-Hace mucho calor en donde estoy -comenzó -. Veo a dos hombres negros, de pie junto a unos muros de piedra, fríos y húmedos. Tienen sombreros puestos. Una cuerda les rodea el tobillo derecho. La cuerda está trenzada con cuentas y borlas de adorno. Están construyendo un depósito con piedra y arcilla; ponen trigo allí, una especie de cereal molido. El cereal se trae en un carro con ruedas de hierro. En una parte de la carreta hay esterillas tejidas. Veo agua, muy azul. Alguien da órdenes a los otros. Hay tres peldaños que bajan al granero. Fuera, la estatua de un dios. Tiene cabeza de animal, de ave, y cuerpo de hombre. Es un dios de las estaciones. Los muros están impermeabilizados con una especie de brea, para evitar que entre el aire y para mantener fresco el cereal. Me pica la cara... Veo cuentas azules en mi pelo. Hay bichos ahí, moscas, que me producen escozor en la cara y en las manos. Me pongo algo pegajoso en la cara para espantarlas... tiene un olor horrible; es savia de algún árbol.
»Tengo trenzas en el pelo y cuentas en las trenzas, con hebras de oro. Mi pelo es negro oscuro. Formo parte de la casa real. Estoy allí por alguna festividad. He venido a ver cómo se ungen los sacerdotes... una fiesta a los dioses por la próxima cosecha. Sólo hay sacrificios de animales; de humanos, no. La sangre de los animales sacrificados corre desde una plataforma blanca hasta un cuenco... corre por la boca de una serpiente. Los hombres usan pequeños sombreros dorados. Todo el mundo es de tez oscura. Tenemos esclavos de otras tierras, de allende el mar...
Calló. Nos quedamos esperando, como si los meses no hubieran transcurrido. Ella pareció ponerse alerta, escuchando algo.
-Todo es tan rápido, tan complicado... lo que me dicen... sobre el cambio, el crecimiento y los diferentes planos. Hay un plano de conciencia y un plano de transición. Venimos de una vida y, si las lecciones se han completado, pasamos a otra dimensión, a otra vida. Debemos comprender plenamente. De lo contrario, no se nos permite pasar... tenemos que repetir, porque no aprendemos. Debemos experimentarlo desde todos los aspectos. Debemos conocer el lado de las carencias, pero también el de la entrega. Hay muchísimo que saber, muchísimos espíritus dedicados a eso. Por eso estamos aquí... Los Maestros... son sólo uno en este plano.
Catherine hizo una pausa. Luego habló con la voz del Maestro poeta. Se dirigía a mí.
-Lo que ahora decimos es para ti. Debes aprender ahora por medio de tu propia intuición.
Al cabo de algunos minutos, Catherine volvió a su suave murmullo.
-Hay una cerca negra... dentro, lápidas. Ahí está la tuya.
-¿La mía? -pregunté, sorprendido por la visión.
-Sí.
-¿Puedes leer la inscripción?
-El nombre es «Noble»: 1668-1724. Sobre ella hay una flor... Es en Francia o en Rusia. Usabas un uniforme rojo... te caíste de un caballo... Hay un anillo de oro... con una cabeza de león... usado como insignia.
No hubo más. Según interpreté, la declaración del Maestro poeta significaba que no habría más revelaciones por medio de la hipnosis de Catherine.
En efecto, así fue. No hubo más sesiones. Su curación era completa y yo había aprendido todo lo que podía aprender mediante las regresiones. El resto, lo que estaba en el futuro, tendría que aprenderlo mediante mi propia intuición.
15
Dos meses después de nuestra última sesión, Catherine llamó para pedir una entrevista, diciendo que tenía algo muy interesante que contarme.
Cuando entró en el consultorio me sorprendió por un instante la presencia de la nueva Catherine, feliz, sonriente, irradiando una paz interior que la hacía refulgir. Por un momento pensé en la Catherine de un principio, en lo mucho que había progresado en tan corto tiempo.
Catherine había ido a visitar a Iris Saltzman, una conocida astróloga psíquica que se especializaba en lectura de vidas pasadas. Eso me sorprendió un poco, pero comprendí la curiosidad de Catherine y su necesidad de buscar alguna confirmación de lo que había experimentado. Me alegró que sintiera la suficiente confianza como para hacer eso.
En tiempos recientes, una amiga le había hablado de Iris. Llamó para pedirle una entrevista, sin decir nada a Iris de lo que había ocurrido en mi consultorio. Iris le pidió sólo la fecha, la hora y el lugar de su nacimiento. Según le explicó, con eso construiría una carta astral que, en conjunción con sus propios dones intuitivos, le permitiría discernir detalles de las vidas pasadas de Catherine.
Era la primera experiencia de mi paciente con una parapsicóloga y no sabía qué esperar. Para asombro suyo, Iris corroboró la mayor parte de lo que ella había descubierto bajo hipnosis.
La psíquica fue pasando gradualmente de un estado alterado de conciencia; lo conseguía hablando y tomando anotaciones en el gráfico astrológico, apresuradamente construido. Minutos después de haber entrado en ese estado, Iris se llevó la mano al cuello y anunció que, en una vida anterior, Catherine había sido estrangulada y degollada. El degüello se había producido en tiempos de guerra; Iris veía llamas y destrucción en la aldea, muchos siglos antes; dijo que, por entonces, Catherine era un hombre joven.
Con ojos vidriosos, la describió acto seguido como un hombre joven vestido de uniforme naval, con pantalones negros, cortos, y zapatos de hebillas extrañas. De pronto se apretó la mano izquierda y experimentó un dolor palpitante, exclamando que algo agudo le había atravesado la mano, y que le dejaría una cicatriz permanente. Había grandes batallas marítimas frente a la costa inglesa. Pasó a describir una vida de navegación.
Describió otros fragmentos de vida. Hubo una breve existencia en París, como niño, que murió joven y en la pobreza. En otra ocasión fue una india americana en la costa sudoeste de Florida; por entonces era curandera y caminaba descalza; su piel era oscura y tenía ojos extraños. Aplicaba ungüentos a las heridas y daba medicamentos preparados con hierbas; era muy psíquica. Le encantaba llevar una joya con piedras azules, mucho lapislázuli, y una piedra roja entre ellas.
En otra vida Catherine fue española y vivió de la prostitución; su nombre comenzaba con la letra L. Vivía con un hombre mayor.
En otra fue la hija ilegítima de un caballero adinerado, que tenía muchos títulos. Iris vio el escudo de la familia en las jarras de la casa grande. Dijo que Catherine era muy rubia y que tenía dedos largos, finos. Tocaba el arpa. Su matrimonio fue convenido. Amaba a los animales, especialmente a los caballos, y los trataba mejor que a las personas que la rodeaban.
En una breve vida fue un niño marroquí que murió en la juventud, a consecuencia de una enfermedad. Una vez vivió en Haití, dedicada a prácticas mágicas. En una vida antigua fue egipcia y estuvo relacionada con los ritos fúnebres de esa cultura. Era mujer, de pelo trenzado.
Había vivido varias veces en Francia y en Italia. Pasó una de esas existencias en Florencia, dedicada a la religión. Más tarde se trasladó a Suiza, donde tuvo algo que ver con un monasterio; era mujer y tenía dos hijos varones; le gustaban el oro y las esculturas de ese material; llevaba una cruz de oro. En Francia había estado encarcelada en un lugar frío y oscuro.
En otra vida, Iris vio a Catherine como hombre de uniforme rojo, trabajando con caballos y soldados. El uniforme, rojo y dorado, parecía ruso. Pasó otra existencia como esclava nubia en el antiguo Egipto. En algún momento la capturaron y la arrojaron a la cárcel. También fue un japonés, dedicado a libros y a la enseñanza, muy erudito. Trabajaba en varias escuelas y vivió hasta edad muy avanzada. Por fin había una vida más reciente: como soldado alemán muerto en combate.
Me fascinó la detallada exactitud de esos acontecimientos pasados descritos por Iris. Era asombroso el modo en que se correspondían con los recuerdos de la propia Catherine bajo regresión hipnótica: la herida en la mano sufrida por Christian en la batalla naval y la descripción de sus ropas; Luisa, la prostituta española; Aronda y los entierros egipcios; Johan, el joven invasor degollado por una antigua encarnación de Stuart mientras ardía la aldea de éste; Eric, el malhadado piloto alemán, etcétera.
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Muchas vidas muchos maestros - Brian Weiss
SpiritualLa historia real de un psiquiatra, su joven paciente y la terapia de regresión que cambió sus vidas para siempre.