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Enzo se quedó mirando el vaso en sus manos, sintiendo el líquido frío resbalar por su garganta mientras todo a su alrededor comenzaba a desmoronarse. Las luces de la fiesta parecían más intensas, casi hirientes, como si de repente todo lo que intentaba ignorar se hiciera más evidente con cada segundo que pasaba. Las risas, las conversaciones, los brindis... todo se mezclaba en un zumbido ensordecedor. Sin embargo, su atención no podía apartarse de lo que ocurría al otro lado de la habitación.

Julian y Marcos seguían hablando después del beso, como si nada hubiera pasado. Pero para Enzo, todo había cambiado. Algo en él se rompía lentamente, aunque no quería aceptarlo. Miró de reojo a Otamendi, quien lo observaba con cautela, como si sospechara que algo andaba mal.

—"Te noto raro, ¿seguro que estás bien?" —insistió Otamendi, inclinándose un poco hacia él para hacerse oír sobre el ruido de la música.

Enzo hizo una mueca y forzó una sonrisa, una de esas que solía usar para encubrir lo que realmente sentía. Era bueno en eso, en aparentar. Había pasado toda su vida ocultando lo que realmente quería, lo que realmente pensaba, para ajustarse a las expectativas de los demás, especialmente las de su padre.

—"Sí, negro, solo estoy un poco cansado" —respondió, girando el vaso entre sus manos como si fuera lo más interesante del mundo.

Otamendi lo miró un segundo más, dudando, pero finalmente asintió, dándose por vencido. Se levantó y se unió a otro grupo de amigos que reían cerca del sofá. Enzo aprovechó el momento para apartarse, necesitaba aire, necesitaba espacio. Cruzó la sala y salió al balcón, cerrando la puerta de vidrio tras él.

El aire fresco de la noche lo golpeó de inmediato, dándole un respiro. Apoyó las manos en la barandilla y miró al vacío, a la ciudad iluminada bajo sus pies. Pero no podía pensar en nada que no fuera Julian. No podía evitar recordar aquel breve día en que habían estado juntos. Cómo Julian lo había mirado con esa mezcla de nerviosismo y esperanza, esa timidez que Enzo siempre había encontrado molesta, pero que ahora extrañaba. El modo en que Julian se sonrojaba cuando lo tocaba, la forma en que su voz temblaba cuando intentaba decir algo importante.

¿Por qué había terminado todo tan rápido? La respuesta era clara, pero eso no lo hacía más fácil de aceptar. Había sido por su padre. No podía permitirse decepcionarlo, ni enfrentarlo. El hombre no tenía ni idea de su relación con Julian, pero Enzo lo había sentido como una sombra constante sobre él, un recordatorio de lo que estaba "bien" y lo que no. Había crecido escuchando comentarios despectivos, habiendo absorbido ese odio sin cuestionarlo, hasta que se encontró en una situación donde sus propios sentimientos lo contradecían.

Soltó un suspiro frustrado. En su cabeza, había tratado de convencer a todo el mundo —incluso a sí mismo— de que Julian le daba asco, de que era la peor decisión que había tomado. Lo había hecho para protegerse, para justificar su miedo. Pero esa noche, al verlo con Marcos, todo ese engaño se desmoronaba.

La puerta del balcón se abrió de repente, y Enzo giró la cabeza rápidamente, casi asustado. Era Julian. El aire entre ellos pareció tensarse de inmediato, como si el tiempo se hubiera detenido. Julian lo miraba, sin saber muy bien qué decir, como si él tampoco hubiera esperado encontrarse en esa situación.

—"Perdon, no sabía que estabas aca" —murmuró Julian, haciendo ademán de retroceder.

—"No... quedate" —respondió Enzo antes de poder detenerse.

Julian se detuvo, visiblemente confundido, pero asintió y cerró la puerta tras de sí. Caminó lentamente hasta la barandilla, situándose a una distancia prudente de Enzo. Ninguno de los dos habló durante unos instantes. El silencio entre ellos era pesado, lleno de todo lo que había quedado sin decir.

—"Vi lo de Marcos" —soltó Enzo de repente, sin siquiera planearlo.

Julian parpadeó, sorprendido, pero no respondió de inmediato. Parecía estar midiendo sus palabras, como siempre lo hacía.

—"Ah... sí, bueno, no fue nada" —dijo finalmente, encogiéndose de hombros—. No estoy seguro de lo que quiere. Yo tampoco lo busqué.

El corazón de Enzo latió con más fuerza. Claro que Julian no lo había buscado. Ese era el problema. Él nunca buscaba nada, siempre se dejaba llevar, se escondía detrás de su timidez. Y eso lo hacía más fácil de lastimar. Aún así, el beso seguía doliendo, aunque no tuviera derecho a reclamar nada.

—"¿Estás bien con eso?" —preguntó Enzo, en parte por curiosidad y en parte porque necesitaba una respuesta que lo ayudara a entender lo que estaba pasando dentro de él.

Julian lo miró por un largo segundo antes de suspirar.

—"No lo sé, Enzo. No sé si estoy bien con nada últimamente."

Esa respuesta lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. Julian no estaba bien. Y, de alguna manera, eso lo afectaba. Más de lo que debería. Enzo apartó la mirada, sintiendo una culpa creciente dentro de él. Porque él había contribuido a ese malestar, él había sido el que lo dejó de la nada, sin explicación, dejándolo solo para lidiar con todo.

—"No quería que las cosas fueran así entre nosotros" —confesó, con la voz más baja de lo que pretendía.

Julian lo observó con atención, como si no creyera lo que estaba escuchando.

—"¿Y cómo querías que fueran?" —preguntó al fin, con una mezcla de curiosidad y enojo en su tono de voz.

Enzo se quedó callado, sin saber qué responder. Porque la verdad era que ni él mismo lo sabía. Quería que todo fuera diferente, quería no tener que sentir lo que sentía. Pero también sabía que había algo en él que no podía seguir ignorando.

La brisa nocturna seguía envolviéndolos mientras la fiesta continuaba al otro lado del cristal, ajena a todo lo que estaba ocurriendo entre ellos.





























































Holii, les quería avisar que no va a ser tan larga la historia, dudo que tenga más de 50 caps, pero no es que va a tener menos de 30, me explico? Bueno eso, lo quiero (Voten y digan sus opiniones)

cruzando líneas // enzulian AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora