Capítulo 35: ¡Llegada a Barcelona! Rechazando el Apretón, un Comienzo Tenso

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El día antes del partido.

Todo el equipo de Liverpool aterrizó en Barcelona. Desde el momento en que pisaron el aeropuerto, los reflectores apuntaban hacia ellos. No era solo la atmósfera del próximo enfrentamiento de Champions lo que tensaba el aire, sino la multitud de periodistas que, con cámaras en mano, intentaban captar cada movimiento de los jugadores. El centro de atención, sin duda, era Morales.

Los periodistas se abalanzaron, con micrófonos y preguntas punzantes listas para lanzarse hacia el mediocampista estrella. Muchos querían saber qué pensaba Morales sobre el apoyo público que Messi había mostrado a Dembélé. ¿Lo molestaba? ¿Le dolía que un excompañero, alguien a quien había admirado en La Masia, respaldara a su rival en lugar de a él? Pero Liverpool ya había previsto esta tormenta mediática. 

Los reporteros no lograron acercarse lo suficiente; el equipo había blindado a Morales de cualquier contacto directo. En su lugar, fueron Klopp y otros directivos quienes emitieron las únicas declaraciones oficiales del equipo.

"¿'Respetar a los veteranos'? ¡Eso no es parte de nuestra cultura aquí en Europa!", dijo Klopp de forma tajante mientras pasaba junto a los reporteros sin detenerse.

"No sé en qué estará pensando Messi, pero decir que Dembélé es más talentoso que Morales... ¡Es ridículo! ¡No estamos de acuerdo!", añadió otro miembro del equipo técnico.

Con esas palabras, Klopp no se detuvo ni un segundo más. Giró sobre sus talones y, con su habitual seriedad, subió al autobús junto con los jugadores. Morales, ya sentado en su asiento, miraba por la ventana a la horda de periodistas y no pudo evitar esbozar una sonrisa irónica. "Yosi, realmente sabes cómo buscarte problemas", pensó para sus adentros, su mirada perdida en el caos que dejaban atrás.

**¿Quién había empezado todo esto?**

Morales no había hecho nada para provocar a nadie, y sin embargo, se encontraba en el ojo del huracán. A pesar de todo, decidió no darle más vueltas al asunto. Se colocó los auriculares y dejó que la música lo llevara lejos de ese ambiente denso. La melodía suave fue relajando sus pensamientos, pero justo cuando comenzaba a desconectar, sintió un toque insistente en su hombro.

"¿Qué pasa?", preguntó sin apartar la vista de la ventana.

"¡Mira afuera!", exclamó Arnold, señalando con emoción.

Morales siguió la dirección de su dedo y, para su sorpresa, vio una multitud de aficionados del Barcelona reunidos junto a la carretera. Sostenían pancartas con mensajes que lo dejaron atónito:

"¡Morales, bienvenido a casa!"

"Siempre serás un hijo de La Masia, te apoyamos."

"¡No queremos a Dembélé, solo a ti!"

"El orgullo de La Masia, ¡vamos a animarte en el Camp Nou!"

Morales parpadeó varias veces, procesando lo que veía. ¿Acaso no era un rival ahora? ¿No estaba a punto de enfrentarse a ellos en el campo? ¿Cómo podían apoyarlo en un momento como este? Y sin embargo, ahí estaban, esos seguidores que aún lo veían como uno de los suyos. Tal vez, pensó, era porque él había salido de La Masia, el corazón del fútbol formativo del Barcelona, y para esos fanáticos, siempre sería parte de esa historia.

Una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Aunque era un rival ahora, esos aficionados seguían mostrándole respeto. Eso significaba mucho para él. "No puedo celebrar si marco un gol aquí", pensó con seriedad. **Los aficionados merecen respeto**, y aunque no todos compartieran ese sentimiento, Morales sabía que no podía traicionar a quienes le habían mostrado tanto afecto.

"Morales, ¡te odio tanto ahora mismo!", murmuró Arnold a su lado, con los ojos entrecerrados, como si la envidia lo estuviera carcomiendo.

Morales lo miró de reojo, notando la chispa de celos en su mirada. "Tranquilo", respondió con una sonrisa, dándole una palmada amistosa en el hombro. "Llegará tu momento. Pronto serás el favorito de Anfield, como lo fue Gerrard."

"¡Nunca seré tan grande como Gerrard!", replicó Arnold con un suspiro. Para él, Gerrard no solo era un ídolo, era casi una deidad en el panteón del fútbol. Era difícil imaginar que alguien pudiera igualar lo que ese hombre había logrado.

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El día del partido llegó. El ambiente en el Camp Nou era irreal, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse. Los comentaristas no dejaban de hablar sobre la tensión entre los clubes, la vieja rivalidad exacerbada por los recientes roces entre Morales y Dembélé.

"Estamos a minutos del pitido inicial de los octavos de final de la Champions League, ¡Barcelona contra Liverpool!", anunciaba el comentarista principal con voz emocionada.

Las alineaciones fueron presentadas, y los jugadores comenzaron a salir al campo. La tensión era palpable. Los rostros de los futbolistas reflejaban la magnitud del encuentro. No era solo un partido de fútbol; era una guerra emocional, con orgullo y lealtades en juego.

En el túnel, los jugadores se alinearon para el tradicional saludo previo. Morales, con la cabeza alta, avanzó hasta encontrarse cara a cara con Dembélé. Estiró la mano hacia su antiguo compañero, pero el francés la ignoró descaradamente, retirándola con un gesto desdeñoso. Van Dijk, que estaba justo detrás de Morales, no pudo contener su molestia. 

**La falta de respeto era evidente**, y no pasó desapercibida para los jugadores de Liverpool. Van Dijk, siempre sereno, lanzó una mirada fulminante a Dembélé antes de pasar de largo sin ofrecerle la mano.

Lo que ocurrió después sorprendió aún más a Morales. Messi, la leyenda del Barcelona, también rehusó estrecharle la mano. En su mirada había algo más que simple enojo: era decepción, como si Morales hubiera traicionado a alguien a quien alguna vez admiró. Morales sintió un nudo formarse en su garganta. **¿Cuándo se había deteriorado tanto esa relación?**. El enfado comenzaba a apoderarse de él, pero antes de que pudiera reaccionar, Van Dijk dio un paso adelante, interviniendo nuevamente.

"Déjalo pasar", le murmuró al oído. "Demuestra en el campo quién eres realmente."

Morales respiró hondo, tratando de calmar el fuego que sentía dentro. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que la situación volviera a escalar. Suárez, siempre el provocador, se acercó a Van Dijk y lo encaró directamente.

"¿Qué pasa contigo? ¿Acaso no tienes modales?", espetó el uruguayo con una sonrisa desafiante.

Van Dijk lo miró con frialdad, sin parpadear. "Déjalo ya", replicó Morales, poniéndose entre ambos antes de que la situación se descontrolara. "Que el partido hable por nosotros."

Pero Suárez no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Se giró hacia Morales y lanzó un último dardo. "¡Traidor! Aprende a respetar a tus mayores", escupió con desprecio.

Antes de que Morales pudiera responder, fue Wijnaldum quien lo hizo, sin contenerse: "Mejor aprende a cuidar tus dientes, mordedor", soltó con una sonrisa irónica.

La atmósfera estaba al borde del colapso. **El partido no había comenzado, pero la guerra ya estaba declarada.**

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"Donde termina la diplomacia, comienza el enfrentamiento." — Otto von Bismarck

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El Arte de la Defensa:El Rey de los RobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora