoré todo lo que Brad había traído para mí. En cuanto mi estómago se sintió saciado, inmediatamente comencé a sentirme mejor.
A partir de ese momento, Jennie se aseguraba de que comiera, acompañándome cada día a la mesa hasta que terminaba, poco a poco fui recuperando mi peso normal y mis mareos desaparecieron por completo. Tengo que confesar que me gustaba esa forma que tenía de cuidarme, a veces incluso la miraba de reojo y la pillaba observándome de un modo que hacía temblar mis cimientos, pero esos momentos eran temporales, duraban muy poco, después volvía a encerrarse en la oficina sin apenas dirigirme la palabra.
Era difícil saber lo que sentía, lo que pensaba, lo que escondía tras aquella forma de responderme y de mirarme. A pesar de todo, confiaba...
Me sentía extraña, como si me diera una de cal y otra de arena, la otra cara de la misma moneda. Era obvio que Jennie se preocupaba por mí, pero después se alejaba en silencio, probablemente, tratando de evitar cualquier tipo de tentación, a veces incluso desaparecía completamente durante días.
Necesitaba creer que aún me amaba, que lo que sentía por mí aún permanecía vivo escondido en algún lugar de su corazón, necesitaba pensar que en algún momento lograría recuperarla, porque cualquier otra opción era para mí una condena. Me resultaba extraño sentir cómo mi corazón seguía latiendo por ella, incluso estando completamente roto.
Ese día regresé a mi casa con las amarras de mi nostalgia totalmente desatadas, el ambiente olía a rosas blancas, a limón y a jazmín, era un aroma fresco y maravilloso que me recordaba a ella.
Ya había tenido demasiados días grises en mi vida, necesitaba creer que en algún momento llegarían los azules, los días cálidos plagados de besos, y a esa idea me aferraba esforzándome para no rendirme.
¿Podrían estar dos personas predestinadas? ¿Hechas la una para la otra? ¿Ser almas gemelas? Sería bonito si fuera verdad, que Jennie estuviera ahí esperándome, al igual que yo la esperaba a ella.
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Vinos y Acordes: El sonido de la pasión
FanfictionEn un mundo donde los sueños a menudo se ven empañados por la realidad, Lisa se encuentra atrapada entre su pasión por la música y el deseo de un amor verdadero. Cuando su destino se entrelaza con el de Jennie, sus vidas darán un giro inesperado al...