Capítulo 39:Lanzamiento de Misil Tomahawk

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"¡Necesitas calmarte!"

Iniesta corrió hacia Messi con el rostro lleno de preocupación.

La actitud de Messi no era la habitual, algo lo estaba perturbando profundamente.

Desde que lo conocía, nunca lo había visto así: su rostro tenso, las venas marcadas en su cuello, los puños apretados, como si en cualquier momento pudiera estallar. Pero lo que más sorprendió a Iniesta fue ver cómo Messi, alguien tan sereno y noble en el campo, se había obsesionado con atacar a Morales, un joven jugador de La Masía.

"¡No es normal!", pensó Iniesta, mientras observaba cómo Messi seguía discutiendo con el árbitro por una falta que Morales apenas había cometido. Era como si hubiera una furia dentro de él que no podía contener, una rabia que se alimentaba cada vez más.

Lo más desconcertante de todo era que Morales no era cualquier jugador. Provenía de La Masía, la misma cantera que había formado a Messi, y eso siempre había significado algo especial para él. Normalmente, Messi protegía a los jóvenes, les daba consejos, les mostraba el camino. Así lo había hecho con Puig, con quien tenía una relación cercana, brindándole su experiencia y apoyo personal. Pero con Morales, era completamente distinto. Lo veía como un rival.

Esto hacía que Iniesta se sintiera incómodo. Sabía que la directiva había sacrificado a Morales para mantener a Dembélé, y eso ya le había dolido en su momento. Para él, los hijos de La Masía siempre debían tener una segunda oportunidad, regresar a casa, como lo merecía Morales. Pero la actitud de Messi amenazaba con bloquear ese regreso.

"¡Si me enfado, seré aún peor!", respondió Messi con frialdad, su mirada fija en Morales.

Iniesta se detuvo, sorprendido por la intensidad en los ojos de su amigo. Messi estaba consumido por una mezcla de ira y desdén que nunca antes había mostrado en el campo. Morales parecía haber despertado algo profundo en él. ¿Podría ser la frustración de ser defendido sin margen de maniobra? ¿O había algo más? Messi siempre había sido un jugador impulsado por la perfección, pero esta vez, la rabia parecía sobrepasar los límites del fútbol.

"¿Te molesta que sea tan joven? ¿O su origen?", se preguntaba Iniesta mientras veía cómo Messi mantenía su fría mirada sobre Morales. En el pasado, había escuchado a Messi hablar de la presión de representar a su país, pero nunca había visto esa frustración dirigida a otro jugador de esta manera. Y ahora, con Morales, era como si esas viejas heridas volvieran a abrirse.

Iniesta quería intervenir, hacer algo para calmar la situación, pero antes de que pudiera decir algo más, Busquets llegó corriendo.

"¡Capitán, primero concentrémonos en ganar!", dijo Busquets, interrumpiendo cualquier intento de diálogo. "¡El partido está en contra nuestra!"

Iniesta asintió, consciente de que había algo más que no podía controlar. Sabía que Busquets también tenía sus propios intereses. Él, al igual que Piqué, temía perder su lugar en el equipo. Con Morales destacándose, su futuro en el club parecía amenazado.

Messi seguía observando a Morales, y Morales no se quedaba atrás. Ambos se enfrentaban con miradas que atravesaban el campo, como si en ese instante no existiera nada más que ellos dos. Los ojos de Morales ardían con una mezcla de furia y determinación, mientras Messi mantenía su fría postura.

La tensión era palpable, y cada movimiento en el campo parecía ser una extensión de esa silenciosa batalla entre los dos.

"¡Alexander!", gritó Morales. "¡Sube por la banda y apoya mis jugadas!"

"¡Entendido!", respondió Arnold, corriendo hacia adelante. Sabía que Morales estaba al borde de explotar, y cuando Morales se enfadaba, los goles solían llegar de manera imparable.

Morales miró hacia sus compañeros de mediocampo, Henderson y Wijnaldum. "¡Cúbranme las espaldas cuando me adelante!", les ordenó, y ambos asintieron rápidamente.

Klopp les había dado libertad en el mediocampo, y Morales lo aprovechaba al máximo. Su capacidad para moverse entre líneas y crear espacios era inigualable. Ahora, estaba listo para desatar toda su furia en el campo.

"¡Mané, Salah, retrocedan un poco, quiero asociarme con ustedes en los contraataques!", gritó Morales, dándoles instrucciones claras.

Salah, en particular, parecía emocionado. Sabía lo que venía. Cuando Morales entraba en ese estado, ningún equipo podía detenerlo. Su capacidad para destrozar defensas y asistir a sus compañeros era simplemente asombrosa.

El árbitro pitó para reanudar el partido.

Morales, en un gesto deportivo, había sacado el balón fuera del campo debido a la lesión de Dembélé. Sin embargo, cuando Jordi Alba tomó el balón, lo que sucedió fue sorprendente. En lugar de devolver el balón como indicaba la cortesía futbolística, lo lanzó directamente a Rakitic, buscando un contraataque rápido.

Arnold se enfureció. "¡¿Dónde está su respeto?!", gritó, mientras Morales lo detenía con un grito: "¡Cálmate!"

Morales había visto lo que estaba por venir. En un destello de velocidad y agilidad, interceptó el pase destinado a Messi. Era un robo perfecto, ejecutado con precisión y frialdad. Sin perder tiempo, Morales lanzó el balón hacia adelante.

"¡Si no devuelven el balón, yo mismo lo recuperaré!", pensó, lleno de determinación.

Arnold se unió al ataque, corriendo por la banda, mientras Morales dirigía el contraataque con precisión quirúrgica. Firmino, Salah y Mané comenzaron a moverse como un engranaje bien engrasado, siguiendo el ritmo y la dirección de Morales.

El balón se movía de un lado a otro, confundiendo a los defensores del Barcelona. Salah recibió el balón en una posición peligrosa. Con una finta, engañó a Piqué, que cayó al suelo en un intento desesperado de detenerlo. El caos reinaba en el área de penalti de Barcelona.

Salah, en lugar de disparar, hizo un pase sutil hacia Morales, que había llegado corriendo desde atrás. Con la mirada fija en el balón, Morales levantó su pierna.

El tiempo pareció detenerse por un segundo.

"¡Sistema, usa la carta de habilidad Misil Tomahawk!", escuchó en su mente.

En ese instante, todo el estadio contuvo la respiración.

Con un movimiento decidido, Morales golpeó el balón con una fuerza implacable. La trayectoria del disparo era perfecta. El balón voló como un misil, directo a la escuadra, imposible de detener para el portero.

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"En el fútbol, como en la vida, el respeto no se exige, se gana con cada acción." – Anónimo

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El Arte de la Defensa:El Rey de los RobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora