Como una bestia bajo un hechizo. Aurélie, aunque tímida, siente una atracción innegable hacia él, un sentimiento que no puede ignorar, aunque su timidez la haga tartamudear cuando está cerca de él.
Es como si ambos compartieran un lazo invisible, má...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ben me mira fijamente a los ojos, mientras sus labios rozan mi cuello con una suavidad que me hace temblar. Estoy sentada sobre él, sintiendo la intensidad de su respiración y cómo sus manos descansan en mis caderas, esperando mi señal.
—¿Puedo? —susurra, sus ojos oscuros y llenos de deseo clavándose en los míos. Puedo sentir cómo su impaciencia aumenta, pero no se mueve sin mi permiso.
Asiento lentamente, mi corazón latiendo con fuerza. —Puedes.
Con rapidez, desliza el vestido por mis hombros, sus dedos rozando mi piel expuesta mientras lo hace caer al suelo. Tan pronto lo hace, sus labios encuentran nuevamente mi cuello, besándome con más urgencia. Sus manos empiezan a explorar mi pecho, trazando líneas suaves, pero decididas, sobre mi piel.
Mis suspiros se mezclan con su respiración, cada toque suyo encendiendo más el fuego que ya arde dentro de mí.
—Ben... —susurro, intentando hablar entre los besos y caricias, pero las palabras apenas salen.
Él se detiene por un momento, sus ojos buscando los míos nuevamente, asegurándose de que estoy bien con lo que está por suceder. —¿Estás segura? —pregunta con una voz suave pero seria. La conexión que compartimos es intensa, pero su preocupación por mí es evidente.
Sonrío, acariciando su rostro con una mano. —Sí, pero... tú tienes mucha ropa.
Ben me mira con esos ojos verdes brillantes, llenos de complicidad, y me regala una sonrisa traviesa. Sin apartar su mirada de la mía, murmura:
—Quítame la ropa.
Con una mezcla de nervios y emoción, comienzo a desabrochar los botones de su camisa, uno a uno, mientras su mirada no se aparta de mí. Siento cómo su piel cálida se revela bajo mis manos, y con cada prenda que cae, el aire entre nosotros se vuelve más denso, cargado de deseo. Él respira más pesado, pero no se mueve, dejándome tomar el control.
Cuando la última prenda cae al suelo, me inclino hacia él, besando su pecho con suavidad, sintiendo el latido acelerado de su corazón bajo mis labios. Mis manos se deslizan por su piel mientras bajo hacia su pantalón, desabrochando el cinturón con cuidado. La sonrisa traviesa en su rostro se mantiene, pero ahora puedo sentir la urgencia en su respiración.
—Espera un momento —murmura de repente, y se estira hacia la mesita de noche, abriendo el cajón. Saca un pequeño envoltorio plateado y lo sostiene en su mano por un instante antes de mirarme con seriedad. —Quiero que esta vez, sea seguro para los dos.
Asiento, agradeciendo su atención en ese detalle importante. Lo observo mientras se prepara, asegurándose de que estamos protegidos antes de volver a mí. Me inclino hacia él nuevamente, ahora con mayor confianza, y lo beso, sintiendo cómo nuestras respiraciones se sincronizan.
