(EPISODIO 19) Parte 37

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Esa semana, Jennie me llevó a casa de mi madre aprovechando que tenía que ir a la ciudad para reunirse con Estela en la oficina de los abogados, y tratar de llegar a un acuerdo para terminar de una vez su sociedad. Era preferible hacerlo en un sitio neutral, y el despacho de los abogados parecía la mejor opción. Además, así podrían retocar cualquier cláusula que pudiera interesar a ambas partes.

La reunión tardó más de lo que esperaba, al principio pensé que serían un par de horas, pero eran ya las cinco de la tarde y aún no tenía noticias suyas. Empecé a ponerme nerviosa, no quise llamar por teléfono, mi llamada podría resultar inoportuna y no quería molestarla, mientras me debatía entre mandarle un mensaje o no, mi teléfono empezó a sonar...

  ―¡Hola! ―contesté. ―¿qué tal todo, ya terminaron?

  ―Aún no babe, lo siento, salí un momento del despacho para poder llamarte. Estela no está dispuesta a firmar, no está de acuerdo en un par de puntos, y de momento, no conseguimos llegar a ningún acuerdo, ¡es una locura!

  ―Pero terminarás hoy, ¿no?

  ―¡Eso espero! No puedo más con esto, estoy deseando llegar a casa, estoy agotada. Paso por ti más tarde ¿sí?, tengo que volver a entrar, hablamos luego, un beso, te amo. ―Y colgó sin más.

      20:27

       De: Jennie

       Para: Lisa

       «Paso por ti en unos veinte minutos babe, nos vemos en la puerta, besos».

Me despedí de mi madre y salí a toda prisa de la casa cuando llegó la hora, pero Jennie tardó un poco más de lo que esperaba en llegar. Cruzar la ciudad a esas horas de la noche seguramente le habría resultado un auténtico caos, la oficina estaba bastante lejos de mi casa. Por fin, después de un buen rato, apareció por la esquina de la avenida. Al verme a lo lejos desde el coche, hizo un cambio de luces.

Cuando entré en el coche la noté rara, me pareció que no tenía muchas ganas de hablar, su semblante era una mezcla de cansancio e irritación, así que me limité a darle un beso y dejar que fuera ella quien hablara del asunto, si es que quería. Permaneció callada un buen rato, maldiciendo entre dientes de vez en cuando por la torpeza de algún conductor despistado. Nunca la había visto tan nerviosa y me quedé extrañada, finalmente, decidí romper aquel silencio que empezaba a ser incómodo.

  ―¿Estás bien?

  ―Sí perdona... estaba pensando ―añadió sin más palabras. ―No hemos cerrado el acuerdo, tendré que volver a reunirme con ella la próxima semana. ―No quiso entrar en detalles.


Solo la idea de que Estela estuviera todo el día tan cerca de ella me erizaba los pelos de la rabia. Me preguntaba si seguiría enganchada a Estela de algún modo, ¿cómo podía hablar de eso sin que la conversación saltara por los aires y termináramos más lejos la una de la otra?

Ya había oscurecido cuando llegamos a la puerta de su casa, mientras maniobraba para estacionar no pude contenerme y le pregunté:

  ―Mi amor, ¿puedo hacerte una pregunta?

  ―Claro babe.

Me quedé en silencio unos instantes, no estaba segura de querer oír su respuesta, pero mi curiosidad era más grande.

  ―¿Qué es lo que viste en Estela?

Se sorprendió por mi pregunta, me miró con un gesto serio y respiró profundamente antes de hablar.

  ―No me parece buena idea que me preguntes eso.

  ―¿Estabas enamorada de ella?

  ―Lisa...

  ―¡Qué! Es que... por más vueltas que le doy, no consigo entender qué es lo que viste en ella, esa mujer está trastornada, ¿cuánto tiempo estuvieron juntas?, ¿te dejó ella o lo hiciste tú?

  ―Lisa, ¡ya basta!

No dejaba de sorprenderme la cantidad de veces que el tema de la «ex» terminaba levantando un muro entre nosotras. No quería reconocerlo, ni siquiera a mí misma, pero no pude evitarlo y lo solté de golpe, como quien suelta una granada.

  ―Tengo celos de ella, sé que no tengo motivos, pero no puedo evitarlo. No me gusta tenerla cerca de mí y mucho menos cerca de ti...

Jennie negó con la cabeza mientras se reía a la misma velocidad que la rabia se apoderaba de mí.

  ―¡No te rías!, ¡quiero saberlo!, ¿la amabas?

  ―Por supuesto que sí ―dijo tirando del freno de mano tan fuerte que pensé que se quedaría con él en la mano.

Aquella frase bastó para callarme la boca y dejar de meter las narices en el pasado. Sentí un dolor en mi interior que me atravesó el pecho, y me entraron unas ganas locas de echarme a llorar, pero no lo hice... apreté los dientes y salí del coche.

Nunca me había sentido tan celosa, quizás porque nunca antes había estado tan enamorada. Estaba segura del amor que nos teníamos, pero comencé a sentirme insegura de mí misma, a compararme con ella e imaginarme cosas raras. Me apoyé en la puerta del coche, fue una suerte que estuviera oscuro y no se notara lo sonrojadas que estaban mis mejillas por la vergüenza. Me sentía inestable, no quería tener discusiones sobre ese tema, no podía permitir que nuestra relación empezara a tambalearse ahora que empezaba a consolidarse. Tener una «ex» siempre presente era terrible, pero vivir un conflicto abierto con Jennie por ella, era aún peor.

Jennie tomó su portafolio del maletero y se acercó a mí, me miró a los ojos y me rodeó muy fuerte con sus brazos. Yo quería abrazarla, fundirme con ella y besarla apasionadamente, pero no lo hice, en vez de eso, me quedé allí, con los brazos flácidos a lo largo del cuerpo, mientras ella me estrechaba entre los suyos tratando de mostrar toda la madurez que a mí me faltaba.

Vinos y Acordes: El sonido de la pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora