Cap 12

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Aurélie

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Aurélie.

El hechizo que Mal me lanzó no ha funcionado. Estoy en mi cuarto, revisando mis notas, y mis calificaciones han salido pésimas. No pasará mucho tiempo antes de que Leah se entere.

Miro por la ventana. Es un día hermoso, al menos para mí, ya que se está nublando y parece que lloverá pronto.

Escucho dos golpes en la puerta y, al girar para ver, me encuentro con Ben.

—¿Puedo pasar, mi Reina? —me pregunta, con una sonrisa en su rostro. Lleva una camisa blanca y un suéter de entrenamiento, junto a buzo.

Le sonrío, y él entra, cerrando la puerta detrás de él antes de acercarse a donde estoy.

—Hoy es un día lindo —le digo cuando se sienta a mi lado.

Él sonríe—. Los días lluviosos y fríos son los mejores para ti —me dice, con esa sonrisa tan característica y sus profundos ojos verdes.

—Siempre me han gustado —respondo.

Se inclina y me da un beso en la mejilla.

—Mi Reina…

Mis ojos se encuentran con los suyos al escuchar ese apodo.

«Por todo Auradón, amo ese maldito apodo».

Ben se queda en silencio unos segundos, observándome con esa calidez que me hace sentir segura. De repente, toma una de mis manos y la envuelve entre las suyas.

—¿Qué te tiene tan pensativa? —pregunta en voz baja, sin dejar de mirarme.

Suspiro, bajando la mirada hacia nuestras manos entrelazadas.

—Mis notas… salieron peor de lo que esperaba. Y sabes que Leah va a querer hablar conmigo cuando se entere —murmuro, tratando de mantener la calma.

Ben aprieta suavemente mi mano, transmitiéndome su apoyo sin decir nada. Luego, me da una leve sonrisa.

—No tienes que cargar con todo sola. Leah es exigente, lo sé, pero estoy aquí para lo que necesites. Además —hace una pausa, como si quisiera aligerar el ambiente—, siempre puedes decirle que te distrajiste conmigo.

No puedo evitar soltar una risa.

—No me ayudaría mucho, pero suena tentador.

Él se ríe también, y el sonido me reconforta. Después, me rodea con su brazo y me atrae hacia él, permitiéndome descansar mi cabeza en su hombro. Permanecemos en silencio unos momentos, solo escuchando los sonidos suaves de la lluvia que comienza a caer afuera.

—¿Sabes? —dice en un murmullo, acariciándome el cabello—. Cada vez que llueve, pienso en ti. En cómo te brillan los ojos cada vez que hablas de días como este.

Levanto la cabeza para mirarlo y noto esa mirada intensa y sincera en sus ojos. Me sonríe, y en ese instante siento que todo lo demás desaparece.

—Eres como la lluvia, ¿sabes? —continúa—. Tranquila, pero poderosa. Transformas todo lo que tocas.

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