📿|CAPÍTULO 7.

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Malika.

He perdido la noción del tiempo y siento mi garganta arder de todas las veces que he gritado y maldecido al cura que sonríe con malicia mientras indica que sigan con los azotes.

Me han cambiado de posición y mis manos están atadas sobre mi cabeza sin importarles que escurra sangre de mis muñecas a lo largo de mis brazos, hay partes de mi espalda en el suelo tras la violencia en la que las hebras golpean contra mí y un charco color carmesí se acumula a mis pies a pesar de que la lluvia que comenzó hace una hora la borre.

Mis pulmones arden tratando de tener una bocana de aire y lo único que consigo es que el olor de la sangre entre por mis fosas nasales, mi cabeza apenas si se puede mantener levantada y gimoteo del dolor cuando veo que mi ejecutor sostener una estaca de madera junto a su martillo y los gritos eufóricos se alzan cuando él rompe la parte delantera de mi vestido hecho jirones dejando mi pecho al descubierto.

El cielo comenzó a nublarse con mayor intensidad en el momento que un trueno enmudeció a la multitud y los gritos que antes eran de felicidad, ahora solo eran de miedo.

Susurros y llanto fue lo que logré oír al tratar de levantar el rostro a pesar del cansancio que invadía mi cuerpo por la pérdida de sangre.

—¡Detengan la ejecución!—A pesar de estar mareada ví como uno de los guardias de Avalonia trataba de pasar entre las personas.—¡Tiene la marca que hemos estado buscando!

Leonard.

Ellos van a llevarme con el hombre que mató a mi familia si deciden perdonarme la vida, para que mi tío acabe conmigo.

—Lo lamento soldado—es lo que dice el cura, ya que es el único con el poder suficiente tras que el emperador decidiera marcharse.

Sin importarles que ellos estén tratando de intervenir hago mi único esfuerzo en ver como el ejecutor asiente tras la orden del cura.

La hija de lucifer. El pecado de los errores de mi padre. Son tantas las frases que salen de su boca llena de odio afirmando lo que todos están comenzando a temer.

Respiro entrecortadamente sintiendo el filo de la estaca de madera en mi piel desnuda, sin embargo, un gemido de dolor brota de mis labios al notar como dentro de mi pecho algo comenzó a estirarse de tal manera que me hizo soltar aún más lágrimas del dolor que ya sentía y me tenía adormecida.

El cura recitaba una oración en latín tras que me aventara lo que parecía ser agua bendita.

Un relámpago iluminó el cielo antes de que el cielo pareciera emitir una queja pues el trueno que se oyó retumbó en cada esquina del reino y el martillo se elevó con decisión.

Tal vez así tenía que acabar y no tendría mucho que vivir.

Podría encontrarme con mi madre en los jardines del edén y a mi padre esperándome junto con mi hermano.

Tal vez, esa era la única manera en la que mi vida dio su propósito, en servir lo mejor que pude en el Circe ayudando a quienes acudían a mi sección.

Sin embargo, al segundo relámpago que iluminó el lugar, una risa fría y carente de emoción sacudió las emociones de todos en la plaza. Mi cuerpo se llenó de un extraño escalofrío al ver como una niebla se esparció entre todos llenando de pánico a las personas, los caballos comenzaron a relinchar nerviosos empeorando todo.

Lo que al principio era una llovizna inocente, se convirtió en una tormenta.

—¡Hazlo ya que no tenemos mucho tiempo!—Gritó el cura y mi ejecutor nuevamente elevó su arma.

DE HIELO Y CENIZAS. | +21 «𝗕𝗢𝗥𝗥𝗔𝗗𝗢𝗥 𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora