📿|CAPÍTULO 14.

2.1K 285 11
                                    

Malika.

La sed es insoportable.

Me he bebido al menos ya tres copas de vino y siento como si hubiera corrido por todo el bosque.

Por el espejo del tocador veo las leves marcas de sus colmillos y como poco a poco van desapareciendo de mi cuello. Tras haber hecho el pacto de sangre, las voces y las apariciones han desaparecido por completo.

Dominik me ha dicho que mientras él esté con vida, su energía mental y la mía se han unido en una sola para crear la barrera entre lo que es real y lo que no.

A pesar de que él no se proyecta en los espejos, se que se encuentra detrás de mí ya que mi cabeza se ladea hacía la derecha tras sentir su frío tacto en la piel.

—¿Por qué no puedo verte?

No obtuve una respuesta, sin embargo, me hizo girar y de un momento a otro apareció frente a mí.

—Es un castigo que todos en Albaen poseemos.

—¿Es por eso que solo hay pocos espejos en el palacio?

—Sí.

—¿Por qué?

—Por ti.

No me deja responder pues me indica que baje la vista, en cuanto lo hago, una caja de terciopelo rojo yace en una de sus manos.

—Feliz cumpleaños, bruja—dice él, para después abrir el estuche.

Un brazalete de oro puro reluce en su interior decorado con piedras rubíes y otras que son de color negro.

Es una obsidiana negra de rubíes.

El brazalete es tan delicado y majestuoso que cada piedra va seguida de la otra en un patrón donde solamente las separa un pequeño diamante blanco.

—La obsidiana negra es para protección—menciona él—, pero es la piedra central de los vampiros. Con ella, cualquier ser bajo este reino dará su vida por ti.

Me atrevo a mirarlo a los ojos en el momento en que saca el brazalete del estuche y lo cierne sobre mi muñeca derecha. En la izquierda está el anillo de rubí que hasta el momento no he podido quitarme y en mi cuello está el pesado collar de cruz que en el centro tiene la piedra roja.

Dominick está portando su traje oficial de emperador ya que las cintas que cruzan su pecho me lo hacen saber, todas las prendas son negras como si color habitual menos la camiseta blanca. Sobre su cabello oscuro, una máscara dorada sobresale.

—¿Cuantas joyas me darás para que las personas sepan que pertenezco a tu casa real?

—Ya lo saben, desde que empezaste a usar el collar.

—Sí, no es demasiado pequeño como para que pase desapercibido.

—Nada en este reino es demasiado pequeño y mucho menos pasa desapercibido.

Me atreví a blanquear los ojos al oírlo.

Eché un vistazo al espejo de cuerpo completo para verme por última vez antes de salir.

El vestido color marfil se adhiere por completo a mi corset con escote en uve para después hacer una enorme cascada de tela gruesa y pesada con pliegues llenos de diamantes. Las mangas cortas dejan al descubierto los tatuajes de mis brazos y el cabello recogido en un moño alto me hacen ver pura y sofisticada.

Me dejaron usar un color puro a pesar de estar prohibido aquí.

Mis días en Albaen han cambiado muchísimo en contraste a como era desde que llegué a este reino. He tratado de no sentirme muy fuera de lugar rodeada de tantas personas que comienzan a revolotear a mi alrededor ansiosas de información y por saber de mi familia.

DE HIELO Y CENIZAS. | +21 «𝗕𝗢𝗥𝗥𝗔𝗗𝗢𝗥 𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora