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El equipo estaba atrás en el marcador, y el ambiente en el Camp Nou era sofocante. Los cánticos de los fanáticos locales resonaban como un eco lejano, casi ahogados por la tensión en el aire. Barcelona estaba adelante, y su público no dudaba en celebrarlo. Morales, sin embargo, no se daba por vencido.
Con cada toque al balón, cada pase bien colocado, había dejado su marca en el partido, y ahora, con otro gol a su nombre, se había ganado los aplausos de la multitud. Aun siendo rival, el respeto se sentía en el aire. El problema era que había encendido algo más en el corazón de Messi. Algo oscuro, algo imparable.
Messi lo miraba de reojo. Para alguien que había dominado el fútbol mundial, verse igualado o superado por alguien más joven era intolerable. Todos sabían que un Messi enojado era un Messi devastador. Y el público del Camp Nou, consciente de esto, empezó a murmurar con emoción.
El balón regresó a los pies de Messi, y en ese preciso instante, todo cambió. Como un huracán imparable, el argentino aceleró con el balón pegado a sus pies. Su primer oponente, Firmino, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Messi lo dejara atrás. Y luego, en una jugada digna de leyenda, pasó a Henderson con un túnel preciso, casi humillante. Henderson se quedó inmóvil por un segundo, como si no pudiera creer lo que acababa de suceder. Pero Messi no se detuvo ahí.
El siguiente en la lista era Arnold, y Messi no dudó. Con una jugada magistral, realizó un sombrero perfecto, elevando el balón por encima de la cabeza del defensor antes de recogerlo al otro lado. El estadio rugió. Estaban siendo testigos de algo extraordinario. Pasar el balón entre las piernas de un rival y luego realizar un sombrero no era simplemente un acto de destreza; era una declaración de intenciones, un grito al mundo de que Messi no había perdido ni una pizca de su magia.
Los rostros de los jugadores de Liverpool reflejaban la presión del momento. Sabían que no estaban ante un jugador cualquiera; estaban ante un Messi enfurecido, dispuesto a destruir todo lo que se interpusiera en su camino. Y Morales, que observaba desde la distancia, lo sabía también. Él mismo había encendido la chispa que ahora alimentaba el fuego de Messi.
Mientras Barcelona avanzaba con más fuerza, Valverde se levantó de su asiento en el banquillo, incapaz de contener su emoción. El entrenador estaba a la orilla del campo, nervioso pero expectante. Sus ojos seguían cada movimiento de su estrella, mientras que en el banquillo de Liverpool, Klopp estaba de pie, su rostro tenso, consciente de que el peligro era inminente.
Tras dejar atrás a Henderson y Arnold, Messi comenzó a cortar hacia el centro del campo, llevando el balón consigo como si fuera una extensión de su propio cuerpo. Van Dijk, siempre sereno, dio instrucciones rápidas a Lovren para que cubriera los espacios mientras él tomaba la delantera en la defensa. Pero Messi, con una confianza renovada, avanzó sin titubear. Cada toque al balón parecía predeterminado, cada paso calculado con una precisión quirúrgica.
Suárez, como un cazador acechando, ya estaba dentro del área de penalti, esperando cualquier oportunidad. Los defensores de Liverpool no sabían si marcar a Suárez o centrarse en Messi. Robertson, sin pensarlo, dejó la banda para unirse a la defensa en el área, pero Messi no estaba interesado en pasar el balón.
No había señales de que quisiera compartir la gloria. Su determinación era clara: quería marcar él mismo.
**"¡Messi sigue con su avance!"**, gritaba el comentarista, la emoción vibrando en su voz. **"¡Van Dijk se adelanta, pero Messi lo está dejando atrás! ¡Un cambio de dirección... otro más! ¡Van Dijk ha perdido su centro de gravedad!"**
El gigante holandés, conocido por su solidez defensiva, apenas pudo mantener el equilibrio mientras Messi lo desafiaba con movimientos rápidos y calculados. Un leve amague de Messi fue suficiente para dejar a Van Dijk tambaleándose, tratando desesperadamente de recuperar su posición. Pero Messi no había terminado. En lugar de avanzar directamente, optó por una vaselina inesperada, elevando el balón por encima de la cabeza de Van Dijk. El defensor, completamente fuera de lugar, cayó al suelo con los brazos extendidos, sin poder hacer nada para detener la brillantez del argentino.
El estadio entero contuvo la respiración. Parecía que nada podría detener a Messi en ese momento. **"¡Messi ha pasado a Van Dijk! ¡Está dentro del área!"**, anunciaba el comentarista. **"¡Pero espera...!"**
En ese instante, algo cambió. Morales, con una velocidad sorprendente, había regresado para interceptar. El choque era inevitable. Sus ojos se encontraron por un breve segundo, pero en ese instante, no había lugar para dudas o titubeos. Ambos jugadores sabían lo que estaba en juego. Messi intentó driblar a Morales con una serie de fintas rápidas, sus movimientos eran fluidos y engañosos, pero Morales estaba listo.
El driblar de Messi era simple en su esencia, pero mortalmente efectivo. No necesitaba florituras innecesarias, solo cambios rápidos de dirección que dejaban a los defensores confundidos y fuera de lugar. Pero Morales no era cualquier defensor. Con una concentración inquebrantable y una habilidad casi sobrehumana para leer el juego, se mantuvo firme. Cada intento de Messi por superar a Morales era contrarrestado por una respuesta rápida y precisa.
Y entonces, sucedió. Messi, creyendo haber encontrado una abertura, intentó un último recurso: un túnel. Pero Morales había visto venir la jugada desde lejos. En el preciso instante en que Messi intentó pasar el balón entre sus piernas, Morales se lanzó, bloqueando el balón con una barrida perfecta. El público se quedó en silencio por un breve segundo.
**"¡Robo de balón!"**, gritaba el comentarista, casi sin poder creer lo que veía. **"¡Morales le roba el balón a Messi justo antes de que pudiera entrar al área!"**
El Camp Nou, que había estado rugiendo en apoyo a su ídolo, quedó atónito. Morales, con la misma calma con la que había defendido, pasó rápidamente el balón a Firmino, iniciando un contraataque feroz. Liverpool, con renovada esperanza, avanzaba con todo. Mientras tanto, Morales corría al frente del ataque, como si el cansancio no existiera en su cuerpo.
Firmino avanzaba, pero Umtiti se interpuso en su camino, forzando un pase a Mane. El senegalés, siempre peligroso, intentó avanzar, pero Piqué se colocó frente a él, bloqueando cualquier posibilidad de disparo. En ese momento, Mane vio una figura conocida. Morales, apareciendo como un fantasma en el área, pedía el balón.
El pase fue perfecto. Morales, sin detenerse, preparó su pierna derecha para el disparo. Y justo en ese instante, en su mente sonó el comando que había esperado: **"Sistema, usa la carta de habilidad: flecha perforadora."**
[¡Habilidad activada con éxito! (Probabilidad de gol 90%)]
El disparo fue impresionante. El balón voló con una precisión letal, trazando una curva perfecta en el aire antes de colarse en la esquina superior derecha del arco. El grito de los fanáticos del Liverpool resonó en todo el estadio. Habían visto ese tipo de gol antes, pero nunca se sentía menos emocionante.
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"El verdadero éxito es superar el orgullo sin perder la humildad." - John Wooden
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El Arte de la Defensa:El Rey de los Robos
Фанфик--- Renacido en el invierno de 2018. Fue despedido por el Barcelona justo cuando comenzaba a brillar, y tras negarse a aceptar los sobornos del capitán del equipo de fútbol masculino, fue completamente vetado por el equipo. Su carrera empezó con una...