Capítulo 44:¡Barcelona sufre una derrota! Iniesta extiende invitación!

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Ter Stegen, el guardián de los sueños del Barcelona, estaba frente a Firmino, uno de los depredadores más letales del fútbol mundial. Sus ojos reflejaban la intensidad del momento, sus manos se agitaban en el aire, como si eso fuera suficiente para alterar la concentración del delantero brasileño. 

Se inclinaba hacia adelante, intentando reducir el ángulo de disparo, pero en el fondo, sus movimientos delataban su nerviosismo. Sabía que el tiempo y el espacio no estaban a su favor.

Firmino, por su parte, estaba tranquilo. El gol estaba a su alcance, pero sabía que había algo más importante que anotar: tomar la mejor decisión para su equipo. En el margen de su visión, vio una sombra rojiza aproximándose. 

Era Salah, su compañero, quien llegaba a toda velocidad desde la banda derecha. Firmino, con su fría mentalidad de estratega, decidió que el momento no era para él, sino para Salah.

El pase fue perfecto, un toque suave y preciso que dejó a Salah con una única tarea: empujar el balón a la red. Ter Stegen, dándose cuenta de lo que había ocurrido, intentó retroceder, pero sus pies no respondieron con la rapidez necesaria. Cuando Salah conectó el balón, Ter Stegen ya sabía que era demasiado tarde. El esférico voló imparable hacia el fondo de la red.

El sonido del balón golpeando las redes fue el preludio del silbato del árbitro. "¡Gol!" resonó en el estadio. La multitud en Anfield rugió como si una tormenta hubiese golpeado la ciudad, mientras Ter Stegen, caído en el césped, no encontraba consuelo. Había sido engañado, y no por cualquier jugador, sino por un equipo que parecía decidido a desmantelar su defensa. El marcador ahora mostraba un implacable 3-0.

"¡Firmino se la deja a Salah!" gritaba el comentarista. "¡Ter Stegen no tuvo oportunidad, resbaló en el momento crucial!"

En la línea de banda, Valverde parecía una mezcla de furia y desesperación. Sus manos gesticulaban frenéticamente, lanzando instrucciones que apenas alcanzaban a ser comprendidas por sus jugadores. 

A cada minuto que pasaba, Barcelona se desmoronaba más. Morales, por su parte, observaba el caos desde el centro del campo con calma. Sabía que su plan estaba funcionando a la perfección, que la maquinaria ofensiva del Liverpool había desarmado a uno de los equipos más poderosos de Europa.

Klopp, el técnico del Liverpool, celebraba como un niño, saltando y gritando en la banda. Sabía que su equipo estaba cerca de algo grande, una victoria histórica. Mientras tanto, Barcelona trataba de recomponerse, pero era inútil. 

Morales era una fuerza imparable en el mediocampo, y cada vez que interceptaba un pase, lanzaba balones largos que perforaban la defensa catalana como si fuese papel. Ter Stegen, solo bajo los tres palos, vivía una pesadilla.

En cuestión de minutos, Mane anotó dos goles más. El estadio entero vibraba con la celebración del 5-0, mientras Barcelona parecía haberse rendido por completo. Valverde, en un intento desesperado por salvar algo de dignidad, hizo cambios, dando minutos a los jugadores jóvenes, entre ellos Puig, una de las promesas de la cantera.

Puig, con la energía propia de la juventud, logró ganar un tiro libre cerca del área. Messi se preparó para ejecutar el tiro. El estadio enmudeció por un instante. Los corazones de los aficionados del Barcelona, aunque heridos, esperaban que el astro argentino hiciera algo para al menos maquillar el resultado. Y Messi, con la precisión que lo caracteriza, clavó el balón en la escuadra. 5-1. Era un consuelo mínimo, pero un consuelo al fin y al cabo.

El pitido final resonó en todo el estadio, sellando la derrota. Mientras los jugadores del Liverpool celebraban eufóricos, Messi, con el rostro desencajado, pateó el balón con furia. Su frustración era evidente. El gran capitán del Barcelona no soportaba el peso de una derrota tan abrumadora.

[De Messi, valor de emoción negativa: +2321]

Morales observaba la escena, aún sorprendido por la intensidad de las emociones que generaba su presencia en el campo. No había sido fácil llegar hasta aquí, pero ahora estaba cosechando los frutos de su arduo trabajo. Sin embargo, también entendía el peso del fracaso para alguien como Messi, un icono mundial acostumbrado a triunfar. Sabía que lo que había sucedido hoy dejaría una marca en la historia del fútbol.

"¡Morales!" La voz familiar lo hizo voltear. Era Puig, su viejo amigo de la cantera del Barcelona. Ambos habían crecido juntos en la academia, pero sus caminos habían tomado direcciones opuestas. Puig sonrió, aunque su mirada reflejaba cansancio y frustración.

"No puedo creer lo fuerte que te has vuelto en tan poco tiempo", dijo Puig con una mezcla de admiración y resignación. "El abismo entre nosotros sigue creciendo."

Morales sonrió, aunque sus palabras fueron humildes. "Tú también jugaste bien hoy. Sin tu tiro libre, quizás nos habríamos ido con un marcador en blanco."

Puig soltó una risa amarga mientras se quitaba la camiseta. "Vamos, intercambiemos camisetas. Tal vez en unos años, cuando no tenga donde jugar, pueda venderla y sacar algo de dinero."

El comentario era una broma, pero llevaba una verdad oculta. Puig, aunque talentoso, sabía que no tenía el lugar asegurado en el Barcelona. El peso de las estrellas consagradas lo mantenía en la sombra. Morales, entendiendo el sentimiento, intercambió la camiseta con él y le dio una palmada en el hombro. A veces, el fútbol era cruel.

Después, Morales caminó hacia Iniesta, quien se acercó para felicitarlo. "Has jugado de maravilla, Morales. El club cometió un error al dejarte ir", le dijo el veterano con una sonrisa triste.

"Gracias", respondió Morales, agradecido por las palabras del capitán.

Iniesta, sin embargo, no se quedó solo en elogios. "¿Crees que podrías volver? Haré todo lo posible para hablar con la directiva, Barcelona te necesita."

Morales negó con la cabeza, consciente de la realidad. "Messi no me quiere aquí, y no soy el único que tiene problemas con algunos en el equipo. No hay vuelta atrás para mí."

Iniesta suspiró, sabiendo que Morales tenía razón. "Es una lástima. Pero sé que tienes un futuro brillante, podrías alcanzar el nivel de un Balón de Oro."

La partida de Iniesta, el último de los grandes del Barcelona, era otro recordatorio de que el club estaba cambiando, y no para bien.

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"No importa cuán fuerte golpees, sino cuántos golpes aguantas y sigues avanzando." — Rocky Balboa

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El Arte de la Defensa:El Rey de los RobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora