Cuando Niño Águila y Connie regresaron a la granja, se encontraron al señorMasterson esperando a la universal con el rifle al hombro y actitud desenfadada.Connie empezaba a sentirse como un fardo al que se iban pasando de mano en mano.No parecían dispuestos a dejarla en paz ni un minuto. Unos momentos detranquilidad para asimilar todo lo aprendido le hubieran ido genial en ese momento,pero parecía que no iba a tener ocasión. Deseaba que llegara el momento en el que secalmara la emoción que suscitaba su celebridad y la vida volviera a la normalidad. -¡Ah, Connie! No nos han presentado, pero he oído hablar de ti -dijo el señorMasterson bruscamente, encaminándola hacia la casa-. Ven a conocer a mi hija.Tomaremos un té. Connie se volvió para mirar a Niño Águila, pero vio que estaba desapareciendo denuevo en el valle boscoso. -No te preocupes por él -dijo el señor Masterson, siguiendo la mirada de laniña-. Hasta el momento, ha declinado toda hospitalidad. Acampa en el bosque,¿sabes? Sin nada más que un cachito de lona entre él y las estrellas -sin duda, esoera motivo de broma para el señor Masterson, cuya corpulencia daba a entender quele encantaban las cómodas costumbres de su especie: el verraco-. Pasa. Shirley hainvitado a unos cuantos amigos a tomar el té. Todos quieren conocer a la compañerauniversal. Connie habría preferido escabullirse con Niño Águila, pero no había esperanza deque la dejaran tranquila. Forzada a entrar en la cocina, parecía más una prisioneraque una invitada. Shirley Masterson, con su pálido pelo rubio brillando a la luz del fuego, presidíauna mesa llena de bocadillos, pasteles y bollos. A su derecha, se sentaba una niñamayor, pelirroja y pecosa; a su izquierda un muchacho despeinado que ya le erafamiliar. -Aquí la tenéis -soltó el señor Masterson-. Ya os dije que os la traería. Os dejosolos, jovenzuelos -y salió dando un portazo y silbando a su perro de caza. -Siéntate, Connie -le dijo Shirley con dulzura-. A Col, ya lo conoces... -Colasintió ligeramente, sin mirarla a los ojos-. Y ésta es Jessica. -Jessica Moss -aclaró la muchacha con voz clara-. Compañera de las selkies4;Serpientes Marinas, por supuesto. -¿Serpientes Marinas? ¿Selkies? -preguntó Connie deslizándose en el asiento deal lado de Jessica, en lugar de sentarse junto a Col. Sentía el cosquilleo, ya familiar,que solía invadirla cuando estaba entre miembros de la Sociedad y, por primera vez,se dio cuenta de que cada uno de ellos tenía una energía propia, como una notamusical diferente. -Chica, estás verde, ¿eh? -exclamó Jessica, aunque en tono amistoso-. Col nosha dicho que no sabías demasiado sobre nosotros -Col miraba por la ventana, comosi no estuviera escuchando la conversación-. Serpientes Marinas es la Compañía delos Reptiles y las Criaturas Marinas. Me juego algo a que tampoco sabes cómollamamos a las demás, ¿verdad? -Connie sacudió la cabeza-. Bueno, pues está lade Altos Vuelos: criaturas aladas, por supuesto; la de Dos-Cuatro: criaturas bípedas ycuadrúpedas, y la de Elementales, que es bastante obvia. Utilizamos esos nombrespara acortar. -¿Y las selkies? -Ah, bueno... Si no sabes lo que son, tienes que encontrarte con alguna -laanimó Jessica, acercándole una bandeja de pastas-. ¡Son las mejores! Las selkies sonfocas en el agua y gente en tierra. Una especie complicada. Connie estaba intrigada. -¿Me las presentarás algún día? -le pidió, levantando un bollo para untarlo demantequilla. Su encuentro con Pájaro de la Tormenta la había dejado famélica, comosi, además de carbonizar el arbusto, hubiera quemado una gran cantidad de energía. -Claro -respondió Jessica, visiblemente orgullosa-, pero te advierto que yoacabo de empezar mi programa Orfeo con mi mentor, Horace Little, y aún no sédemasiado. -Más vale que cambiemos de tema, Connie -irrumpió Shirley en su habitualtono dulce, aunque decidido-, o estaremos toda la noche hablando de selkies. Siquieres te diré lo único que te hace falta saber: son peces con aletas -añadió,ofreciéndole un cuenco plateado con mermelada. Jessica se rió educadamente, sindejarse ofender por el comentario de Shirley. -¿Y de qué especie eres compañera tú, Shirley? -preguntó Connie, consciente deque debía cumplir con la etiqueta de la Sociedad. Se sirvió una gran cucharada de4 Una selkie es una criatura de la mitología escocesa en forma de foca que puede despojarse de su piel y alcanzar laorilla en forma de bella mujer. Si un hombre encuentra su piel, puede obligarla a casarse con él, pero, si ella larecupera, volverá al mar dejando atrás a marido e hijos. Las selkies macho se vengan de cualquier insulto o dañodesatando tormentas o hundiendo barcos. mermelada de fresa y la untó generosamente en su bollo mientras se disponía aescuchar la respuesta. -De los gigantes del tiempo... Especialmente de los gigantes de las tormentas -contestó Shirley. -Y ahora te dirá -intervino Jessica, dando un codazo a Connie- que loscompañeros de los gigantes del tiempo son muy raros, mientras que los de las selkiesy los pegasos son muy comunes. -Entonces, ¿no hay muchos de tu clase? -se interesó Connie. -No -respondió Shirley, con aire de suficiencia. -Pero no son tan raros como los compañeros universales -aclaró Col. Connie nosabía si aquello era un gesto de conciliación hacia ella o un intento de bajarle loshumos a Shirley. Probablemente fuese ambas cosas. -Claro que no -contraatacó Shirley-, eso lo sabe todo el mundo. La tensión entre los dos se podía cortar y, sin saber muy bien cómo aliviarla,Connie intentó cambiar de tema. -¿Y quién es tu mentor? -Un tal señor Coddrington, de la central de la Sociedad en Londres -respondióShirley con una sonrisa melancólica. Connie se sobresaltó al recordar que había vistoesa misma sonrisa en el rostro del señor Coddrington. Se preguntó si su alumnaestaba adoptando sus costumbres o si, por el contrario, la muchacha había sidosiempre así-. Es fantástico... Muy distinto de los demás miembros antiguos queandan por aquí. Él entiende de verdad lo que significa proyectar poder a través denuestras criaturas compañeras. Me dijo que es un poco como ser un dios, y tienerazón -Shirley se rió, pero Connie no le encontró al mensaje la más mínima gracia.Shirley parecía demasiado enamorada de la idea de utilizar a su gusto todo esepoder. Jessica carraspeó. Connie supuso que no le gustaba más que a ella la arrogancia delos compañeros de los gigantes del tiempo. -Es genial que estés aquí, Connie -dijo Jessica alegremente para cambiar detema, mientras se hacía con una bandeja de bocadillos de paté de pescado que teníadelante-. ¡Para nuestra sección local de la Sociedad es todo un hito contar con laúnica universal! ¡Piensa lo que dirán todos en el encuentro de Tintagel! -¿Tintagel? -La convención anual de la Sociedad, que se celebra el 5 de noviembre, la Nochede las Hogueras -explicó Jessica-. Es un gran acontecimiento. Este año se celebracerca del mar. A Dios gracias. A los de Serpientes Marinas nos cortan las alas cuandose celebran las reuniones en páramos o montañas. Iremos todos: siempre te diviertesmucho. Y podrás conocer a mi compañero, Arran. De hecho, ¿por qué no vamos a nadar juntas un día de éstos? Así sabrás más cosas de nosotros antes de Tintagel y note resultará tan impactante. -¿Impactante? -Vamos, Connie, ¡eres la primera universal del milenio! No esperarás pasardesapercibida, ¿no? -Supongo que no -concedió Connie, abatida. Por su naturaleza tímida, no legustaba nada tanta fama. -Entonces, ¿iremos a nadar? -Sí, me encantará -respondió Connie, animándose ante la idea de ver a unaselkie-. Pero nado fatal... -Eso no importa, ya lo verás -dijo Jessica, mientras se lamía el paté de pescadode los dedos, casi como una foca.