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La noche parecía no tener fin. Las luces, el ruido de la gente hablando, y las risas constantes en la fiesta pasaban de fondo, como si el mundo alrededor hubiera decidido ignorarlos por completo. Enzo y Julian estaban frente a frente en un rincón de la sala, apenas iluminados por una lámpara que hacía su luz titilante encima de ellos. Nadie prestaba atención, eran solo ellos, y todo lo que había quedado pendiente entre ambos.

Julian clavaba la mirada en el suelo, sintiendo la presión en el pecho, esa mezcla de enojo y confusión que no sabía cómo manejar. Después de semanas intentando entender qué había pasado entre ellos, finalmente tenía a Enzo ahí, de frente, y no iba a dejar pasar la oportunidad.

—¿Sabés lo que me hiciste? —soltó Julian, en un tono más firme de lo que esperaba. Su voz temblaba apenas, pero lo que sentía era real, no había dudas. No podía con la bronca que le quedaba de todo ese quilombo.

Enzo se mordió el labio, intentando mantener la compostura, cruzándose de brazos como si nada lo afectara. Su orgullo se levantaba como una muralla, y el odio que intentaba mostrarle a Julian era la única defensa que le quedaba.

—Flaco, no te hice nada. Ya te dije, fue un día y nada más —respondió Enzo, intentando sonar indiferente. Sentía que el pecho se le cerraba, pero no iba a permitir que Julian lo viera dudar.

—¿No me hiciste nada? —repitió Julian, alzando la voz, sin importarle si alguien los escuchaba o no. Lo que decía Enzo le dolía como una piña directa al estómago—. Salimos un día, ¿sí? Solo un día, y después te borraste sin decirme nada. Ni siquiera te importó cómo me dejaste —dijo Julian, agachando la cabeza y cerrando los puños. No sabía si lo quería golpear o si quería dejar de hablar para siempre.

Enzo respiró profundo, manteniendo la sonrisa arrogante que usaba para ocultar cualquier cosa que sintiera. Tenía que sostener la bronca, el rechazo… el asco, se repetía. Lo odiaba, no había otra explicación para lo que sentía.

—Julian, no sos el centro del mundo, ¿sabés? No se me acababa la vida porque no te hablara más —respondió Enzo, buscando las palabras más crueles que pudiera encontrar. Aunque por dentro sabía que cada palabra también le dolía a él, cada cosa que decía lo iba enterrando más en el enojo y el rencor.

Julian lo miró con una mezcla de dolor y decepción. Nunca había pensado que Enzo fuera así, tan superficial, tan frío. Quizás era él el que se había equivocado todo el tiempo. Quizás había idealizado a alguien que nunca existió.

—Sos un forro, ¿sabés? —espetó Julian, dando un paso hacia atrás, queriendo terminar con eso de una vez. Pero algo en él no lo dejaba alejarse del todo—. Yo pensé… pensé que por una vez, ibas en serio, que lo que pasó… —titubeó, sintiendo cómo su voz le temblaba al recordar ese día juntos, esas miradas, el beso que habían compartido. Para él había sido especial, algo que nunca había sentido. Pero para Enzo, claramente, no había significado nada.

Enzo sintió cómo esas palabras le apretaban el pecho. Había intentado ser honesto, mostrarse sincero, pero lo único que sentía ahora era culpa y una mezcla de emociones que no lograba entender. Tenía que mantenerse firme, y sobre todo, no podía mostrarse vulnerable.

—¿Para qué te vas a hacer la película? —respondió Enzo con sarcasmo—. No era nada, Julian. Fue solo un día, ¿qué esperabas? Yo no soy así, no estoy para cosas serias, ¿entendés?

Julian cerró los ojos, intentando mantener la calma, aunque por dentro sentía que se le venía todo abajo. Le dolía en el alma, pero no iba a dejar que Enzo lo viera así. No le iba a dar el gusto.

—¿Eso es lo que sos, entonces? —preguntó con frialdad—. ¿Alguien que ni siquiera puede decir la verdad, que se esconde detrás de excusas baratas? Mirá, Enzo, me hubieras dicho cualquier cosa, hasta que te arrepentías, pero eso… eso que hacés es una mierda —soltó finalmente, con una mirada que reflejaba toda la bronca acumul

Enzo sintió el peso de las palabras de Julian, cada sílaba como un golpe directo. Quería responder, quería decir algo que terminara esa conversación de una vez, pero las palabras no le salían. Su orgullo le prohibía admitir lo que realmente sentía, y lo único que le quedaba era sostener esa actitud de desinterés que no hacía más que aumentar la tensión entre los dos.

—Mirá, pibe —dijo, forzando una sonrisa burlona—, yo no me voy a hacer cargo de lo que vos te inventaste en la cabeza. Fue un día. No me hago cargo de tus novelas.

Julian sintió que la sangre le hervía, como si las palabras de Enzo le clavaran un puñal cada vez que intentaba defenderse. Había confiado en él, aunque fuera solo un día, y por un momento había sentido que Enzo era distinto, que realmente podía bajar la guardia. Pero ahora, solo veía a alguien que lo usaba como excusa para escapar de lo que realmente sentía.

—¿Sabés qué? Tenés razón —dijo Julian, mirándolo con dureza, sus ojos llenos de decepción—. Me inventé que eras alguien que valía la pena. Fui un boludo en creer que podías ser sincero.

Enzo lo miró con los dientes apretados, sintiendo cómo esas palabras le dolían más de lo que quería admitir. Había algo en la mirada de Julian, en esa mezcla de bronca y tristeza, que lo hacía tambalear. Pero no podía, no quería dejar que se notara. No cuando todo lo que tenía que hacer era alejarlo, demostrarle que él no era el que se hacía ilusiones.

—¿Y qué querés que te diga? Yo soy así, loco. Bancátela o andate —soltó, más para convencerse a él mismo que a Julian. No quería ver la reacción de Julian, no quería ver lo que esas palabras le estaban haciendo.

Julian apretó los labios, sintiendo que todo se le desmoronaba, pero se negó a derrumbarse frente a Enzo. No le iba a dar el gusto de verlo quebrado, no después de todo lo que había soportado en silencio.

—Ya entendí, Enzo. Con vos ya entendí —dijo, su voz temblando de rabia contenida—. No tengo nada más que hablar con vos. No quiero verte, ni cruzarte, ni nada. Te juro que no necesito ni tu amistad ni tus excusas.

Enzo abrió la boca para responder, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Por un segundo, el miedo a perder a Julian, a que de verdad se alejara para siempre, fue más fuerte que su orgullo. Pero antes de poder decir algo, Julian se dio vuelta y comenzó a alejarse, dejándolo ahí, solo, rodeado por la fiesta y el ruido que ahora parecían no tener sentido.

Miró a Julian alejarse, sintiendo una mezcla de vacío y rabia. Sabía que algo en él lo obligaba a actuar así, que su propio miedo a decepcionar a su padre, a enfrentarse con todo lo que había aprendido a odiar, lo estaba alejando de alguien que realmente le importaba. Pero también sabía que su orgullo no le iba a permitir admitirlo. No mientras se negara a aceptar lo que sentía.

Y mientras Julian desaparecía entre la gente, Enzo se quedó solo en medio de la fiesta, sabiendo que tal vez acababa de perder algo mucho más valioso que lo que estaba dispuesto a admitir.

















































































SE VIENE!!! SE VIENE LO BUENO CHICULINESS

cruzando líneas // enzulian AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora