Cap 9

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Benjamin

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Benjamin

SSalimos del lago porque no íbamos a quedarnos todo el rato allí. Noté que el rostro de Aurélie había cambiado desde que Carlos estaba a su lado.

Al salir del agua, me acerco a mi princesa. Ella me pasa una toalla, y yo, en un impulso, la mojo un poco antes de secarme.

—Benjamin—me llama, y me encanta cómo suena mi nombre en sus labios.

Me acerco a ella y le doy un beso suave antes de sentarme a su lado. Con una sonrisa, me ofrece una fruta.

Mientras disfruto de la fruta que Aurélie me pasó, me doy cuenta de que tiene pequeñas pizcas de dona de jalea en sus labios. Sin pensarlo, le agarro el rostro con suavidad, y ella cierra los ojos, como si estuviera anticipando algo. Con ternura, empiezo a limpiar su boca con mis dedos, disfrutando de la cercanía entre nosotros.

—Listo—le digo al terminar, mirándola a los ojos. Ella abre los ojos lentamente, revelando un destello de sorpresa.

—¿Qué estabas haciendo?—le pregunto, intrigado.

Ella se sonroja, reaccionando rápidamente.

—Nada—responde, su voz apenas un susurro, pero su expresión dice lo contrario.

—¿Carlos, en la isla no hay muchos dulces? —pregunta Nathaniel, curioso.

—No, no los hay. De hecho, allá tampoco hay muchas oportunidades para salir con amigos —responde Carlos con un tono algo melancólico.

Aurélie, quien estaba distraída escuchando a Carlos, se sorprende cuando le agarro suavemente el rostro para besarla, interrumpiendo sus pensamientos.

—Quiero una pareja —dice Zelenne de repente, con un suspiro, mientras observa la escena.

Zelenne cruza los brazos, lanzando una mirada entre divertida y resignada mientras nos observa.

—En serio, chicos, ¿es mucho pedir tener a alguien que me mime un poco? —añade con una sonrisa juguetona, aunque detrás de su tono ligero había una pizca de anhelo.

Aurélie se separa de mí lentamente, con una sonrisa en los labios, y me mira con ese brillo travieso en sus ojos.

—Tal vez podrías pedirle ayuda a Nathaniel —dice, haciendo que ambos se rían.

Nathaniel arquea una ceja, sorprendido, mientras Zelenne finge pensarlo un segundo.

—¿Qué dices, Nathaniel? ¿Te apuntas? —pregunta ella, juguetona, dándole un pequeño empujón en el hombro.

Nathaniel se encoge de hombros, sonriendo un poco nervioso, pero antes de que pueda responder, Carlos interviene.

—Tener pareja no es tan sencillo. No en la isla, al menos —dice con seriedad, sus palabras cargadas de una experiencia que contrasta con la ligereza del momento.

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